Capítulo 26
1055palabras
2022-02-23 15:19
Las pequeñas acciones de Sheryl, así como su simpático tono de voz, hacían que pareciera una joven ama de casa, además, no había ningún rastro de arrogancia en ella. En ese momento, Frederick sintió una calidez que llegó hasta los lugares más oscuros de su corazón y le hizo sentir una seguridad que jamás había experimentado en su vida. Después de haber pasado un día entero sin comer, tenía en efecto mucha hambre, por lo que de inmediato se sentó en el sofá junto a su esposa. Sin embargo, enseguida notó la venda que esta tenía en la mano.
—¿Qué te pasó en la mano? —preguntó en voz baja y con mucha preocupación.
—Oh, no te preocupes, es sola una herida que me hice mientras me cortaba las uñas —explicó Sheryl después de retirar su mano rápidamente.
«¡Mentiras otra vez!». Frederick miró a Sheryl con detenimiento y no hizo más preguntas. Luego tomó los cubiertos y se dispuso a comer. Dentro del termo, había un filete, algunas guarniciones, salsa de sésamo y arroz. Mientras comía, Frederick se dio cuenta de que ese sabor no era muy parecido al de los platos ligeros que solía cocinar Cindy. Aquel delicioso filete estaba suave y jugoso. Sheryl miró de reojo a Frederick y no pudo evitar preguntarse si estaría disfrutando de la comida, pues este no había hecho ningún comentario al respecto.
—Frederick, ¿qué te parece la comida?
Frederick pensó que era probable que Cindy hubiese aprendido a cocinar aquel filete hace poco, y como el sabor no estaba mal, asintió con la cabeza y no le dio demasiada importancia.
—Mientras te guste, todo está bien —dijo Sheryl con alegría.
Al ver que le había gustado, Sheryl pensó que tenía que cocinar más a menudo para él, no solo filetes, sino también pescado, camarones y otros platos. Sin duda alguna, estaba dispuesta a cocinar todo tipo de platos para su esposo. Cuando terminó, Frederick, que no había comido nada durante todo el día, recuperó un poco de fuerza.
—Deberías volver a casa ahora, yo todavía tengo algo que hacer aquí —le dijo a Sheryl y luego volvió a su asiento.
—Ya es muy tarde, ¿aún no has terminado? —preguntó ella afligida al ver que su esposo trabajaba demasiado.
Frederick asintió con la cabeza y luego miró hacia la computadora.
—Si estás cansada, puedes irte; yo tengo que ocuparme de un asunto urgente que no puede esperar a mañana.
—Voy a quedarme —respondió Sheryl con determinación después de pensarlo por un momento.
—¿Por qué? —preguntó Frederick, confundido.
—Trabajas muy duro para mantener a la familia, ¿cómo crees que puedo irme a dormir y dejarte aquí solo? No me iré de ninguna manera. Mi deber es estar siempre a tu lado; cuando termines de trabajar, iremos a casa juntos.
Al decir esto, Sheryl, que al parecer no tenía intención alguna de marcharse, se sentó en el sofá. Sin embargo, aunque Frederick quedó conmovido por su respuesta, no quería que se quedara.
—No digas más tonterías y vuelve de inmediato a casa. Si te quedas aquí, no podré concentrarme bien en mi trabajo. Vete y descansa, que yo iré en cuanto termine.
—Yo... —Sheryl frunció los labios agraviada, pero decidió no contrariar a su esposo, pues pensó que este estaba muy cansado y sería mejor no agobiarlo aún más—. De acuerdo, me marcho —dijo al ponerse los zapatos.
Entonces, Frederick asintió y ella se fue. Luego caminó sin rumbo por un rato. Por otra parte, en la calle casi no quedaban taxis disponibles, por lo que Sheryl continuó caminando distraída mientras esperaba por alguno y se preguntaba a qué hora volvería Frederick a casa. Además, no podía evitar sentir lástima al recordar su rostro demacrado. Sin embargo, en se momento, las preocupaciones en su mente no la dejaron percibir el peligro que la acechaba.
—Hola preciosa, ¿estás sola?
Cuando Sheryl se dio cuenta de lo que estaba pasando, ya tenía frente a ella unos hombres con aspecto de delincuentes impidiéndole el paso. Enseguida volvió en sí y se mantuvo alerta.
—¿Quiénes son ustedes? —preguntó.
—¿Nosotros? —Los hombres se miraron entre sí y sonrieron con lujuria—. Somos tus amigos y estamos aquí para jugar contigo, preciosura —dijo uno de ellos.
Mientras tanto, otro le levantó la barbilla con un dedo para molestarla.
—¡No me toques! —exclamó ella enojada después de girar la cabeza de forma brusca.
—¡Esta chica es muy salvaje! ¡Me encantan las chicas salvajes!
Luego, uno de los hombres se acercó a Sheryl, y esta, asustada, retrocedió de inmediato y se cubrió el cuerpo con las manos para protegerse.
—¿Qué estás haciendo?
Entonces, los hombres se tornaron más lujuriosos y sonrieron de forma siniestra.
—¿Qué crees que puedan hacer un hombre y una mujer en medio de la noche? No te preocupes preciosura, te haremos sentir como una reina.
—Así es belleza, esta noche te serviremos solo a ti, y quedarás muy satisfecha.
En ese momento, todos se acercaron a ella al mismo tiempo.
—Vamos, deja que tu hermano mayor cuide bien de ti —dijo uno después de soplarse la mano.
—¡No te acerques! Yo... Te aconsejo que lo pienses bien, si me tocas un solo cabello, te arrepentirás —exclamó Sheryl mientras se cubría el cuerpo con las manos.
Sin embargo, aquellos hombres no se dejaron intimidar en lo absoluto y continuaron acercándose a ella.
—¡Policía! —gritó Sheryl asustada mientras apuntaba con el dedo a sus espaldas.
—¿Policía? ¿Dónde?
Enseguida, los delincuentes entraron en pánico y Sheryl aprovechó para huir. Sin embargo, era imposible escapar de ellos. Después de unos pocos pasos, la alcanzaron y la agarraron por las manos de inmediato.
—Preciosura, no pensé que fueras tan valiente. No solo eres hermosa, sino también astuta, veamos adónde puedes escapar esta vez. ¡Llévala al auto, debo enseñarle una lección esta misma noche!
Entonces, uno de los hombres la agarró de la mano y trató de llevarla al auto.
—¡Suéltame! ¡Auxilio! ¡Que alguien me ayude! —gritó Sheryl desesperadamente, pues sabía que, si se la llevaban, la arruinarían para siempre.
En ese momento, sentada en el asiento trasero de un auto negro que estaba estacionado al otro lado de la carretera, Julia sonreía satisfecha mientras contemplaba la escena. «No te resistas más Sheryl, y desaparece de una vez, pues solo cuando te hayas ido, tendré en realidad una oportunidad», pensó con malicia.