Capítulo 69
1170palabras
2022-03-28 00:00
Al pensar en esos recuerdos, Sheryl no pudo evitar mirar a Julia con desdén.
—¿Con qué derecho hablas mal de los demás? ¡¿Acaso no traicionaste a tus amigos?! Creo que es contigo con quien no debo relacionarme. —Sheryl ignoró a Julia y no dijo nada más.
—Sheryl... —Julia intentó defenderse, pero, en ese momento, sonó el timbre y no tuvo otra opción que regresar a su asiento.
Más tarde, al terminar las clases, Sheryl recogió sus materiales y se fue. Sin embargo, no regresó a la residencia de la familia Lance ni se encontró con Frederick; en su lugar, llamó un taxi y se dirigió al mayor club de artes marciales situado en el centro de la ciudad. Este club fue el mejor que encontró tras hacer una pequeña búsqueda. Tenían taekwondo, judo, artes marciales mixtas, entre otros estilos. Además, contaba también con una gran variedad de clases, como, por ejemplo, las de karate, arte marcial del cual nunca había oído hablar. Por otro lado, sus honorarios eran un poco más altos que los de otros clubes; sin embargo, era el más popular del distrito y, por esta razón, Sheryl lo eligió. Media hora más tarde, al llegar allí, se dirigió directo a la recepción.
—Señorita, ¿qué puedo hacer por usted? —le preguntó la recepcionista muy entusiasmada.
Sheryl sonrió y fue directo al grano:
—Quiero aprender a practicar artes marciales —dijo con gran determinación.
En ese momento, la recepcionista se quedó estupefacta mientras miraba a Sheryl de arriba abajo. «Por qué querrá esta chica de brazos delgados y figura perfecta aprender artes marciales? Con ese cuerpo podría ser una modelo.», pensó confundida.
—Señorita, ¿viene a hacer ejercicio? Tenemos varios equipos de entrenamiento. Si está interesada, le puedo sugerir un plan de afiliación. La cuota anual es...
Antes de que pudiera terminar, Sheryl la interrumpió:
—Quiero aprender a practicar artes marciales. —Sheryl repitió su petición.
Como era de esperar, la recepcionista se quedó boquiabierta, ya que no podía creer que una chica tan hermosa como ella quisiera aprender artes marciales.
—¿Está segura? —preguntó la recepcionista una vez más.
—¿Por qué? ¿Una mujer no puede aprender artes marciales? Usted está haciendo muchas preguntas. Ayúdeme a registrarme o me marcharé. —Sheryl miró a la recepcionista con expresión de pocos amigos.
—¡Sí, de inmediato! —La recepcionista asintió con la cabeza y sacó un formulario—. Señorita, solo tiene que marcar las casillas que le interesan.
En efecto, ofrecían todo tipo de cursos: clases de danza, artes marciales y muchos otros. Los precios de cada curso también estaban estipulados en el formulario. Tras echar un vistazo rápido, Sheryl tomó el bolígrafo y marcó las casillas de taekwondo, artes marciales femeninas y otras más; eligió cada una de ellas con mucha seguridad. Luego, le devolvió el formulario a la recepcionista y, a continuación, sacó su tarjeta de crédito.
—¿Cuánto sería?
La recepcionista se quedó boquiabierta y sus ojos se abrieron de par en par. Después de cobrar la cuota, le indicó el camino a Sheryl.
—Señorita, por aquí, por favor —indicó, y Sheryl la siguió.
Sheryl había decidido lo que quería aprender. En su vida anterior, no había sabido cómo luchar contra sus enemigos cuando estos la incriminaron y la metieron en la cárcel. No sabía cómo defenderse y, por esta razón, sufrió mucho en la prisión. También enfrentó diversos obstáculos y estuvo a punto de perder la vida. En aquel entonces, nada de esto le importaba mucho, pues Frederick siempre se encargaba de protegerla. No importaba lo que le hicieran, estuvieran juntos o no, Frederick siempre estaba ahí para ella. Sin embargo, Sheryl se prometió a sí misma que en esta vida no iba a esperar a que la muerte le tocara la puerta. Además, tampoco quería ser una carga para Frederick. Cada vez que se encontraba en una situación de peligro, tenía que depender de él para que la salvara, pero, en esta vida, quería ser una mujer fuerte y digna de su esposo.
De inmediato, la recepcionista la llevó a un aula de taekwondo. Dentro, todos estaban vestidos con uniformes correspondientes a este arte marcial. Eran en su mayoría adolescentes y tenían mucha energía. Un hombre con un cinturón negro en la cintura estaba de pie a su lado.
—¡Levanten la pierna y lancen una patada! ¡Usen la fuerza! —gritaba el hombre.
En ese momento, y bajo su supervisión, dos estudiantes estaban disputando combate. Uno de ellos apretó las manos de su contrincante y limitó así sus movimientos. Entonces, este último acató las órdenes de su entrenador y levantó la pierna para contraatacar, lo que le permitió obtener la victoria. Al final, todos los alumnos aplaudieron con efusión. De esta forma, Sheryl se sintió inspirada y dispuesta a aprender. Luego, la recepcionista se acercó al entrenador para presentarla.
—Señorita, este es nuestro entrenador de taekwondo más experimentado, y a partir de ahora será su profesor.
Sheryl saludó de inmediato al entrenador Chandon:
—Hola, entrenador.
—Hola belleza... ¿de dónde vienes?
Al mirar hacia atrás, el entrenador se quedó sorprendido por la belleza de Sheryl, y esta no pudo evitar reírse al escuchar su tono de voz, pues sintió que era una persona muy amable. Al parecer, era un hombre alegre, tenía una nariz bonita, y ojos pequeños.
—Hola entrenador, mi nombre es Sheryl Taylor, y a partir de ahora seré su alumna. —Sheryl tomó la iniciativa de presentarse ella misma.
Era raro para el entrenador ver a una chica tan bella por allí, y le gustó tanto que asintió de inmediato con la cabeza.
—¡De acuerdo! No olvides llegar temprano a clase —le recordó él, y Sheryl asintió con una sonrisa.
Luego, la recepcionista la llevó a conocer a la entrenadora de artes marciales femeninas. La entrenadora era una mujer de unos treinta años, sin embargo, no parecía ser tan amable como el profesor de taekwondo. En cuanto vio a Sheryl, su expresión cambió de inmediato.
—¿Está segura de que quiere aprender artes marciales con ese cuerpo tan menudo que tiene?
Sus palabras no hicieron muy feliz a Sheryl, sin embargo, esta no pensaba quedarse callada.
—Su cuerpo también parece bastante menudito. Si usted puede hacerlo, ¿por qué yo no?
La entrenadora se quedó sorprendida, pues era evidente que no esperaba esa respuesta. No obstante, recuperó la compostura y analizó a Sheryl con detenimiento.
—¿Puede aguantar golpes? —preguntó finalmente.
—¿Qué? —Sheryl se quedó sin palabras.
—Señorita, ¿de verdad cree que todo el mundo puede aprender artes marciales? Déjeme decirle que, si quiere aprender, primero debe ser capaz de luchar. Nuestros alumnos aquí aprenden a coexistir con el dolor. Sin embargo, mírese usted, ¡qué cuerpo tan frágil tiene! Me temo que sus huesos se romperían antes de que pudiera dar su primer golpe —dijo la entrenadora mientras sonreía con orgullo.
Casualmente, en ese momento, Frederick estaba en el piso de arriba; de repente, bajó la cabeza y vio a Sheryl con una blusa amarilla, luego se frotó los ojos con las manos. «¿Será verdad lo que me muestran mis ojos? ¿Qué está haciendo Sheryl aquí?», pensó.