Capítulo 54
1180palabras
2022-03-23 00:00
Ella conocía bien el lugar, aunque nunca había estado allí. Era el lugar de reunión de los jóvenes de la clase alta de la ciudad. Y como ellos se reunían allí, los precios eran astronómicos, por tanto, las personas sin un estatus importante no se atrevían a ir a ese lugar. Frederick solía visitar el sitio por negocios, pero, como ella solía evitarlo, nunca había ido. Esta era su primera vez, y por estas razones, la seguridad le bloqueó el paso cuando intentó entrar.
—Señorita, no puede pasar.
—¿Por qué no? —preguntó ella, sorprendida.
El hombre la miró de arriba abajo: su cabello aún estaba húmedo, vestía ropas casuales y solo llevaba unas sencillas zapatillas en los pies.
—Por favor, muestre su invitación si desea pasar —añadió el guardia de seguridad.
«¿Invitación?». Al escucharlo, ella enfureció. «¿Por qué necesito una invitación?». La subestimaban por su forma casual de vestir y pensaron que no podía darse el lujo de asistir a ese sitio, así que no tuvo más remedio que sacar su celular y llamar a Richard. Esperó un minuto, pero este no respondió la llamada, no obstante, siguió intentando.
Richard se encontraba en una suite privada muy ruidosa. Solía trabajar todo el tiempo y nunca encontraba la oportunidad de divertirse. Ahora que estaba allí, y además con Frederick, era natural que llamara a un montón de mujeres a acompañarlos. Además, no eran mujeres comunes, eran las hijas sensuales y bellas de las familias más ricas y poderosas de la clase alta.
—¡Chicas, pásenlo bien hoy! ¡Diviértanse todo lo que quieran! —exclamó él levantando un vaso de whisky. Luego se lo bebió completo de una sola vez. Tenía una personalidad alegre y, por supuesto, era el más sociable en el lugar.
Resonaron aplausos ensordecedores y todos se sumaron:
—¡Señorito Gates, eres increíble!
—¡Señorito Gates, eres maravilloso!
Por otra parte, Frederick se encontraba en el centro del espectáculo, pero se mantenía frío como un iceberg. Había encontrado una esquina libre en el sofá, y allí se quedó solo con una copa de coctel en la mano, haciéndola girar. Su aura era tan opresiva, que parecía a punto de integrarse en la oscuridad. En ese momento, se le acercaron algunas mujeres vestidas de forma seductora.
—Joven Lance, ¿por qué se aparta? ¿No se siente solo?
—Así es, vamos a divertirnos. ¿No ve cómo nos divertimos todos?
—Para ser honesta, usted es mucho más atractivo de lo que imaginaba.
Le hablaban en voz baja para agradarle, pero también porque no se atrevían a ofenderlo si alzaban la voz. Él no le prestó atención a ninguna, pero comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza. Había pensado que, si no iba a regresar a casa, era preferible divertirse un poco con Richard, pero no se imaginó que este iba a llevar de repente a esa multitud de mujeres, ni que iba a causar tal alboroto. Toda la habitación estaba llena del sonido de la risa de las mujeres y sus chillidos agudos. Las hermosas mujeres que lo rodeaban iban y venían por turnos, mientras que él se frotó las sienes con impaciencia y sintió solo intranquilidad.
—¿Qué haces aquí? ¡Vamos a divertirnos juntos! —Richard lo encontró solo en aquella esquina y tiró de su mano para halarlo hacia la multitud. De repente, habló por el micrófono que tenía en la otra mano—: ¡Escuchen todos! —La multitud escuchó su voz y todos se callaron al momento, por lo que Richard prosiguió—: Frederick, abre los ojos y observa estas bellezas frente a ti. ¿Cuál de ellas no es preciosa? ¿Cuál de ellas no procede de una familia acaudalada? Relájate hoy y deja de pensar en esa chica rebelde, ¿está bien? —Habiendo dicho eso, miró a una de las mujeres. Esta se acercó de inmediato y tomó a Frederick del brazo.
—Ven, vamos a divertirnos. Ya no estés triste.
Pero él no lo agradeció y le retiró la mano.
—¡Piérdete!
La mujer se sintió herida y huyó.
—¡No, no te vayas! —Richard sintió ansiedad al ver eso, y estaba a punto de añadir algo cuando sonó su celular.
Lo sacó del bolsillo y vio que era una llamada de Sheryl, así que no pudo evitar fruncir el ceño. «¿Por qué me llama esta mujer?». Canceló la llamada sin dudarlo.
En ese instante, fuera de la discoteca, ella miraba su celular con furia. «¡Richard, b*stardo, lo estás haciendo a propósito!». Al ver que él no aceptó la llamada , decidió inventarse un plan B.
—¡Quiero ver al gerente! —increpó ella a los guardias de seguridad con un tono severo en su voz.
—Señorita, nuestro gerente no es alguien que vendría a verla porque usted lo pida —respondió uno de ellos, e intercambiaron miradas con una expresión complicada en sus rostros.
—No me importa. Busquen al gerente ahora mismo. Debo hablarle de algo importante. No les convendrá pagar las consecuencias si algo sucediera —insistió ella con una risita sarcástica. Era evidente que no era el tipo de persona que se rinde con facilidad.
Esas palabras fueron efectivas. Al escuchar que el asunto podría ser algo que ellos no pudieran manejar, pensaron: «¿Y si de veras hay un problema?». Así que el gerente se presentó en unos minutos. Sheryl estaba inquieta, y, en cuanto lo vio, comenzó a hablar:
—Soy la hija mayor de la Corporación Taylor, y estoy buscando a Frederick Lance. Usted sabe dónde está, ¿cierto?
«¿La hija mayor de la Corporación Taylor?». El gerente tembló al escuchar esas palabras.
—Un momento, por favor. —No se atrevía a ignorarla, e inmediatamente se dirigió a llevarle la información a Richard.
—¿Qué hace ella aquí? —Richard no pudo evitar fruncir el ceño al escuchar al hombre y añadió con desdén—: Déjala afuera. No permitas que entre.
—Yo… —Se notaba que el gerente estaba en una situación difícil. La hija mayor de los Taylor era conocida por su personalidad testaruda, así que era posible que le armara un escándalo si le negaba la entrada.
—¿Qué ocurre? ¿Ya no me obedeces? Si te digo que la detengas, lo haces, ¿comprendes? —añadió Richard antes de que el gerente pudiera decidir cómo enfrentar a Sheryl.
—Sí, comprendo —respondió el gerente asustado por el tono de voz de Richard y regresó a la puerta.
Richard estaba molesto. «Esa mujer ha perturbado a Frederick lo suficiente, y no fue fácil para nosotros venir a divertirnos. Por tanto, si ella entra, habrá sido un esfuerzo en vano».
—Lo lamento señorita, tenemos reglas según las cuales no puede entrar sin una invitación. Por favor, váyase a casa —explicó el gerente al llegar a la puerta, mientras miraba a Sheryl con una expresión de disculpa en el rostro.
«¡Otra vez la invitación!». Ella no estaba convencida.
—¿Cuánto cuesta la invitación? La voy a pagar.
—¿Eh…?
—¿Qué pasa? ¿No la puedo comprar?
—Para ser honesto, señorita, no se trata de que no quiera dejarla entrar, sino que hay alguien que se niega a recibirla. La noche es fría, por lo que es mejor para usted que regrese a casa y descanse temprano. —El hombre frunció el ceño al ver su persistencia.