Capítulo 29
1054palabras
2022-02-23 15:20
—¿Quieres decir que fue ella quien me preparó el almuerzo hoy? —preguntó asombrado Frederick.
—Sí, señorito. Pensé que una joven tan delicada no aguantaría el olor a grasa de la cocina, pero ella insistió en cocinarle con mucho amor, así que no me atreví a detenerla —asintió Cindy con una sonrisa maternal, y Frederick quedó muy confundido al oír sus palabras—. Sin embargo, cuando vi a la señorita preparando el almuerzo, me di cuenta de que era muy buena cocinando, y que aquella no era la primera vez que lo hacía; de hecho, parecía que había cocinado muchas veces en su vida. Luego me explicó que su madre le había enseñado. Nuestra señorita no es solo bella sino también ingeniosa. Es una bendición que se haya casado con ella —añadió.
Cindy elogió a Sheryl con vehemencia, pues estaba muy complacida con su forma de ser. «La señora estaría muy contenta si viera lo bien que marcha la relación», pensó.
Frederick, por su parte, todavía estaba muy sorprendido por lo que acababa de escuchar, pues nunca hubiera imaginado que una mujer con un carácter tan indomable como el de Sheryl supiera cocinar tan bien. Esa tarde, cuando probó el filete, pensó que sería un nuevo plato que Cindy había aprendido en un intento por cambiar un poco el menú, pero jamás imaginó que Sheryl lo hubiera cocinado para él. Entonces, en ese momento, comprendió por qué lo miraba tan expectante mientras almorzaba, y por qué le había preguntado después si le había gustado el filete. «Al parecer, aún no la conozco bien», pensó.
Luego, Frederick se dispuso a subir con una bolsa de hielo, y justo cuando llegó a las escaleras, oyó un grito que venía del baño:
—¡Aah!
En el baño, el suelo estaba húmedo, y Sheryl, que había terminado de bañarse y se disponía a vestirse, resbaló y se cayó por segunda vez en el día. Tendida en el suelo, estaba completamente desnuda, y no podía dejar de pensar en lo desafortunada que era por caerse dos veces en el mismo día. En ese momento, Frederick entró corriendo y se encontró con una escena tentadora.
—¿Por qué entraste? —gritó Sheryl al cubrirse por instinto el pecho.
—¿Qué pasó? —preguntó Frederick luego de comprobar que no había sucedido nada grave.
—Estoy bien. Solo fue un simple resbalón. ¡Ah! —explicó ella mientras se ponía de pie, asustada, e intentaba cubrirse el pecho con las manos.
Al levantarse, Sheryl sintió de repente un fuerte dolor en el tobillo, el cual, como era de esperar, se le había torcido durante la caída. Por tal razón, no pudo mantenerse firme por mucho tiempo y enseguida se cayó hacia delante. Por fortuna, Frederick reaccionó de inmediato y la sostuvo con la mano. En ese momento, se sintió un poco excitado al sentir la piel suave y tersa de Sheryl, quien además estaba sonrojada y se había quedado atrapada en sus brazos. Frederick comenzó a ponerse nervioso, y entonces se dio cuenta de que debía hacer algo para arreglar aquella situación. Enseguida agarró una toalla y le cubrió el cuerpo con ella, lo que hizo que se sintiera más tranquilo. Luego, la sacó en brazos del baño y la colocó en la cama.
—¡Aah, me duele! —gritó Sheryl cuando Frederick estaba a punto de acomodarle las piernas sobre la cama.
—¿Dónde te duele? —preguntó él mientras miraba sus pies blancos.
—Me torcí el tobillo al caer —explicó Sheryl con paciencia.
Entonces, Frederick no pudo evitar fruncir un poco el ceño y de repente salió sin decir una palabra. Al ver que se marchaba, Sheryl se puso nerviosa. Su toalla estaba a punto de caerse, pero a ella no podía importarle menos, así que se apresuró a detenerlo.
—¿A dónde vas? —preguntó.
En ese momento, Frederick giró la cabeza y la vio semidesnuda, pero enseguida apartó la mirada.
—Voy a buscar el botiquín.
—De acuerdo —asintió Sheryl, que luego regresó de forma obediente a la cama y se envolvió de nuevo en la toalla.
Al cabo de un rato, Frederick regresó con el botiquín, y luego, al sentarse en la cama, lo abrió de inmediato.
—Estira un poco más las piernas —le dijo él.
Sheryl sentía vergüenza de mostrarle sus piernas a Frederick, pues, en la antigüedad, las mujeres no permitían que los hombres vieran sus piernas, ya que, si esto ocurría, tendrían que casarse de inmediato. Sin embargo, al final, estiró sus blancas y bellas piernas para que él la ayudara.
—¡Ah! —exclamó Sheryl cuando Frederick la tocó con sus manos frías.
—¿Te duele? —preguntó él preocupado y en voz baja.
—No, no me duele —respondió ella sonrojada y avergonzada por el grito que acababa de emitir.
—De acuerdo, mejor —asintió Frederick. Él, que aún estaba preocupado, se concentró en ayudarla. A continuación, le sujetó la pantorrilla con una mano y la planta del pie con la otra, y luego le empujó el pie hacia arriba con fuerza.
—¡Ah! —gritó Sheryl por causa del dolor.
Sin embargo, su grito no sonó como una señal de dolor, sino como una insinuación. En ese momento, Sheryl se sonrojó, y luego se cubrió la boca de inmediato mientras se preguntaba por qué había vuelto a gritar así delante de él. «¡Es tan embarazoso!», pensó.
—Me duele un poco, ¿puedes ser más delicado? —dijo Sheryl en voz baja.
—Sí, claro —respondió Frederick con un tono de voz un poco seductor.
Luego le aplicó la medicina en el tobillo y después lo masajeó con mucho cuidado. En ese momento, Sheryl sintió que la mano de Frederick se volvía cada vez más cálida, y entonces no pudo evitar preocuparse al ver que esta era la única reacción que suscitaba en él. «¿Cómo puede permanecer tan indiferente? ¡No llevo nada debajo de esta toalla! Algo no está bien; acaba de verme desnuda, y ni siquiera ha dicho nada. ¿Acaso no debería haber tenido algún tipo de reacción instintiva? ¿Realmente no piensa hacerme nada? ¿Será que es muy frío o que no siente atracción por mí? Si no le gusta mi cuerpo, ¿eso quiere decir que he fracasado como mujer?». Era evidente que Sheryl estaba desesperada por abalanzarse sobre Frederick y obligarlo a ceder ante ella. Sin embargo, pensamientos como ese solo podían quedarse en su cabeza, pues sería demasiado embarazoso que una chica actuara de esa manera.