Capítulo 34
1087palabras
2022-02-23 15:21
«¡Sinvergüenza! Tuviste tiempo para esperar a Sheryl, pero no tienes tiempo para cenar conmigo. Samuel Frank, ¡Sheryl te tiene embobado!», pensó Rainie y volvió a la oficina. No paraba de darle vueltas al asunto y estaba furiosa. Miró la tesis que tenía en la mano y resopló con desdén.
—Sheryl Taylor, con tu nivel, ¿qué cosas buenas podrías escribir? Estoy segura de que contrataste a alguien para que te ayudara. Si apruebas, ¡dejo de llamarme Rainie!, ¡ya lo verás!
De repente, recordó que, para garantizar la equidad y la justicia, Samuel también participaría en la puntuación de la tesis. Aunque Rainie estaba segura de que Sheryl no produciría nada sobresaliente, temía que Samuel se parcializara y le diera una puntuación alta. En ese momento, abrió con prisa la tesis y la leyó con cuidado desde principio a fin. Cuando terminó, estaba conmovida. La tesis era muy buena, por lo que no sería una exageración darle noventa puntos o más. Rainie se dio cuenta de que, en efecto, la tesis sí era de Sheryl.
—¡Al diablo! No es nada buena. ¡No le daré una puntuación alta! —exclamó con enojo, tiró el documento sobre la mesa y se fue enfadada.
Poco después de que Rainie se marchara, dos sujetos abrieron la puerta del despacho y entraron sigilosamente sin que nadie los viera. Rebuscaron en la mesa hasta que encontraron la tesis de Sheryl y la sustituyeron por otro documento diferente. Después, se escabulleron y cerraron la puerta.
Al salir de la escuela, Sheryl tomó un taxi para ir directo al Lance Group Inc. En realidad, no quiso cenar con Samuel porque tenía muchas preocupaciones en la cabeza. Además, estaba tan deprimida que nada la animaba debido a que había pasado varios días sin ver a Frederick. Por primera vez, sentía que los días parecían años, y echarlo de menos era una tortura. Lo extrañaba tanto que creía que veía su silueta por todas partes, y pensaba que no podían seguir así. No todos tenían la oportunidad de renacer y, si Dios le había dado esa oportunidad, no podía desperdiciarla. Además de la venganza, el propósito más importante de su renacimiento era recuperar su relación con Frederick. Sin embargo, ahora no podían ni siquiera verse, pero la determinación de Sheryl crecía a medida que pensaba en ello. Estaba decidida a encontrar a Frederick y no le importaría lo que él le dijera. No se quedaría de brazos cruzados, porque eso solo los distanciaría aún más.
Diez minutos más tarde, en el Lance Group Inc. Zayne la vio entrar a la empresa. En un abrir y cerrar de ojos, Zayne se le acercó y le dijo con respeto:
—Señorita, ¿qué hace aquí?
—Apártese de mi camino, que voy a ver a Frederick —dijo Sheryl con firmeza.
Sin esperarlo, Zayne parpadeó y se puso delante de ella.
—Lo siento mucho, señorita. El presidente lleva dos días en un viaje de negocios. Si lo extraña, llámelo o envíele un mensaje de texto.
Sheryl ya lo había llamado y le había escrito, pero Frederick parecía haberse evaporado de la faz de la Tierra; no había recibido la más mínima noticia de él.
—¿Adónde se fue a hacer negocios? —preguntó calmada mirando a Zayne.
—Eeeh... —Zayne se quedó boquiabierto sin saber qué decir. «¡Demonios! Y ahora qué le digo», pensó.
—¡Apártate de mi camino! ¡Quiero verlo! —exclamó Sheryl decida al ver la expresión sospechosa de Zayne.
—Señorita, el presidente está para un viaje de negocios, así que, aunque suba, no lo va a ver. —Zayne se interpuso de nuevo para detenerla.
—No me mienta; sé que no quiere verme —contestó ella con incredulidad.
—Señorita, le estoy diciendo la verdad. El presidente está para Estados Unidos por cuestiones de negocios. Si no me cree, puede comprobar su vuelo. —Zayne no sabía cómo convencerla.
—Usted es su asistente. ¿No te llevaría con él si se fuera de viaje de negocios? —preguntó Sheryl en tono burlón.
—Señorita, el presidente está para un viaje de negocios y solo se llevó al director de la empresa para este proyecto. No puedo hacer nada al respecto —insistió Zayne y sacó su celular. Luego, buscó la información del vuelo de Frederick y se lo entregó a Sheryl—. Mire, estos son los dos últimos vuelos del señor Frederick.
Sorprendida, Sheryl estuvo unos segundos mirando la información de los vuelos en el celular y, en efecto, hacía dos días que Frederick había viajado a Estados Unidos. A Sheryl se le estrujó el corazón de repente, ya que todo parecía indicar que se había ido. Sonrió disgustada, pues no lo creía capaz de tomar tales medidas para esconderse de ella.
—¿Señorita? —preguntó Zayne al verla decepcionada—. ¿Se encuentra bien? —inquirió de nuevo mientras agitaba una mano frente a Sheryl en señal de preocupación.
Sheryl volvió en sí y sacudió la cabeza con decepción.
—Sí, estoy bien. Por cierto, si Frederick vuelve, me lo comunica de inmediato.
—No se preocupe, eso haré —contestó Zayne.
Sheryl se marchó sin más, mientras que Zayne esperó que se alejara, subió las escaleras y fue directo al despacho de Frederick. Este estaba en su asiento jugando con un objeto que parecía de acero. A pesar de la inexpresión de su rostro, conservaba su característico temperamento noble.
Zayne entró y susurró:
—Presidente, hace un rato vino la señorita Sheryl, pero le dije que usted estaba de viaje de negocios y se marchó.
Al oír esto, Frederick no respondió, solo asintió. En ese instante, Zayne se percató de que el cenicero de la mesa estaba repleto de colillas y quiso decirle algo a Frederick, pero se detuvo. El presidente no tenía hábito de fumar, pero últimamente había empezado a hacerlo sin mesura, por lo que todo su despacho olía a cigarrillo. Hacía dos días que su temperamento no era el mismo y se enfadaba ante el más mínimo error. Por lo tanto, todo el personal a su alrededor actuaba con cautela y nadie se atrevía a hablar en voz alta.
Después de la visita de Sheryl, Zayne comprobó que ella era la razón de su mal genio. Frederick siempre había sido enérgico y todos se asustaban con solo oír su nombre. Sin embargo, tenía un punto débil: la señorita Sheryl.
En ese instante, un trueno sordo se escuchó de repente a lo lejos y, al cabo de unos segundos, empezó a llover con intensidad. Frederick, que miraba la lluvia desconsolado, de repente recordó que Sheryl acababa de salir hacía poco de la empresa y le preocupaba que estuviera empapada por la lluvia.