Capítulo 36
1091palabras
2022-02-23 15:21
Frederick llevaba un sobre todo negro que le daba un aspecto sombrío pero elegante. Había planeado quedarse una noche más en la empresa, pero no podía conciliar el sueño, porque le preocupaba que a Sheryl la hubiera atrapado la tormenta de esa noche. Al final, no pudo contener su angustia y condujo de vuelta a casa en la madrugada.
Cuando entró, le entregó el paraguas a uno de sus sirvientes y se dirigió a las escaleras. En ese momento, vio que Cindy bajaba a toda prisa y su expresión le decía que había ocurrido algo grave. La detuvo y, con el ceño fruncido, le preguntó:
—¿Qué ocurre?
—Señor, por fin ha vuelto. La señorita llegó a casa esta tarde bajo la lluvia y ahora tiene mucha fiebre. Yo estaba a punto de llamar al médico —le dijo nerviosa y corrió a la sala de estar para llamar al médico.
Una vez escuchó la palabra fiebre, Frederick subió las escaleras con el corazón oprimido. En cuanto entró a la habitación, le notó el rostro a Sheryl más enrojecido de lo común. Además, estaba sudorosa e inquieta, como si estuviera atrapada en una terrible pesadilla.
—¡Sheryl! ¡Sheryl!
La sacudió dos veces y se dio cuenta de que, a pesar de que tenía mucha fiebre, estaba sudando. Sin dudarlo la cargó por la cintura y la llevó escaleras abajo.
—¡Vamos para el hospital! —le ordenó Frederick con brusquedad a Cindy, que venía de la sala de estar.
Se subieron al auto a toda prisa. A Frederick no le importaba la lluvia y conducía ansioso a gran velocidad. Cindy, por su parte, estaba en un puro nervio porque apenas se veía la carretera.
—Señorito Frederick, por favor, no vaya tan rápido. La señorita tiene fiebre y no podemos tener un accidente ahora.
Frederick hizo caso omiso a la petición de Cindy y siguió conduciendo a toda velocidad. Iba tan aprisa que llegaron al hospital en menos de cinco minutos. Se bajaron del auto y, acto seguido, Frederick fue a la sala de urgencias con Sheryl en brazos. Las enfermeras de guardia de inmediato le realizaron una serie de análisis y le pusieron una inyección para bajarle la fiebre, pero la temperatura no cedía. No fue hasta que el médico le dio un sedante que la fiebre fue disminuyendo poco a poco.
Una hora después, la fiebre por fin bajó y a Sheryl le cambió el semblante. Frederick y Cindy, que no le quitaban el ojo, suspiraron aliviados. No obstante, él aún estaba angustiado al verla acostada en la cama. Se sentía culpable por no haberle pedido a Zayne que fuera tras ella; si lo hubiera hecho, no habría ocurrido algo así.
Al día siguiente, el sol salió poco a poco y Sheryl se despertó lentamente. Cuando abrió los ojos, vio el techo blanco y limpio y se preguntó dónde estaba. Cuando inclinó la cabeza, vio a Frederick durmiendo en un sofá. Los rayos de sol que entraban a través de la ventana le iluminaban su apuesto rostro y lo hacían lucir angelical: parecía una pintura. Sheryl no pudo evitar sonreír al verlo y quiso levantarse, pero no pudo, ya que aún tenía el cuerpo débil y adolorido. No podía ejercer ni un ápice de fuerza, mientras que Frederick se despertó cuando oyó un gemido. Al verla despierta, se puso un poco nervioso, se le acercó y preocupado le dijo:
—Por fin despertaste. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Sigues estando incómoda?
Era la primera vez que Sheryl lo veía así, por lo que no estaba acostumbrada.
—Estoy bien, pero me siento débil. ¿Puedes ayudarme a sentarme? —le preguntó con suavidad.
Frederick, que se sentía culpable, no pudo negarse. La sujetó por los hombros con ambas manos y la ayudó a levantarse, pero Sheryl se desplomó de repente y se apoyó en sus brazos. En un instante, a Frederick se le congeló el cuerpo, mientras que Sheryl levantó la cabeza y, mirándolo con ilusión, le preguntó:
—¿Ya no me vas a evitar?
Frederick estaba impresionado con la pregunta, pues era evidente que ella lo sabía todo. La intuición de las mujeres es increíble y, sin duda, Frederick había estado evitándola durante los últimos días. Por supuesto que ella se había dado cuenta y, si él quería evitarla, ella encontraría la manera de verlo.
Cuando la vio actuar así, supo que casi se había recuperado, y de repente volvió a su actitud fría.
—Aún no te has recuperado, así que acuéstate y descansa —contestó Frederick mientras la apartaba.
Luego, se dio la vuelta dispuesto a marcharse. Enfadada, Sheryl lo agarró al ver que estaba a punto de marcharse sin decir nada.
—Frederick, dejémonos de tonterías. Aún no tengo ni idea de por qué estás enfadado conmigo. ¿Qué he hecho mal? Si he hecho algo mal, dímelo y podré enmendar mi error, pero no me apartes sin decirme una palabra —le insistió mirándolo.
Al ver la expresión de Sheryl, Frederick sonrió de repente con amargura, le apartó la mano y le dijo con suavidad:
—Descuida, no has hecho nada malo. —«Solo... solo estás enamorada de otro hombre...», pensó con el corazón deshecho. Le dolía solo de pensarlo; sin embargo, tenía que admitir que no estaba mal que Sheryl se enamorara de otro hombre. Ella se sentía atraída por William; al igual que él había reservado todo su corazón para ella.
—Descansa bien. Le pediré a Cindy que venga a cuidarte —le dijo él con indiferencia, se dio la vuelta y se marchó sin mirar atrás.
Sheryl se quedó mirando como se alejaba. Quería que se quedara, pero no podía hacer nada. Se sentía frustrada y, en ese momento, se preguntaba qué había hecho para estropearlo todo y qué le sucedía a Frederick. No entendía nada.
Poco después de que Frederick se fuera, Cindy entró con un desayuno ligero. Luego de comer un poco, Sheryl no quiso seguir en el hospital e insistió en que le dieran el alta.
—Señorita, usted aún no está bien físicamente, así que debería quedarse unos días más —le sugirió Cindy, preocupada.
—Estar aquí es un fastidio. Quiero ir a casa —contestó Sheryl negando con la cabeza.
A tanta insistencia, Cindy le preguntó al doctor si Sheryl podía irse a casa. Entonces, de nuevo la chequearon y, al confirmar que no había nada anormal, le dieron el alta. Cuando el papeleo estuvo listo se fueron a casa.
Aquel día no fue a la escuela porque aún estaba débil por la fiebre, pero lo que no se imaginaba era que la escuela estaba en un completo caos.