Capítulo 48
1216palabras
2022-02-23 15:22
Después de que Julia se marchó, Sheryl se quedó en la escuela para recibir otras dos clases. Al fin y al cabo, tenía que recuperar sus créditos, así que estaba muy concentrada y prestaba mucha atención en clase, hasta el punto de que los profesores empezaron a mirarla con otra perspectiva, pues pensaban que por fin estaba pasando página.
Cuando las clases acabaron, recogió sus cosas con idea de ir a la empresa a ver a Frederick y cenar juntos antes de volver a casa más tarde. No estaba segura del motivo, pero una extraña sensación de ternura le invadía el corazón solo de pensarlo. Con razón se dice que cada día que pasas a lado de tu persona favorita se siente como San Valentín. Sin embargo, justo cuando salía feliz por la puerta de la escuela, alguien apareció de la nada y le bloqueó el paso.
—¿A dónde vas, Sheryl? —Esa persona no era otra que William. Llevaba un abrigo negro de marca; en resumen, todo lo que llevaba puesto era ropa cara de lujo. Iba muy bien arreglado y a la moda, lo que acentuaba su aura de joven de familia adinerada. Cualquier chica quedaría prendada solo con verlo.
Sin embargo, por desgracia, Sheryl ya no sentía nada por él, hasta el punto de que no pudo evitar sentirse un poco molesta cuando lo vio, por lo que preguntó con frialdad:
—William, ¿a qué debo el honor?
—Modera tu tono, Sheryl —dijo él con el ceño fruncido, pues no esperaba que ella lo tratara con esa actitud de buenas a primeras, y eso lo hizo sentir bastante enfadado.
—¿Qué tipo de tono esperabas entonces? Apareciste de la nada y me asustaste, y ni siquiera he dicho nada al respecto —replicó ella de mal humor.
—¡Tú! —Él estaba enfurecido, pero lo pensó mejor y respiró hondo para calmarse. «Olvídalo, no quiero discutir con una loca». Entonces, dijo con tono autoritario—: Cena conmigo esta noche, Sheryl.
Ella hizo una fría mueca de desprecio al escuchar sus palabras.
—No tengo tiempo. —Tras rechazarlo, le pasó por el lado y siguió su camino.
Al instante, él se indignó con su reacción. «¿Qué le pasa a esta mujer? Antes solía perseguirme todo el tiempo y lo único que quería era estar cerca de mí, pero ahora que me digno a aproximarme, es ella la que me rechaza», pensó y de repente se volvió y la agarró por el brazo para atraerla hacia él.
—¿Qué te pasa, Sheryl?
Ella forcejeó un poco para resistirse mientras intentaba liberarse, pero él era tan fuerte que no pudo quitárselo de encima y no tuvo más remedio que preguntarle:
—¿Qué quieres decir? Sé más específico.
—Antes te gustaba molestarme, ¿no? ¿Qué pasa ahora? No me prestas atención y te haces la difícil conmigo, ¿eh? Siento decirte esto, pero no me gusta tu jueguito —contestó él con frialdad, aún más enfadado ante su comportamiento.
Al escucharlo, ella lo miró de forma despectiva. «¡Qué tipo tan engreído!».
—No me importa si te gusta o no. ¡Suéltame! —protestó y de pronto su rostro de tornó inexpresivo.
A él le dio un vuelco el corazón cuando vio su gesto. Se veía muy decidida y no parecía que estuviera siendo melodramática y rechazándolo solo por hacerse la difícil. Era como si de verdad quisiera que él la dejara en paz. De repente, al pensar en ello, se sintió inquieto. Recordaba con claridad que Julia le había dicho que los sentimientos de Sheryl por él eran tan apasionados que estaba a punto de perder la razón, pero parecía que ya no estaba tan loca por él. Ella, por su parte, ya se estaba impacientando y trató de forcejear una vez más para liberarse.
—William, ¡suéltame! ¿Quieres que pida auxilio?
En ese momento, ella ignoraba que, no muy lejos de allí, estaba estacionado un flamante Maserati y dentro de él había alguien observando todo con una mirada fría. Zayne estaba sentado en el asiento delantero y al ver la escena que tenía ante sus ojos comenzó a sentir escalofríos que le recorrían la columna vertebral. No pudo evitar rezar en silencio por Sheryl y pensó: «Señorita, me parece que usted nunca ha oído la frase: “No desafíes a la suerte porque puedes acabar mal”». Por un momento, creyó que todo había sido puro teatro y que por fin había sentado cabeza. «¿Qué va a pensar el Presidente al verla por ahí coqueteando con otros hombres a plena luz del día? ¡El colmo de todo hombre es ser engañado por su propia mujer!». Ni siquiera se atrevía a emitir un sonido y continuó pensando: «Señorita, por favor, rece por sí misma». Entonces, la persona que estaba en el asiento trasero dijo con frialdad:
—Conduce.
—¡Claro! —Zayne no perdió tiempo y pisó el acelerador de inmediato.
…
Después de un prolongado forcejeo, Sheryl por fin se liberó de William con un repentino impulso de su propia fuerza.
—¡Suéltame! —gritó, molesta—. Nunca te gusté, William. De hecho, antes me odiabas mucho, así que, por favor, a partir de ahora, si no es para algo importante, ¡no te me acerques! —Luego se fue, así sin más y sin mirar atrás.
«¡¿Cómo se atreve a tratarme así?!». William frunció el ceño al pensar en lo que acababa de ocurrir y un atisbo de crueldad se reflejó en sus ojos. «¡Qué z*rra! ¿De verdad creyó que era importante para mí?». Después de lo sucedido, llamó a Julia y fue directo al grano:
—Sheryl no quiso comer conmigo y se marchó —dijo con tristeza.
—¿Qué? —Julia se sorprendió al oír eso y frunció el ceño mientras pensaba: «Resulta que ya William no me sirve de cebo para llegar a Sheryl». Su cabeza no paraba de dar vueltas. De veras sentía que Sheryl había estado actuando de forma muy extraña por esos días. Sin contar sus palabras o acciones, parecía haberse convertido en una persona completamente diferente a la de antes. De repente, entornó los ojos con recelo mientras pensaba en ello. «¿Será que Sheryl descubrió que la estuve utilizando todo este tiempo? ¿Acaso esa es la razón por la que ha estado descontrolada estos días?».
…
Sheryl no sentía más que asco y le costó mucho esfuerzo deshacerse de William. Todo iba bien hasta que él apareció. «¿Habrá perdido la cabeza?». Mientras pensaba en ello, se ubicó a un lado de la carretera, dispuesta a pedir un taxi para ir a Lance Group Inc. En ese momento, el celular que llevaba en el bolsillo sonó de repente. Cuando lo sacó y vio que era una llamada de Frederick, deslizó el botón a toda prisa para contestar.
—Hola, Frederick. Mis clases acaban de terminar y estaba a punto de ir a la empresa —dijo.
—No hace falta. —Una voz grave sonó desde el otro lado de la línea—. Estoy estacionado en una esquina cerca de tu escuela, también veo que hay una tienda de té con leche por aquí. Seguro sabes dónde está. Ven rápido que tenemos que ir a la gran mansión para cenar con mis abuelos esta noche.
Aunque su tono era muy frío, ella estaba más que emocionada, pues él había ido en persona a buscarla para cenar. De repente, sintió que toda la melancolía desaparecía en un instante y respondió contenta:
—De acuerdo, ya voy.