Capítulo 33
1105palabras
2022-02-23 15:20
Aunque Sheryl estaba furiosa, fingió que estaba despreocupada.
—Julia, no te preocupes. ¿Por qué me tiene que importar lo que digan los demás? No son más que un puñado de hipócritas detrás del teclado. Seguro que no se atreverían a decirme esos insultos en la cara. En Internet puedes criticar a quien quieras, y, si les gusta tanto insultarme, que sean felices, ¿no te parece? —dijo Sheryl sonriente y se quedó mirando a Julia fingiendo despreocupación.
—Sheryl, no seas tan dura contigo misma, ¿en serio no te molesta? —le preguntó Julia con timidez y disgusto al ver que Sheryl le sonreía con tanta tranquilidad.
—En lo absoluto; ¿alguna vez te he mentido? —dijo Sheryl sonriendo—. Además, no me parece que tenga que devolverle la mordida a una sarta de perros rabiosos. Lo considero bastante antihigiénico, ¿no crees?
—Sí. —Julia solo asintió, ya que la respuesta de Sheryl le cambió la expresión en el rostro. Estaba tan confundida que a lo único que atinó fue a sonreír—. Por cierto, Sheryl. —Julia cambió de repente el tema—. ¿Estás segura de que harás la tesis en público? ¿Necesitas que te ayude? Tengo algunos materiales que no utilicé cuando hice la mía.
Sheryl resopló por dentro cuando escuchó el ofrecimiento de Julia, porque sabía que sería más un estorbo que una ayuda.
—No hace falta, Julia, me voy a esforzar al máximo y utilizaré mis propios materiales para demostrar mi inocencia —negó con una sonrisa.
—Pero...
Julia insistía, pero Sheryl la interrumpió:
—No se hable más, Julia. Voy a hacer la investigación yo misma. Gracias por tu amabilidad, pero puedo hacerlo sola, descuida.
—Bueno, entonces, buena suerte con tu investigación, no te molestaré más —contestó Julia al ver que Sheryl lo había dejado todo claro y que no debía insistir más.
Después de eso, Julia salió del aula. Lynn, que estaba en la puerta, cuando la vio salir, se acercó y preguntó:
—¿Qué te dijo?
—Me dijo que podía hacerlo sola y no aceptó mi ayuda —respondió Julia con impotencia.
—¿En serio? —preguntó Lynn preocupada—. ¿De verdad crees que lo logrará?
—¿Cómo voy a saber si lo logrará o no? —replicó Julia con los hombros encogidos.
—¿Y si lo logra? —preguntó Lynn.
—No importa que lo consiga, aún tengo otras formas de lidiar con ella —contestó Julia y ambas sonrieron con malicia.
Por la tarde, cuando Sheryl estaba investigando para la tesis, Rainie la llamó a su despacho.
—Sheryl, te voy a vigilar todo el tiempo hasta que termines de escribir tu tesis con el profesor Frank. No tendrás la más mínima oportunidad de hacer trampa. ¿Estás segura de que puedes hacerlo? —le preguntó Rainie con seriedad.
—Sí, puedo —respondió Sheryl sin titubear.
Rainie se sintió un poco descontenta al verla tan segura de sí misma y no pudo evitar decirle en tono burlón:
—Espero que no me defraudes. Ven al estudio por la tarde; ese será el tiempo que te daré. Si no redactas la tesis para entonces, tendrás que asumir las consecuencias.
—De acuerdo —respondió Sheryl. Luego tomó bolígrafo y papel y fue al estudio.
Cuando llegó al estudio, Samuel y Rainie ya estaban allí. Samuel estaba vestido de blanco, e inspiraba tranquilidad y dulzura. Cuando este la vio venir, se le acercó.
—Buena suerte. Confío en que lo vas a lograr —le dijo para animarla mientras le acariciaba el cabello con delicadeza.
—No te preocupes, Samuel, haré lo que pueda —dijo Sheryl al ver que Samuel la consolaba.
—¡Sheryl, es la hora, por favor, empieza a escribir la tesis de inmediato! —exclamó Rainie furiosa al verlos en una posición tan íntima.
Sheryl entró al estudio y estuvo allí toda la tarde escribiendo su tesis meticulosamente. Samuel a cada rato la miraba y sonreía con sutileza al verla escribir tan concentrada. A Rainie no le hacía mucha gracia que la mirara de esa manera, por eso, de vez en cuando tosía a propósito y decía:
—¡Sheryl, mantén la seriedad!
Sheryl ponía los ojos en blanco sin poder evitarlo y pensaba: «¿Cuándo no he sido seria?».
Se hizo de noche y ya era casi la hora de salir de la escuela. Rainie pulsó el botón del timbre y fue a recoger la tesis de Sheryl, que aún estaba haciendo algunas comprobaciones de última hora, pero Rainie le quitó el papel en un abrir y cerrar de ojos. Sheryl se sentía impotente, pero no le dio mucha importancia, pues había escrito la tesis con gran esfuerzo y había pensado bien cada una de las frases. Suspiró aliviada, segura de que lo había hecho bien. Al verla tan relajada, Rainie la miró con desdén y le dijo:
—No te confíes. Dudo que con tus pobres habilidades hayas escrito algo bueno. —Se puso el papel bajo el brazo y añadió—: Mañana voy a publicar el resultado y todo el mundo lo verá. Espero que no me defraudes.
Sheryl se encogió de hombros con indiferencia, pues se había esforzado al máximo por terminarla. En ese instante, Samuel se le acercó y le preguntó en voz baja:
—Por fin terminaste. ¿Cómo te fue?
Sheryl sonrió y respondió con sinceridad:
—Supongo que bien. Me esforcé al máximo; el resto depende del destino.
—Es bueno que pienses así. —Samuel asintió satisfecho—. Debe haber sido duro para ti, ya que estuviste sentada aquí toda la tarde sin moverte ni un centímetro.
—No lo fue. —Sheryl sacudió la cabeza, indicando que no era para tanto—. Escribí la tesis con seriedad y el tiempo pasó volando. Me esperaste afuera todo el tiempo, debe haber sido muy aburrido.
Samuel sonrió y cambió de tema:
—Ya que estamos tan cansados, ¿qué te parece si cenamos juntos? Encontré un restaurante hace poco que tiene platos muy buenos.
Sin embargo, Sheryl no estaba de humor, por lo que sacudió la cabeza y se negó:
—Gracias Samuel, pero tengo planes para esta noche. Lo siento.
Samuel no tuvo más remedio que dejarla ir.
—Descuida, nos vemos en otra ocasión.
Se despidieron y luego Samuel la observó alejarse poco a poco. Rainie estaba tan celosa que rechinaba los dientes de verlos juntos. Samuel nunca había sido así de amable con ella, por lo que, cuando Sheryl se alejó, Rainie se acercó y preguntó:
—Profesor Frank, aún no he comido; ¿qué le parece si cenamos juntos esta noche?
Incómodo, Samuel frunció el ceño y de repente se le ocurrió una excusa:
—¡Caramba! Casi me olvido de que tengo planes para esta noche, así que no puedo ir a cenar con usted. Profesora Rainie, le deseo que tenga una cena agradable. —Samuel se dio la vuelta, se alejó y dejó a Rainie allí recomiéndose de rabia.