Capítulo 27
1277palabras
2022-02-23 15:19
En la oscuridad de la noche, una luz incandescente iluminaba la oficina de Frederick, y le daba un aspecto frío y sombrío. Después de pasar un largo rato mirando hacia la computadora, sintió un poco de cansancio en los ojos, pues se había pasado el día fijando la vista. Luego, se acostó con cuidado en el sofá mientras fruncía el ceño y se frotaba la sien. Sin embargo, sin darse cuenta, se quedó mirando las plantas que estaban al lado de la computadora, pues le llamó la atención que no recordaba cómo habían llegado hasta allí. «¿Las habrá traído Sheryl?», pensó. Entonces, al pensar en su esposa, Frederick recordó de repente que había olvidado darle las llaves del auto. Enseguida, salió a buscarla para entregárselas, pues sabía que a esa hora de la noche sería muy difícil conseguir un taxi, y que, además, no era seguro que estuviera sola en la calle tan tarde.
No obstante, cuando llegó a la puerta de la empresa, no encontró señales de Sheryl por ningún lado, y desde allí lo único que alcanzó a ver fue la calle vacía y una brisa que dejaba a su paso un ligero aire frío. «Ha pasado un buen rato desde que salió de mi oficina, así que, a esta hora, ya debe estar en casa», pensó Frederick. Luego, se guardó la llave en el bolsillo y, justo cuando se disponía a volver a su oficina, escuchó de repente un grito en la distancia.
—¡Aah, suéltame! ¡Ayuda! ¡Socorro!

En ese momento, se detuvo de inmediato y, después de escuchar con atención, se dio cuenta de que aquella voz era muy similar a la de Sheryl. Al pensar en esta posibilidad, corrió asustado hacia el lugar de donde provenían los gritos y, al acercarse, pudo ver como un grupo de delincuentes intentaban montar a Sheryl dentro de una camioneta negra, y esta aterrorizada pedía ayuda sin parar.
—¡Alto ahí! ¡Deténganse!
De inmediato, Sheryl se dio la vuelta al sentir una voz familiar y, cuando vio a Frederick, su rostro se iluminó de esperanza.
—¡Frederick, ayúdame! —gritó con alegría.
—Jefe, ¡estamos en problemas! —gritó uno de los delincuentes al ver a Frederick corriendo hacia ellos.
El jefe de los delincuentes miró a lo lejos y luego escupió en el suelo.

—No tenemos nada que temer; él está solo y nosotros somos unos cuantos —afirmó y luego añadió con gran ansiedad—: Marion, ¡monta a esta z*rra en el auto ahora mismo!
—¡Sí, señor! —asintieron varios de ellos.
En ese momento, Sheryl pudo sentir que todos la halaban con más fuerza hacia la camioneta negra, que parecía un remolino sin fondo dispuesto a atraparla de cualquier manera. «No, ¡no puedo entrar en ese auto!». Entonces, tomó una decisión. Enseguida bajó la cabeza y mordió con toda su fuerza la mano áspera y grande que la sujetaba por el cuello hasta hacerla sangrar.
—¡Aah! —gritó el hombre de forma desgarradora—. ¡M*erda! ¡Me duele mucho, hija de p*ta!

En ese instante, el hombre agitó la mano y luego le dio una bofetada a Sheryl con toda su fuerza. De inmediato, ella cayó al suelo y dio varias vueltas. Luego, sintió un fuerte dolor en el rostro y un poco de ardor en las comisuras de los labios, entonces, después de limpiarse la boca con las manos, pudo ver que su manga se había manchado de sangre. Sin embargo, esto no pareció importarle en lo más mínimo y, en su lugar, se dio rápido la vuelta para comprobar dónde estaba Frederick.
—¡Frederick, cuidado! —gritó Sheryl de inmediato.
En un abrir y cerrar de ojos, uno de los delincuentes sacó una daga de su cintura y apuntó directo a Frederick. De repente, el rostro de este se ensombreció al sentir el peligro que lo acechaba, y con un golpe de revés, le arrebató el arma al sujeto. Luego se arrodilló y apuntó hacia el abdomen del hombre, que en ese momento agonizaba de dolor. Los movimientos de Frederick eran ágiles y elegantes, por lo que era evidente que sabía muy bien lo que estaba haciendo.
—¡Corran! —gritaron los bandidos al darse cuenta de que no eran rivales para Frederick.
Rápidamente subieron todos al auto, que luego se alejó a toda velocidad mientras dejaba una gran estela de polvo a su paso. Por otra parte, Sheryl se sintió aliviada al ver que el peligro había pasado, pero, de repente, también sintió un gran dolor en todo el cuerpo; era la primera vez en su vida que la golpeaban de esa manera. Entonces, al verla rígida e indefensa sobre el suelo, Frederick se acercó de inmediato y la ayudó a levantarse.
—¿Estás bien?
En ese momento, al ver la huella de la bofetada en su rostro y las heridas en las comisuras de los labios, Frederick comprobó con cuánta violencia la habían atacado. Además, también tenía moretones y otras heridas en el cuerpo. De repente, sus ojos brillaron con rabia y la expresión en su rostro se tornó tan siniestra que parecía que estaba listo para asesinar a alguien. «¡Montón de mal nacidos!», pensó enojado. De inmediato, la levantó por la cintura y se dirigió hacia el estacionamiento, para luego llevarla al hospital. Al sentir la temperatura del cuerpo de Frederick, Sheryl se despertó y suspiró aliviada cuando vio que era él quien la llevaba en sus brazos. Luego, cuando recordó lo que había pasado, entró en pánico, y, con los ojos rojos y llenos de lágrimas, colocó sus manos alrededor del cuello de su esposo.
—Frederick, tenía tanto miedo. No podía dejar de pensar que, si me llevaban lejos, no volvería a verte nunca más.
Frederick se sintió conmovido al darse cuenta de que Sheryl no dejaba de pensar en él, ni siquiera en un momento tan peligroso.
—No tengas miedo, yo estoy aquí, y no permitiré que nadie más te lastime —dijo con delicadeza mientras le daba una palmadita en la espalda.
—¡De acuerdo! —asintió Sheryl con determinación.
Después, Frederick la llevó hasta el auto y se dirigió al hospital. Una vez allí, el médico examinó enseguida las heridas de Sheryl.
—Por fortuna, todas las lesiones son externas, así que solo tenemos que aplicar un poco de medicina y ponerle algunas vendas —afirmó con calma.
Al oír las palabras del médico, Frederick dejó escapar un suspiro de alivio.
—Gracias, doctor —dijo Sheryl.
Luego, cuando el doctor miró el rostro de su paciente, no pudo evitar suspirar al ver la irritación e hinchazón que había en este por causa de la bofetada que acababa de recibir.
—Es una pena que un rostro tan delicado esté así de hinchado. No olvides aplicarte más bolsas de hielo cuando llegues a casa, de esta forma, la hinchazón disminuirá más rápido —indicó de inmediato el doctor y Sheryl se mostró muy agradecida.
—Disculpe las molestias ocasionadas —dijo Frederick con indiferencia.
Entonces, después de pedirle al doctor que le aplicara la medicina a Sheryl, salió al pasillo y llamó a Zayne.
—Director, ¿en qué puedo ayudarlo?
En se momento, los ojos de Frederick se tornaron sombríos al pensar en esos delincuentes.
—Necesito que investigues algo —explicó con calma y luego le dio el número de matrícula de la camioneta negra, el cual había memorizado durante el ataque—. Debes averiguar de inmediato todo lo que puedas sobre ese auto y las personas que andan en él. Avísame en cuanto los encuentres —le recordó al final con tono solemne.
—De acuerdo, director —asintió Zayne.
Al colgar, Zayne se dispuso de inmediato a cumplir la orden del director, pues a juzgar por su tono de voz, algo muy serio debía haber pasado y, por lo tanto, supuso que no podía perder tiempo.