Capítulo 25
1085palabras
2022-02-23 15:19
Después del almuerzo, Sheryl se despidió de Samuel y regresó de inmediato a la residencia Lance.
—Señorita, ya son más de las doce, ¿dónde está el señorito? La comida está lista y se está enfriando —preguntó Cindy en cuanto vio a Sheryl entrar en la cocina.
—Es cierto, déjame averiguar.
Enseguida Sheryl llamó a Frederick, que en ese momento estaba en el Lance Group Inc., participando en una reunión muy importante. En el escenario, Frederick tenía un porte muy elegante mientras le hablaba con seriedad a un público que parecía muy interesado en lo que tenía que decir. En ese instante, recibió una llamada de su esposa y, después de dudarlo por un momento, decidió contestarle.
—Hola, cariño, ¿ya comiste? ¿Te gustaría venir a casa a almorzar? —preguntó Sheryl con un simpático tono de voz.
—No puedo ir ahora, es probable que la reunión se extienda un poco, así que come y no esperes por mí —respondió Frederick en voz baja.
—Está bien —contestó Sheryl, decepcionada, pero luego se animó otra vez—. Entonces, iré a verte, ¿de acuerdo?
—No es necesario —respondió Frederick con indiferencia.
—No importa, espérame allí —dijo Sheryl con gran osadía.
Enseguida colgó y corrió hacia la cocina, luego abrió la nevera y estuvo hurgando dentro de esta por un rato. Al verla, Cindy pensó que tenía hambre, y entonces se acercó a ella.
—¿Tiene hambre, señorita? ¿Le caliento la comida?
—No tengo hambre, solo quiero prepararle a Frederick el almuerzo.
«¿Prepararle el almuerzo?», pensó Cindy confundida, y luego se tomó unos segundos para analizar lo que había acabado de escuchar. Después, se acercó de inmediato a Sheryl para intentar detenerla.
—Señorita, usted nunca ha hecho esto antes, permita que yo me ocupe de todo.
A Cindy le preocupaba que Sheryl se hiciera daño con un cuchillo, pues luego no sabría cómo explicarle la situación al resto de la familia.
—¿Quién dijo que no sé cocinar? Solo espera y verás —respondió Sheryl en broma y con las manos puestas en la cintura.
En ese momento, sacó de la nevera algunos huevos, carne de res y otros ingredientes. Después, los lavó uno a uno, los cortó y, por último, los puso en la olla. Al parecer, Sheryl sabía realmente cocinar y, además, lo hacía como una verdadera ama de casa. Era increíble que aquella torpe mujer fuera tan buena en la cocina.
—Señorita, ¿dónde aprendió a cocinar así? —preguntó Cindy con asombro y curiosidad.
—Mi madre me enseñó —respondió Sheryl sonriente—. Mi padre solía comer fuera de casa por asuntos de negocios y, al volver, siempre olía a alcohol, entonces mi madre le cocinaba ella misma y le hacía platos ligeros.
Aunque su padre había hecho sufrir mucho a su madre, Sheryl siempre recordaba con cariño la expresión de felicidad en el rostro de esta, cada vez que cocinaba para su esposo; en ese momento, podía sentir esa alegría. Al ver que el filete estaba casi listo, le dio la vuelta con cuidado con la espátula y, sin darse cuenta, una gota de aceite le salpicó de repente.
—¡Aah! —gritó Sheryl y retiró enseguida la mano, que le dolía muchísimo.
—Señorita, ¿se encuentra bien? —preguntó Cindy asustada.
—Estoy bien, ayúdame a darle la vuelta al filete —asintió Sheryl.
Al final, el almuerzo estuvo listo, pero a Sheryl le quedó una gran ampolla en la mano.
—Lo siento, señorita, no debí permitir que cocinara sola —dijo Cindy con tono de culpa.
Sin embargo, a pesar de la quemadura, Sheryl seguía de muy buen humor.
—Está todo bien, es solo una ampolla, mejorará con un poco de medicina —dijo mientras agitaba la mano como si no le molestara.
Luego, Cindy trajo el botiquín y le aplicó una pomada en la quemadura con mucho cuidado.
—Señorita, en verdad ha hecho un gran esfuerzo por complacer a su esposo —dijo Cindy mientras le aplicaba la medicina.
—Estoy bien. Mientras el almuerzo quede perfecto, no importa si me salen dos ampollas más —respondió Sheryl con alegría, y Cindy sonrió al escucharla.
Después de que le aplicaran la pomada, Sheryl no perdió tiempo y se fue contenta a llevarle el almuerzo a Frederick. En el camino, recordó con alegría que, en los programas de televisión, las mujeres siempre les preparaban el almuerzo a sus esposos. Sin embargo, no estaba segura de cómo reaccionaría Frederick al verla allí. Finalmente, cuando llegó al Lance Group Inc. se dirigió de inmediato a su oficina. En ese momento, el asistente Zayne salió y se sorprendió un poco al verla.
—Señorita, ¿qué está haciendo aquí?
—¿Dónde está Frederick? —preguntó Sheryl.
—El director lleva dos horas en una reunión muy importante. —Zayne se detuvo un momento y luego continuó—: Si desea puede esperarlo en la oficina, no tardará mucho.
—De acuerdo, lo esperaré —asintió Sheryl, feliz.
Tres horas después, cuando el sol se ponía en el horizonte, Sheryl yacía dormida en el sofá de la oficina. Los temas que se tenían que debatir en la reunión eran de suma importancia y, por tanto, esta se extendió por un largo rato. A las diez de la noche, cuando todo acabó, Frederick, que gozaba de buena salud, sintió de repente un gran dolor en la espalda debido al cansancio que tenía.
—Director, su esposa está desde las tres de la tarde esperándolo en su oficina —le informó Zayne.
Al oír esto, Frederick frunció el ceño. «¿Al final cumplió su palabra y vino?», pensó. Enseguida, se dirigió a su oficina y, al entrar, vio a Sheryl acostada en el sofá con la cabeza inclinada. Además, en la mesa frente a ella había un termo azul que debía contener la comida que había traído para él. Frederick no pensó que iría hasta allí, y menos aún que esperaría por él durante tres horas. En ese momento, frunció un poco el ceño mientras miraba a Sheryl, y como su imagen le causó tanta ternura, caminó despacio hacia ella. Al parecer, no estaba durmiendo bien, pues tenía los ojos medio abiertos, quizás porque sentía frío. Entonces, Frederick se quitó de inmediato el abrigo y la cubrió con delicadeza. Luego, al tocarla, Sheryl se despertó aturdida, pero, al ver a su esposo, volvió en sí de inmediato con gran alegría.
—Frederick, ¿ya terminaste de trabajar? Debes tener hambre, te preparé algo de comer, ven y prueba un poco. —Mientras hablaba, abrió el termo y, al ver que la comida aún estaba caliente, suspiró aliviada—. Por fortuna, traje un termo, si no la comida se hubiese enfriado y no tendría un buen sabor.