Capítulo 62
1109palabras
2022-03-26 00:00
Después del desayuno, Frederick estaba a punto de irse.
—¿Ya te vas? —preguntó Zelson.
—Me temo que tengo que marcharme, pues tengo algunos asuntos pendientes en la empresa —contestó Frederick con amabilidad.
—Está bien —asintió Zelson. Luego empujó a Sheryl, que estaba a su lado, y añadió—: Ya que te vas, ¿por qué no te la llevas contigo? —En ese momento, Sheryl se quedó boquiabierta, ya que todavía no pensaba marcharse—. Ahora que eres una mujer casada, debes evitar causar problemas y tienes que mejorar tu comportamiento, ¿de acuerdo? —continuó Zelson antes de que Sheryl pudiera decir algo.
—Yo... lo sé —asintió Sheryl.
Luego, Zelson se volvió hacia Frederick.
—Frederick, por favor, cuida de ella por mí. Además, no quiero que se repita lo de anoche.
—Tranquilo, yo la protegeré —asintió Frederick con firmeza.
Luego subieron al auto mientras el resto de la familia los despedía. Sin embargo, una vez dentro, el ambiente se tornó muy incómodo. Sheryl no le había hablado desde la noche anterior, pero parecía que había pasado mucho más tiempo. Por un momento, no supo qué decir, pero, por suerte, Frederick rompió el silencio de repente:
—¿A dónde quieres ir? ¿Te dejo allí primero?
—Quiero ir a la escuela —dijo Sheryl.
—¿A la escuela? —Al oír esto, Frederick no pudo evitar fruncir el ceño—. Tu brazo aún está herido, ¿estás segura de que quieres ir a la escuela? ¿Por qué no vas a casa y descansas un poco? Puedes volver a la escuela cuando estés recuperada por completo. Si en realidad tienes tantas ganas de estudiar, deberías cuidarte un poco más.
—Estoy bien —dijo Sheryl con indiferencia. Luego, se volvió para mirar a Frederick y añadió—: Me lastimé el brazo izquierdo, no el derecho, así que todavía puedo sostener un bolígrafo.
—¿Estás segura? —Frederick la miró dubitativo.
—Sí, estoy segura. —Sheryl estaba decidida.
Ante tanta persistencia, Frederick no tuvo más remedio que llevarla a la escuela.
—Cuando termines, espérame en la puerta del frente, que te llevaré a cenar.
Sheryl se puso feliz al escuchar sus palabras, y aceptó con una sonrisa. Luego, entró en el recinto escolar. En cuanto llegó al aula, todo el mundo se quedó mirando hacia su brazo vendado. Todos los alumnos tenían curiosidad por saber qué le había sucedido. Sin embargo, Sheryl podía sentir que todos la miraban de una forma diferente después de lo ocurrido con la tesis, y esto la hacía sentirse mucho mejor. En ese momento, Nancy se acercó a ella corriendo al ver la venda en su brazo.
—Sheryl, ¿qué te sucedió en el brazo? —preguntó con preocupación.
—No es nada, solo fue una caída —explicó Sheryl, quien se sentía muy conmovida por la preocupación de Nancy.
—Ah, entiendo. —Nancy respiró aliviada—. La verdad es que tenía miedo de que Julia hubiera contratado a alguien para que te hiciera daño por haber expuesto todas sus fechorías.
—No, estás echando a volar demasiado tu imaginación, pero... —dijo Sheryl entre risas, y luego de mirar alrededor del aula, preguntó con curiosidad—: ¿Dónde está Julia? ¿Aún no ha llegado?
—Tienes razón, la clase está a punto de empezar, y aún no ha llegado —dijo Nancy, que acababa de darse cuenta de la ausencia de Julia.
Era muy extraño que Julia llegara tarde a clases. Entonces, Sheryl se preguntó si quizás estaría tan asustada que no se atrevía a ir a la escuela. Sin embargo, mientras pensaba eso, Julia apareció con los libros en las manos. «¡Hablando del diablo!». Luego, en cuanto entró en el aula, sus compañeros le lanzaron miradas de desprecio.
—¿Cómo se atreve a venir aquí?
—Si fuera yo, no me atrevería a hablarle a nadie, después de todo lo sucedido.
—Es una sinvergüenza.
Al escuchar los comentarios de sus compañeros, Julia apretó las manos y sus uñas se clavaron profundamente en estas. En ese momento, sintió como el odio invadía su corazón, sin embargo, solo pudo apretar los dientes y mirar a Sheryl. Por otro lado, esta última bajó la cabeza mientras fingía que no se había percatado de su presencia. No obstante, como era de esperar, Julia caminó directo hacia ella.
—Sheryl...
—¿Tienes algún problema? —Sheryl levantó la cabeza con gran indiferencia.
—Sheryl, estoy aquí para disculparme contigo. Por favor... escúchame —dijo Julia de forma lastimera, y luego, comenzó a explicarse—: Admito que sabía lo del intercambio de las tesis, pues sorprendí a Lynn cuando estaba robando la tuya. Sin embargo, te juro que en ese momento quería decírtelo de inmediato, pero... Lynn me detuvo y me amenazó para que no te lo dijera. Sheryl, estaba muy asustada, y por eso no te dije nada. —Mientras hablaba, dos pequeñas lágrimas aparecieron en los enrojecidos ojos de Julia. Luego, agarró la mano de Sheryl—. No pretendía hacerte daño. Solo tenía miedo... y ahora reconozco mis errores. Perdóname, por favor. Nosotras somos mejores amigas, y me siento muy mal cada vez que me ignoras. —Su tono humilde y las lágrimas en sus ojos provocaron que sus compañeros sintieran lástima por ella.
—En realidad, la obligaron a hacerlo, lo cual también es muy lamentable... —dijeron dos chicos de la clase.
En su interior, Sheryl se burló de aquel pequeño discurso, pero, por fuera, logró mantener la calma. «Esta chica es tremenda actriz», pensó. Sin embargo, sabía que quedaría como la mala de la película si se negaba a perdonar a Julia. No obstante, nada de eso le importaba, pues por nada del mundo permitiría que esta limpiara su nombre tan fácilmente.
—¿De qué sirve llorar ahora? Si la hubieras desenmascarado a tiempo, todo hubiera sido muy diferente —dijo Sheryl, y luego añadió—: ¿Tienes idea de lo mal que me sentí? Te consideraba mi mejor amiga, y tú, en cambio, ayudaste a que me inculparan porque tenías miedo. Al final, engañaste a todos y dejaste que sufriera durante varios días. Luego expulsaron a Lynn de la escuela, pero esta no se marchó sin antes darte una paliza. ¿No crees que lo merecías? ¿Cómo podría perdonarte así como así?
Al terminar de hablar, Sheryl parecía estar muy afectada por todo lo sucedido, y por tanto decidió ignorar a Julia. El resto de los alumnos rectificó de inmediato, y volvió a creer que el comportamiento de Julia era tan detestable que no valía la pena ponerse en su lugar. Por otra parte, aunque esta última había ganado un poco de simpatía, no esperaba que las palabras de Sheryl volvieran a revertir la situación. Enojada, apretó los dientes, pero, aun así, optó por contenerse y tragarse su ira.
—Sheryl, ¿qué debo hacer para que me perdones? Sé que me equivoqué, por tanto, estoy dispuesta a hacer cualquier cosa para obtener tu perdón.