Capítulo 67
1151palabras
2022-03-27 00:00
Sheryl se reía con mucha alegría, mientras todos los transeúntes los miraban de manera inconsciente, atraídos por la hermosa aura que desprendían. Boquiabiertos, observaban a la pareja como si ambos fueran enviados de Dios. Eran en realidad una pareja perfecta. En ese momento, estaban jugando en la playa y la brisa del atardecer agitaba ligeramente el cabello de Sheryl, quien tenía una sonrisa radiante y pura en los labios. El fugaz atardecer proyectaba un cálido tono amarillo sobre sus blancas mejillas y hacía que su impecable rostro se viera aún más hermoso. Ambos tenían la vida que todos deseaban, y los ojos de Sheryl, hipnotizantes como eones, parecían contener la Vía Láctea dentro de ellos. Al verla tan contenta, Frederick no pudo evitar sonreír. Sheryl se estaba divirtiendo tanto que no se dio cuenta de que sus pantalones estaban empapados. Cuando Frederick se percató, la llevó de vuelta a la orilla, pues le preocupaba que pudiera resfriarse.
—Frederick, por favor, déjame quedarme un poco más —suplicó Sheryl.
—De ninguna manera; espera hasta que te hayas recuperado por completo. —El tono de Frederick era irrefutable.
—De acuerdo. —Sheryl hizo una mueca y, aunque no quería marcharse, accedió a regresar a casa.
¡Boom! De repente, ambos oyeron un estruendo y, al darse la vuelta de inmediato, percibieron que el cielo estaba iluminado por fuegos artificiales muy coloridos, mientras todo el mundo en la playa aplaudía con mucha alegría.
—¡Frederick, es tan hermoso! —Sheryl casi rompe a llorar.
En ese momento, Frederick ignoró los fuegos artificiales y su mirada se concentró en el deslumbrante rostro de Sheryl. «Sí, en realidad es hermoso», pensó él.
Después de contemplar los fuegos artificiales, ambos volvieron a casa. Al llegar, Sheryl sintió de repente un poco de frío.
—No hacía frío en la playa. Sin embargo, aquí sí hay un poco —dijo Sheryl.
—Ve a ducharte y verás que al salir ya no sentirás frío —respondió Frederick, y Sheryl asintió.
Sin embargo, incluso después de haber tomado un baño caliente, Sheryl tenía mucho frío. De hecho, el frío que sentía no provenía del exterior, sino que estaba calado en lo más profundo de sus huesos. «¿Tendré una fiebre reumática?», pensó mientras se duchaba. Sin embargo, no volvió a pensar en eso. Después de la ducha, aún sentía frío, por tanto, se cubrió de inmediato con las sábanas. Frederick no estaba allí, pero Sheryl supuso que no dormiría en la misma habitación que ella. No tenía intención de obligarlo a hacer algo que él no quisiera, por lo que decidió enfrentar la situación con calma. Como estaba muy cansada, se cubrió bien con las sábanas y se quedó dormida.
Más tarde en la noche, Frederick abrió la puerta de la habitación y, al ver que Sheryl estaba durmiendo, entró con mucho cuidado. Ella, que estaba profundamente dormida, se despertó al escuchar el ruido y, al abrir los ojos, vio el atractivo rostro de Frederick. Este último trató de mantener la calma y actuó con cautela, como si le preocupara que lo pudieran echar de allí.
—¿Qué estás haciendo aquí? —susurró Sheryl, confundida. Sin embargo, cuando Frederick estaba a punto de responderle, se dejó caer de nuevo en la cama—. Estoy muy cansada, me voy a dormir... —dijo, y luego volvió a quedarse dormida.
En ese momento, Frederick dejó escapar un suspiro de alivio y no pudo evitar sonreír al recordar su adorable mirada soñolienta. Luego se acostó a su lado y comenzó a pensar en todo lo que había sucedido ese día. Recordó de repente el rostro de Sheryl cuando estaba cenando en el restaurante y luego en la playa cuando sonreía con alegría. En ese momento, solo podía verla a ella, y el resto del mundo parecía haberse desvanecido.
—Tengo frío... —dijo Sheryl mientras temblaba.
De repente, Frederick recordó que Sheryl aún no se encontraba bien cuando caminó descalza por la playa esa noche. Además, cuando volvieron, había mencionado que tenía frío... En ese momento, le puso la mano en la frente con cautela, para no despertarla, y sus cejas se arrugaron al tocarla. Tenía fiebre, seguro causada por el clima fresco de la noche y la fría agua de la playa. Por fortuna, no parecía ser una fiebre muy alta. No era nada grave, así que se pondría bien después de tomar algún medicamento. En ese momento, Frederick se levantó de la cama y bajó a buscar paracetamol para ella.
Por otro lado, Sheryl seguía temblando en la cama, y cada vez tenía más frío. Cuando era niña, había tenido una grave enfermedad, y desde entonces su cuerpo era muy débil. En aquella ocasión, estuvo tan grave que su familia se asustó muchísimo y tuvo que recorrer toda la ciudad para encontrar una cura para ella. Todos los médicos dijeron que no podían hacer nada al respecto, pues afirmaban que Sheryl tenía una constitución muy débil y que viviría con esa dolencia toda su vida. Por fortuna, uno de los médicos que acudió a examinarla le diagnosticó una enfermedad congénita que le producía escalofríos involuntarios, y también le recetó algunas medicinas que poco a poco mejoraron su estado de salud. A partir de ese momento, Zelson le dio todo tipo de vitaminas y suplementos para asegurarse de que su cuerpo recibía los nutrientes adecuados. Aun así, su sistema inmunológico no era tan fuerte como el de una persona sana, y por esta razón la fría brisa de la noche le había causado aquella fiebre.
Al bajar las escaleras, Frederick se dirigió a buscar la medicina. En ese momento, se sintió un poco ansioso, pues no sabía dónde Cindy la había colocado. Por fortuna, esta última había salido de su habitación para ir al baño y, en ese momento, vio a Frederick nervioso buscando algo en los armarios.
—Joven, ¿qué está buscando? —preguntó ella con curiosidad.
—Cindy, ¿dónde está el paracetamol?
—Está en la gaveta de abajo, permítame ayudarlo. —Cindy enseguida encontró la medicina y se la entregó a Frederick—. Joven, ¿tiene fiebre? —preguntó con preocupación.
—No soy yo. Es Sheryl la que tiene un poco de fiebre —respondió él.
—¿Necesita ayuda? —preguntó Cindy.
—No pasa nada. Solo es una fiebre leve. Puedes volver a la cama, que yo me encargo de todo —explicó Frederick.
Cindy asintió y se fue a descansar. Entonces, Frederick tomó un vaso con agua y volvió a la habitación de Sheryl. Una vez allí, le pidió a esta que se sentara, y luego le dio el agua y las pastillas. Después, fue al baño y mojó dos toallas, luego dobló una de ellas de forma rectangular y la colocó sobre la frente de Sheryl. A continuación, utilizó la otra toalla para frotarle el cuerpo y refrescarla. En ese momento, la fiebre no cedía, pues, aunque no era muy alta, el sistema inmunológico de Sheryl era muy débil. Frederick estuvo a su lado todo el tiempo y, dos horas después, la fiebre finalmente bajó.