Capítulo 31
974palabras
2022-02-23 15:20
Sheryl se vio obligada a retroceder poco a poco, e inexplicablemente se sintió nerviosa. «¿Qué le pasa a Frederick? Parece estar enfadado, demasiado enfadado», pensó.
—Frederick, ¿estás bien? Yo… solo sentí que no podía dormir sin ti —le dijo Sheryl en voz baja.
De repente, Sheryl sintió que se le acercó como un remolino, la sujetó por las manos con fuerza, la empujó hacia la puerta, que estaba detrás de ella, y la embistió de una manera irresistible. Con la mirada iracunda, se le acercó con prepotencia y no la dejó siquiera componerse del tirón que le había dado contra la puerta.
—Sheryl, ¿hasta cuándo vas a fingir? —Era evidente que estaba furioso.
Ella se sorprendió al ver que estaba en realidad enfadado. Aunque tenía la mente en blanco, se preguntó a qué se refería Frederick. ¿Por qué le haría esa pregunta y a qué se debía tanto enfado? Sheryl necesitaba saber qué estaba sucediendo, pero no se atrevía a echarle más leña al fuego. Por lo tanto, decidió bajar la voz y decirle con suavidad:
—Frederick, no entiendo de qué estás hablando. ¿Qué te sucede?
«¡Sigue fingiendo!», gritó Frederick para sus adentros.
—¿A qué juegas? Hace apenas unos días, sentías asco incluso cuando solo te tocaba. Sin embargo, de una noche para acá, de repente has tomado la iniciativa de acercarte a mí; hasta te preocupaste por mí y me cocinaste. Sheryl, ¿de verdad crees que no me doy cuenta de lo que intentas hacer? Es evidente que tu actitud ha cambiado de manera abrupta —la increpó con tono intenso mientras la agarraba de manera brusca por la barbilla—. ¿Acaso crees que soy tonto y que permitiré que juegues con mis sentimientos y me engañes a tu antojo?
A Sheryl le impresionó mucho que Frederick levantara la voz en las últimas palabras. Por fin comprendió que él aún no podía confiar en ella, y toda su amabilidad era solo una actuación a los ojos de Frederick. Ya que los acontecimientos habían tomado tal curso, Sheryl solo pudo mirarlo a los ojos y decirle:
—Frederick, ¿qué puedo hacer para que confíes en mí?
«¿Confiar?». Frederick hizo una mueca, ya que no quería volver a utilizar esa palabra nunca más.
—Basta, no utilices esa palabra. Solo dime qué te traes entre manos y no te andes por las ramas ni trates de tomarme el pelo.
Frederick la miraba con rabia. El poema de amor en las notas y el hecho de que ella no quisiera admitir su estratagema lo tenían afligido. Ella había sido la única en su corazón desde el principio hasta el final, en cambio, ella todavía no estaba preparada para dejarlo. Para estar con ese hombre, se hizo pasar por su esposa para poder engañarlo, así que Frederick no pudo contener la ira y le apretó las manos con más fuerza. Sheryl sintió dolor, pero, aun así, lo miró a los ojos con firmeza.
—Frederick, te juro que no te estoy engañando. Tienes que creerme. —Sheryl había cometido muchos errores en el pasado, y por eso Frederick había perdido la confianza en ella. No obstante, ya no era la de antes, había renacido. Quería enmendar sus errores, reinventarse el destino y amarlo con todo su corazón. Eso era lo único que tenía en mente.
—¿Que no estás jugando Sheryl? ¿De verdad crees que no tengo ni idea de lo que pasa por tu cabeza? —le preguntó Frederick con sarcasmo y le puso el dedo índice en el pecho—. Hay alguien más escondido aquí y quieres engañarme. ¿Creías que te dejaría volver con William por pena ahora que empezaste a cuidar de mí, que permitiría que alcanzaran sus objetivos y se casaran? ¡Ni lo pienses! —exclamó Frederick burlándose con crueldad.
Sheryl se quedó atónita unos segundos y luego sintió que un aura dominante la envolvía. Se resistió, apretó los dientes y se negó a dejarlo salirse con la suya. Debía haber algún tipo de malentendido. Ella solo quería dejarlo claro y, al ver su resistencia, Frederick pensó que tal vez Sheryl no estaba dispuesta a ceder. Por desgracia, ¡era demasiado tarde!
De repente, Frederick le dio un mordisco tan fuerte en los labios que la hizo gritar del dolor. Aprovechó la oportunidad para meterle la lengua en la boca y la besó con tanta intensidad que Sheryl apenas podía respirar. Ella se resistía porque le faltaba el aire y no podía apartarlo. Al final, sin más remedio, le mordió los labios y lo apartó con todas sus fuerzas.
—¡Frederick, cálmate! Estás malinterpretando todo ¿Qué demonios he hecho para que te enfades tanto? ¡Dime! —exclamó Sheryl en voz alta.
Frederick estaba furioso. Tenía sangre en los labios y no escuchaba nada de lo que ella le decía. De repente, la haló con violencia por el albornoz y Sheryl, que estaba sobresaltada, sintió escalofríos en todo el cuerpo.
—Ah, no, no hagas esto.
Frederick se detuvo al instante ante las palabras de ella, la observó con los ojos bien abiertos y la notó llorosa.
—¿Qué sucede? ¿Ahora tienes miedo? —le preguntó él con ironía.
Sheryl estaba tan asustada por la actitud feroz y violenta de Frederick que los ojos se le enrojecieron y no paraba de temblar. Después de pensar un rato, apretó los dientes y dijo:
—No tengo miedo. —¿No tenía miedo?
Frederick resopló con frialdad y, sin ninguna emoción en su rostro, replicó:
—Muy bien, tú te lo has buscado.
Acto seguido agarró a Sheryl en brazos y la llevó a la habitación. Luego la arrojó sobre la inmensa y cómoda cama y, sin darle oportunidad de resistirse, la penetró. Sheryl apretó los dientes con fuerza, y en lo único que pensaba era en el dolor que sentía en el cuerpo. El desgarro era tal que sentía como si todos los huesos se le rompieran. Salvo el dolor, no podía sentir nada más.