Capítulo 11
1290palabras
2021-12-13 14:15
De pronto, la joven sintió un calor a sus espaldas que la hizo sentir un poco molesta. Ella creyó que se trataba del chico guapo que había visto, pero no esperaba que en realidad fuera un pervertido. Cuando miró hacia atrás para quejarse con resentimiento, el miedo la invadió. El joven que había visto ya no estaba y había sido reemplazado por un hombre aterrador con una sonrisa francamente repugnante.
Un grito salió de la garganta de la chica, provocando que el conductor del autobús estuviera a punto de chocar. Afortunadamente, era un conductor experto, por lo que giró el volante y frenó justo a tiempo para evitar un gran desastre.
En el momento en que el vehículo se detuvo, la mujer comenzó a arañar al desconocido como una tigresa sin control. El hombre no esperaba este ataque, por lo que aulló como un cerdo en el matadero.

"¡Pervertido! ¡Te voy a matar a golpes! ¿Cómo te atreves a aprovecharte de mí...?", reclamó la joven.
En ese instante, Jacobo Ye finalmente entendió lo que había sucedido y pensó que ese hombre merecía el castigo por atreverse a hacer algo así a plena luz del día.
Al ver esta escena, los demás pasajeros quisieron darle una lección al pervertido y se lanzaron sobre él con la intención de derribarlo. Pero entonces, el infeliz sacó una daga de su cinturón y advirtió con fiereza: "No creo que nadie de aquí deba entrometerse en los asuntos ajenos".
Generalmente, un sentido de justicia impera en la sociedad, pero esta solo se puede hacer en medida de lo posible. Al ver la daga en la mano del hombre, los jóvenes justicieros que se habían mostrado tan valientes comenzaron a dudar, mientras que la mayoría de los demás pasajeros salieron del vehículo despavoridos. En cuestión de segundos, solo quedaban la joven, el hombre de anteojos y Jacobo dentro del autobús.
Al ver al pervertido frente a ella, la joven se sintió tan enojada que su rostro adquirió un tono escarlata. Estaba obsesionada con la limpieza, y el hecho de que un hombre tan indecente y sucio se aprovechara de ella hizo que quisiera estrangularlo hasta la muerte.
“¡Hijo de p*ta!”, gritó, maldiciéndolo con todas las groserías que se le ocurrieron. La escena hizo que Jacobo comenzara asentirse avergonzado.

El pervertido no esperaba que la joven fuera tan ruda, por lo que de inmediato le respondió ferozmente: "Escúchame, p*rra, deberías sentirte afortunada de que quiera aprovecharme de ti. ¿Sí sabes quién soy?”.
"Imb*cil…”, el rostro de la chica parecía estar a punto de estallar por la ira.
Entonces, Jacobo Ye no pudo soportarlo más y gritó: "Oye, amigo...".
"¿Qué? ¿Quieres entrometerte en lo que no te importa?", el hombre respondió.

Jacobo hizo un gesto con la mano diciendo: "Mira, hermano, jamás me atrevería a meterme en tus asuntos".
"Me alegra escucharlo. Eso quiere decir que sabes lo que te conviene, así que ahora sal de aquí”, amenazó el sujeto con la daga en la mano. En ese momento, Jacobo aprovechó la distracción para lanzar su mano derecha hacia delante y torcer la muñeca del atacante en un abrir y cerrar de ojos.
El hombre de anteojos solo sintió un dolor desgarrador y, con un aullido, la daga que tenía en la mano cayó al suelo. Al ver esto, Jacobo le torció el brazo y le dio una patada en el costado, haciendo que el delgado cuerpo del hombre saliera volando fuera del autobús para chocar contra unos árboles afuera. El sujeto dejó escapar un grito de dolor, pues los pinos estaban cubiertos de espinas que se le clavaron por todas partes. Después de un rato, varios jóvenes se acercaron a él para arrinconarlo.
Finalmente, la policía no tardó en llegar y enviaron al pervertido a la comisaría. Mientras se alejaba, Jacobo pudo sentir los ojos del agraviado sobre él.
Ahora que la disputa finalmente había terminado, el autobús siguió su camino hasta una calle antigua en Oakdale. A pesar de que Jacobo había estudiado en esa ciudad durante varios años, nunca había estado en esa zona y, como no tenía nada que hacer, comenzó a vagar por la calle. Para entonces, ya era la tarde y el lugar no estaba tan concurrido como en la mañana. De vez en cuando aparecía uno que otro puesto en la calle, pero fuera de eso, no había ningún negocio establecido, más que una tienda de antigüedades y de jade.
De repente, un hombre vestido como campesino entró a toda prisa en una tienda llamada Tang Antique Store. Al verlo, Jacobo decidió seguirlo. La tienda estaba decorada con un estilo antiguo, haciendo que los clientes sintieran paz en cuanto entraban.
El campesino le preguntó al encargado: "Disculpa ¿aceptan pinturas antiguas aquí?". Acto seguido, sacó un paquete que llevaba cargando en la espalda. El dueño de la tienda, el cual era un hombre astuto y se notaba que solía aprovecharse de las situaciones en general, dio un paso hacia adelante para indicarle que se la mostrara. En respuesta, el campesino asintió con la cabeza, y abrió con cuidado el paquete para desplegar la pintura sobre el mostrador.
Jacobo Ye nunca había sido un gran aficionado de las artes, pero sintió curiosidad y se acercó para mirar la pintura con interés.
El cuadro tenía casi un metro de largo y 40 centímetros de ancho. Se trataba de una pintura a tinta de una montaña, la cual era bastante antigua y majestuosa. La técnica era buena, con un diseño sencillo y un estilo elegante. En la esquina inferior derecha, se alcanzaba a ver un sello estampado, aunque resultaba algo borroso.
El dueño de la tienda de antigüedades tomó una lupa para examinar la obra con atención. Luego de escudriñarla de pies a cabeza, se detuvo en el sello de la firma y meditó por un momento.
Después de un rato, dejó la lupa y dijo sin interés: "La inscripción en el sello dice que el pintor fue Ben Gu, pero me temo que por el estilo puede deducirse que se trata de una falsificación cuyo valor no es muy grande. ¿Piensas llevarla a otro lugar?".
"¡Eso es imposible! Esta pintura ha sido una herencia familiar desde hace varias generaciones… ¿Seguro que no se equivoca?”, el campesino se quedó atónito ante lo que escuchó.
El dueño de la tienda sonrió y dijo: "Ben Gu es un pintor famoso, así que la mayoría de sus obras en el mercado son falsas. Esta pintura es una copia muy posterior a la época en la que él vivió. Ahora bien, entiendo que fue difícil para ti llegar hasta aquí, por lo que podría ofrecerte 100 yuanes a cambio. Con eso probablemente cubrirías el transporte, ¿qué te parece?".
Las palabras del hombre sonaron razonables, pues la mayoría de las pinturas de Ben Gu disponibles eran falsificaciones, y era muy difícil encontrar pinturas auténticas. Aun así, la pintura en cuestión tenía un estilo prácticamente idéntico al del artista, por lo que el campesino creyó que podría valer más. Sin embargo, entendía que la industria de las antigüedades era complicada y en ese momento se encontraba agotado por el viaje.
"¿100 yuanes? Eso es muy poco. No me estás mintiendo, ¿verdad?", preguntó el campesino con sospecha. Estas palabras hicieron que el dueño se palmeara el pecho y respondiera con un tono de indignación: "¡Por supuesto que no! Puedes preguntar por ahí qué tipo de tienda es esta, y todos te dirán que es un negocio honesto y justo con los clientes. En este caso en particular, estoy teniendo misericordia contigo y por eso te ofrezco tanto dinero; si fuera alguien más, le diría que esta pintura en realidad no vale nada y sería mejor que la utilizara como papel de baño”.