Capítulo 47
1293palabras
2022-02-23 15:22
—Lynn, ¡¿cómo te atreves a causar más problemas?! —Rainie enfrentó a Lynn con severidad—. ¿No crees que ya has hecho suficiente por hoy? —Sin embargo, esta última se mostró indiferente y le lanzó una mirada intimidante a Julia, pues en lo único que podía pensar era en desollarla viva en ese preciso instante. A Rainie le preocupaba su reacción ante esto, por tanto, indicó a los estudiantes que estaban a su lado—: Monitor de clase, acompañe a Lynn afuera y que algunos estudiantes vayan con usted. Intenten calmarla un poco.
Unos cuantos alumnos se acercaron de inmediato para sacarla del aula enseguida y, cuando estaban a punto de salir, ella de repente gritó furiosa:
—Julia Simons, ¡eres una z*rra calculadora y vas a pagar por esto!
Como era de esperar, estalló un alboroto en el aula una vez más. Los alumnos murmuraban entre sí comentarios sobre Julia a sus espaldas:
—¡Siempre vi a Julia como una diosa, pero nunca imaginé que fuera una persona tan podrida por dentro! Por eso uno nunca se debe juzgar un libro por su portada.
—Así es. Parece amable por fuera, pero resultó ser malvada por dentro.
—Será mejor que nos mantengamos alejados de ella de ahora en adelante porque podríamos acabar siendo sus próximas víctimas.
Julia hervía de rabia mientras escuchaba aquellas palabras y en su corazón solo había odio. Su imagen pública, que tanto tiempo le había costado mantener, fue destruida así de fácil. «Todo lo que pasó es culpa de la maldita Sheryl. Si no fuera por ella, las cosas no habrían llegado a este extremo. ¿Por qué? ¿Por qué Dios es tan injusto conmigo? Sheryl debería haber sido la fracasada, ¡¿por qué tuve que ser yo?!», se lamentaba con la cabeza baja. Nadie podía imaginar cuánta ira tenía acumulada en su interior. Cuando Rainie la vio, tenía el rostro hinchado, incluso tenía la piel lastimada debido a los arañazos, de los cuales brotaba sangre.
—Julia, no te quedes ahí parada. Ve a que te curen las heridas en la enfermería —ordenó Rainie.
—De acuerdo —asintió Julia con voz baja y lastimera.
Después del enorme caos, Rainie intentó dispersar a la multitud.
—Todos deben aprender esta lección. Por favor, nunca cometan errores como estos. Bien, pongamos fin a este asunto. Pueden retirarse.
Entonces, todos regresaron a sus respectivos asientos y Julia no tuvo otra opción que alejarse también, pero primero se volteó para mirar a Sheryl una vez más.
—Sheryl... —se dirigió a ella de mala gana. Sin embargo, esta la miró con frialdad y luego viró el rostro. «Esta malnacida de Sheryl, ¿quién se cree que es?». En ese momento, una chispa de odio se reflejó en sus ojos, pero desapareció casi al instante. Aunque albergaba rencor en su corazón, no se atrevía a hacer nada. Después de todo, su imagen era la de una chica pura y amable que siempre había sacado buenas notas en clase. Además, sabía mejor que nadie que si se manchaba su reputación, nadie volvería a creer en ella. Por eso, volvió a poner cara de pena—. Espérame, Sheryl. Ahora voy a la enfermería y te lo explico todo más tarde, ¿te parece bien?
Sheryl continuaba ignorándola y pensó: «¿Qué sentido tiene explicarlo todo? De todos modos, lo único que vas a hacer es decir una mentira tras otra». Después de que Julia se fue, se abrazó a sí misma, perturbada. En primer lugar, ella no era una persona fuerte y además había utilizado casi toda su energía en las pocas bofetadas que le dio a Julia, por tanto, tenía las manos entumecidas. Aunque, en definitiva, después de todo lo que había pasado por su culpa, por fin encontró una salida para descargar su ira.
El asunto había tomado un rumbo tan inesperado que los alumnos no se calmaron por completo hasta pasados un par de días. El escándalo era la comidilla del pueblo y la mayoría comentaba que Julia era la culpable de todo. Sin embargo, Sheryl tenía fe en que, después de lo sucedido, todos cambiarían su opinión sobre Julia.
Julia estaba de mal humor y al final no fue a la enfermería, sino que se fue directo a casa. En cuanto puso un pie allí, vio a la mujer que más odiaba en el mundo: la señora Simons. Esta mujer era una típica dama de la nobleza. Estaba sentada en el sofá de la sala de estar, viendo la televisión mientras comía papas fritas, viviendo la vida de la forma más cómoda posible. Cuando escuchó el sonido de la puerta, volteó la cabeza y no pudo evitar ridiculizar a Julia cuando vio la expresión de su rostro:
—Oye, ¿por qué tienes ese aspecto tan terrible?
Julia no dijo ni media palabra.
—¿Hiciste algo malo y te dieron una paliza? —La señora Simons se rio con desdén—. Debe ser eso. Después de todo, no eres más que una z*rra igual que tu madre. No haces nada bien.
«Z*rra igual que tu madre...». Esas palabras se clavaron como dagas en el corazón de Julia. En ese instante, se sintió impotente. Odiaba el hecho de ser solo una hija ilegítima en la familia Simons, pero no se atrevió a replicar pues se trataba de la señora de la familia. Por tanto, solo podía agachar la cabeza mientras esta estuviese viva, así que respondió en voz baja mientras se tocaba las heridas de su rostro:
—No hice nada malo, me intimidaron.
—¿Te intimidaron? —preguntó la señora con desdén—. ¡No finjas delante de mí para que sienta lástima! ¡Creo que es suficiente con que tú no intimides a los demás! A propósito, ¿no estabas jugando a ser la chica talentosa con excelentes calificaciones? ¿Por qué alguien te iba a intimidar? De veras me resulta difícil creerte. —Su tono estaba cargado de desprecio.
—Yo no hice nada —susurró Julia con la cabeza baja.
Al verla actuar de ese modo, la señora Simons se enfureció de repente sin razón, agarró un puñado de papas fritas que había encima de la mesa y se las lanzó.
—¡Cállate, pareces más muerta que viva! ¡Te merecías la paliza! ¡Quítate de en medio que no soporto mirarte!
—De acuerdo —se limitó a asentir Julia con obediencia, luego forzó una sonrisa y se dirigió a su habitación, donde por fin se quitó el disfraz.
De repente, fue como si hubiese perdido la cabeza: empezó a tomar cosas de la mesa y a estrellarlas contra el suelo. «¿Por qué? ¿Por qué? ¿Cómo fue que todo acabó así? ¡Todo el mundo me atormenta!». No podía entenderlo. Estaba claro que su intención era arruinar la reputación de Sheryl en primer lugar, pero en cambio, acabó arruinando la suya propia y ganándose el desprecio de los demás. Al pensar en ello, sintió aún más odio hacia Sheryl. «Nunca dejaré a Sheryl en paz, ni a esa z*rra de la señora Simons». Miles de pensamientos malvados llegaban a su mente. Estaba dispuesta a hacer cualquier cosa con tal de recuperar todo lo que añoraba y le pertenecía. Luego de pensar un rato por fin pudo calmarse. Entonces, se cambió de ropa, se limpió las heridas y a continuación, llamó a William. Cuando este contestó la llamada, ella preguntó sin rodeos:
—William, ¿puedes hacerme un favor?
—¿Qué ocurre? —Él estaba confundido.
—Necesito tu ayuda para invitar a Sheryl a salir esta noche… —Después de colgar, sus labios se crisparon y luego revelaron una sonrisa siniestra. A juzgar por la situación, no sería favorable para ella tener una pelea con Sheryl en ese momento. Por eso quería invitarla a salir, para fingir que reconocía su error, pedirle perdón y luego hacer las paces. Sin embargo, ella nunca aceptaría su invitación porque todavía estaba enfadada; por lo tanto, era mejor pedirle a William que lo hiciera.