Capítulo 66
1168palabras
2022-03-27 00:00
«¿Dónde deberíamos ir?», pensó Sheryl por un momento, y luego exclamó de repente:
—¡Vamos a la playa!
Al verla tan entusiasmada, Frederick no pudo decirle que no, y diez minutos después llegaron a la playa. La ciudad costera era un destino turístico famoso. Además, como estaban en verano, había muchas personas allí. Hombres y mujeres caminaban por todas partes con trajes de baño que dejaban al descubierto algunas partes de su cuerpo, y no les importaban para nada las miradas ajenas. Por otra parte, un niño que llevaba un flotador de muchos colores corría por la playa con sus pequeñas piernas. De vez en cuando, se caía, pero enseguida se levantaba, lo que hacía que la escena fuera muy tierna. Muy cerca de allí, los vendedores de los puestos ofertaban todo tipo de artículos: trajes de baño, gafas de natación, salvavidas, protectores impermeables para celulares...
Mientras algunos salían del mar empapados, otros se sumergían en este. En general, todos tenían una sonrisa en los labios y parecían estar muy felices. Por otro lado, al observar a los alegres bañistas, Sheryl sintió deseos de divertirse también.
—Frederick, ¿nos unimos al resto? —preguntó ella de repente. Estaba tan entusiasmada que parecía haber olvidado el hecho de que todavía estaba herida.
—Todavía tienes el brazo herido. ¿No crees que te sentirías incómoda? —le recordó Frederick, quien, aunque parecía que la estaba regañando, en realidad solo estaba preocupado por ella.
Al escucharlo, Sheryl se sintió protegida y confundida al mismo tiempo.
—Todo va a estar bien. Tendré cuidado y trataré de no mover el brazo. Además, no voy a entrar en el agua, solo caminaré por la playa, así que no te preocupes —le explicó ella.
—En la playa hay mucho frío por la noche, y todavía no te has recuperado. ¿Qué pasa si vuelves a agarrar un resfriado? —insistió Frederick, preocupado.
Al escuchar esas palabras, Sheryl sintió ganas de reír. En ese momento, se dio cuenta de que detrás de aquel hombre indiferente también existía una persona atenta y preocupada.
—Frederick, no te preocupes, no me resfriaré. Te lo prometo.
Al decir esto, se dio unas palmaditas en el pecho, para parecer muy responsable. Ante semejante gesto, Frederick no pudo decir que no, y entonces asintió con la cabeza. Luego, como una niña pequeña, Sheryl abrió los brazos de par en par mientras corría hacia la playa. Entonces, varias imágenes comenzaron a reproducirse en su mente de repente, como si formaran parte de una película. Al parecer, los recuerdos eran de su vida pasada.
En aquella época, había ido a la playa a celebrar su primer aniversario de bodas con Frederick. Aquel día, el sol parecía perfecto y la brisa no era seca. Además, el mar tenía un formidable color azul y el paisaje era excepcionalmente bello. Recordó que ese día Frederick había gastado mucho dinero en reservar toda la playa para celebrar un banquete, y muchos familiares y amigos estaban presentes...
—Señorita, ¿sabía que el presidente le tiene una sorpresa preparada para hoy?
Zayne le había prometido a Frederick que no le diría nada a Sheryl sobre la sorpresa. Sin embargo, cuando la vio, no pudo evitar decírselo. No obstante, a Sheryl no pareció gustarle mucho la idea.
—¿Sorpresa? ¿De qué demonios estás hablando? —preguntó ella con desdén.
—Lo sabrá en el momento adecuado —explicó Zayne con un poco de suspenso.
—No me interesa lo que haya preparado. ¡No necesito su estúpida sorpresa! —exclamó Sheryl con desprecio.
En ese momento, el rostro de Zayne se tornó pálido, pero no dijo nada. Al cabo de un rato, Natalie llegó muy entusiasmada y acompañada de varias de amigas.
—Sheryl, ven y echa un vistazo. Mi hermano te preparó una gran sorpresa.
—¡Sí, sí! ¡Vaya, qué envidia! —exclamaron emocionadas sus amigas.
Al verlas tan animadas, Sheryl no pudo evitar sentir curiosidad por la sorpresa que le había preparado el fastidioso de Frederick, y entonces decidió salir a echar un vistazo. Cuando salió, se quedó muy sorprendida. Frederick estaba parado en un enorme yate de lujo, y los rayos de sol iluminaban directamente su atractiva figura. En ese momento, la miró con sinceridad.
—Sheryl, hoy es nuestro primer aniversario de bodas, y este yate es un regalo especial para ti; ¿te gusta?
Sheryl no esperaba que el regalo fuera un yate tan genial y maravilloso. Sin embargo, cuando recordó que provenía de Frederick, se sintió de inmediato disgustada.
—¿Estás loco? ¿Para qué me compraste un yate?
Al decir esto, hizo una mueca de desprecio, y luego se marchó. En ese momento, el ambiente se volvió muy incómodo. Esa noche, se lanzaron coloridos fuegos artificiales por todo el cielo como si fuera nochevieja, mientras que todos los presentes en el banquete suspiraron y dijeron que Sheryl era una mujer muy afortunada. Sin embargo, la Sheryl de entonces no sabía apreciar todo eso, y solo sabía que odiaba ser la esposa de Frederick. De repente, su celular sonó, y al ver que era una llamada de Julia, contestó de inmediato.
—¡Sheryl, ocurrió algo horrible! William tuvo un accidente automovilístico.
—¡¿Qué?! —exclamó Sheryl, sorprendida.
—¡Debes venir corriendo para acá! —dijo Julia.
—¡De acuerdo!
Sheryl estaba molesta por la presencia de Frederick, pero, en cuanto supo que algo malo le había ocurrido a William, se marchó de inmediato. Al final, la sorpresa de Frederick quedó arruinada por completo. En ese momento, una mano hizo una señal frente a los ojos de Sheryl, y esta volvió en sí de repente.
—¿En qué estás pensando? —preguntó Frederick con delicadeza al ver que estaba soñando despierta.
—Nada, solo estaba pensando en algo —respondió Sheryl.
Mientras hablaba, lo miró y sintió un gran remordimiento en su corazón. En su vida pasada, lo había decepcionado mucho al arruinar su sorpresa... así que en esta vida tenía que compensárselo. En ese momento, Sheryl se sintió muy decidida a cumplir esas palabras. «Sí, ¡debo rectificar mi error!», pensó con gran determinación, y entonces se quitó de repente los zapatos.
—¿Qué estás haciendo? —Frederick la miró con desconfianza.
—¡Ya que estamos en la playa, deberíamos quitarnos los zapatos y caminar con los pies descalzos! —respondió ella con una gran sonrisa en los labios.
—Pero… —Frederick estaba un poco preocupado.
De inmediato, los delicados pies de Sheryl se hundieron en la arena. Luego, intentó dar unos pasos mientras dejaba que la suave arena acariciara sus pies; esa sensación la hizo sentir muy emocionada.
—Frederick, ¡ven conmigo! —le dijo ella al darse la vuelta.
Al escucharla, Frederick se quedó muy sorprendido, pues él nunca había hecho algo así.
—¡Apúrate! ¡Ja, ja! ¿Te da vergüenza? —preguntó Sheryl entre risas al ver que se había quedado parado sin hacer nada.
Frederick estaba muy indeciso... Sin embargo, aunque tenía un poco de dudas, accedió a complacerla. Finalmente, ambos se subieron los pantalones y entraron en la playa con los pies descalzos. Entonces, ella lo tomó de la mano, y ambos corrieron hacia la orilla felices mientras dejaban que las olas acariciaran sus tobillos. La refrescante sensación los hizo sentir muy bien.