Capítulo 38
1091palabras
2022-02-23 15:21
«¿Por qué no admite que contrató a alguien? ¿No le da vergüenza?».
«Todavía tiene el valor de escribir una tesis en público. En verdad no sé de dónde viene su autosuficiencia».
«¿Habrá sufrido algún daño cerebral cuando era niña o tendrá el cerebro de un cerdo? ¿Cómo tiene cara para presumir semejante basura?».
«No se le puede pedir más a esa tonta».
«Nunca ha habido una estudiante tan pretenciosa como Sheryl Taylor en el Departamento de Finanzas. ¡Sheryl Taylor eres una vergüenza!».
Eran tantos los insultos que Sheryl no pudo seguir leyendo. Abrió una ventana que mostraba el contenido de su tesis y, cuando lo leyó bien, de repente se puso pálida. No entendía lo que estaba pasando. Estaba tan enfadada que le temblaba todo el cuerpo, ya que ella no había escrito la tesis que aparecía en la foto; se la habían cambiado.
Julia, que estaba a su lado, se regodeaba al ver su reacción. Sin embargo, fingió consolarla:
—No te pongas triste Sheryl. No pasa nada, hiciste lo mejor que pudiste. La próxima vez, debes trabajar más duro.
«¿Trabajar más duro? Se suponía que no tendría que hacer la tesis de nuevo», pensó Sheryl. Era evidente que alguien sentía envidia de ella. Sheryl barajaba la posibilidad de que se la hubieran cambiado, así que se volvió de repente y miró a Julia hecha una fiera. Podía intuir que aquello era otra de las malvadas obras de Julia, quien, al parecer, no la dejaría en paz.
—Sheryl, ¿qué te pasa? ¿Por qué me miras así? —preguntó Julia sorprendida al ver la mirada fulminante de Sheryl.
«¿Que qué me pasa? Todo lo que has hecho a mis espaldas», pensó Sheryl. Estaba tan furiosa que, si hubiera tenido láser en los ojos, la hubiera dejado como un colador. Julia era una villana despreciable, pero todo el tiempo pretendía ser una flor elegante. Era repugnante, pero, desafortunadamente, aún no era el momento de volverse contra ella; por eso, Sheryl decidió tragarse su ira y, con mente fría, decirle:
—Nada, es que me sentí un poco mareada de repente. —Sheryl cerró el sitio de la escuela y respiró profundo para canalizar la ira—. Julia, gracias por venir a verme y contarme esto. De no ser por ti, no me hubiera enterado —le agradeció con una leve sonrisa.
«¡Qué tonta eres Sheryl!», se burló Julia para sus adentros al ver que le agradecía.
—¿Por qué eres tan formal? Somos amigas, así que es mi deber ayudarte —le contestó Julia sonriendo con hipocresía.
Sheryl asintió, fingió estar débil y se tocó la frente.
—Estoy mareada. Julia debo descansar un rato. Será mejor que vuelvas a la escuela lo antes posible porque tienes que asistir a clases.
Julia aceptó y se fue contenta. En tanto, Sheryl se aseguró de que se alejara y dejó de fingir.
«¡Eres despreciable Julia!», pensó Sheryl y, al mismo tiempo, comenzó a idear una forma de salir del embrollo en el que estaba metida. Era obvio que habían sustituido su tesis por otra y que, de seguro, habrían destruido el borrador original, la única prueba que podría demostrar su inocencia.
Durante el examen, Sheryl fue precavida e hizo una copia extra de su tesis. No obstante, aunque la mostrara, nadie le creería porque los resultados ya se habían anunciado. Tal vez solo lograría que creyeran más en la posibilidad de que contrató a alguien para que le redactaran la tesis. Sheryl pensaba una y otra vez, y lo único que hacía era entornar lo ojos y angustiarse más. «La jugada de Julia esta vez fue bien sórdida». Sin embargo, no se dejaría derrotar tan fácil y sería capaz de darle la vuelta a la tortilla, aunque le costara mucho esfuerzo. Sheryl sonreía con malicia, pues nunca se dejaría pisotear por Julia, ¡nunca!
Por la tarde, a pesar de su malestar físico, Sheryl fue a la escuela. En cuanto entró por la puerta, un grupo de alumnos comenzó a señalarla y a criticarla. La miraban con desprecio, como si hubiera cometido una inmoralidad. Además, se burlaban de ella y la acusaban.
En ese instante, supo que el incidente se había convertido en un gran problema, y que todos los profesores y estudiantes de la universidad debían conocer su infame reputación. Por suerte, solo creían que había contratado a un impostor y que había hecho trampas.
La imagen pública de Sheryl estaba destruida. A pesar de que estaba molesta, fingió que no se había enterado de nada. Cabizbaja, fue directo al despacho de Samuel, que estaba vestido con un traje blanco informal. Estaba sentado en silencio en su asiento corrigiendo los deberes; oyó que alguien llamaba a la puerta y, cuando levantó la mirada, vio a Sheryl con los ojos enrojecidos.
Se levantó enseguida de su asiento y se le acercó rápido.
—¿Por qué lloras? —le preguntó angustiado.
—Samuel, la tesis que está en el tablón de anuncios no la escribí yo —le dijo llorando agraviada y sacó de su bolsillo el borrador de la copia de seguridad.
—Cuando terminé de escribir, yo misma hice esta copia por seguridad. Esta es mi tesis. La que pusieron en el tablón de anuncios de seguro es una que sustituyeron por la mía. ¡Tienes que creerme! —le pidió sin apartar la vista.
Samuel la conocía desde que era una niña, por lo que conocía de sobra su carácter y sabía que nunca mentía a pesar de que era muy traviesa.
—Sheryl, no te preocupes, yo te creo —asintió confiado.
—Gracias Samuel.
Por fin, alguien le creía. Sheryl se sintió aliviada al instante, mientras Samuel la consoló sonriendo mientras le frotaba el cabello. Luego, miró la tesis que ella tenía en las manos y le dijo:
—Muéstrame eso.
Sheryl asintió y le entregó el borrador a Samuel, que estuvo unos minutos leyendo detenidamente. Terminó de leer con el ceño fruncido, pues aquel texto que tenía en las manos y el del tablón de anuncios ni siquiera se asemejaban. El nivel de escritura era muy diferente, por lo que estaba claro que lo del tablón era una farsa.
—Sheryl, parece que alguien cambió tu tesis —le dijo molesto—. Ay, todo es culpa mía. Cuando terminaste el examen, debí haberla revisado. Siento que todo haya salido así y que te estén acusado de manera injusta.
Sheryl sacudió la cabeza con firmeza.
—Samuel, no digas eso. No es tu culpa. Confío en que podré demostrar mi inocencia si encuentro alguna prueba de que intercambiaron mi tesis, pero... —De pronto Sheryl se detuvo—. Samuel, voy a necesitar tu ayuda en este asunto.