Capítulo 33
1357palabras
2024-04-01 10:47
Dentro del cuarto de baño, Camron no llegó a quitarse la camisa. Simplemente tomó asiento en la gran bañera cubierta de hielo.
Colocó los brazos sin fuerzas en el borde de la bañera y cerró los ojos. En su frente destacaban de un modo horrible las venas.
Cuando oyó el ruido de la puerta al abrirse, Camron frunció el entrecejo y ni siquiera alzó la vista. Entonces ordenó: "Sé buena. ¡Vete!"

El descuido de Camron de esta noche hizo que Garrett le diera un nuevo tipo de afrodisíaco poco común en el mercado.
Un medicamento de este tipo podría provocar con facilidad la pérdida del sentido común.
Muchas personas perdieron la vida consumiendo esta dr*ga.
Al parecer, Garrett tenía muchas ganas de conseguir su objetivo. Tenía la esperanza de que Camron matara a alguien esta noche.
Camron empezó a experimentar la sensación de ser devorado por decenas de miles de bichos. De no ser por su fuerte voluntad, habría colapsado hace tiempo.
Entonces Layla observó a su esposo, que permanecía sentado en el agua helada. Era como si le hubieran pinchado el corazón con agujas. Ella había olvidado toda su timidez y nerviosismo.

Se acercó a toda prisa. Se agachó frente a la bañera y tomó la mano de su esposo. "Camron, me lo ha contado Tami. Te voy a ayudar, ¿sí?"
Percibió el suave tacto de la pequeña mano de la muchacha como si se tratara de una corriente eléctrica... Una sensación agradable le recorrió la palma de la mano hasta llegar al cerebro. Hasta le entraron ganas de meter a Layla en la bañera para matarla.
Camron soltó con fuerza la mano de la mujer y vociferó con todo el razonamiento que le quedaba: "¡He dicho que te vayas!"
Layla jamás había hecho el amor. Por más ganas que tuviera Camron de abrazarla, no podía hacerlo bajo los efectos de aquella dr*ga. La lastimaría.

«Si no logro autocontrolarme bien, temo que la vida de Layla se vea en peligro», pensó.
Layla, que estaba tendida en el suelo, parecía herida. Sin embargo, al cabo de un rato sujetó otra vez la mano de Camron. Tenía los ojos enrojecidos. "Somos esposos. ¡¿No deberíamos hacer esto?! ¿Acaso Michael te está contando t*nterías? ¿No te gusto?"
"¡Largo!", el tono de voz de Camron era casi ronco.
Layla apretó los dientes y se introdujo en el baño de hielo. Respondió: "¡No me iré! Camron... Por favor, no le creas a Michael. ¡Soy virgen! No me entregaré a nadie más que a ti. Antes me dijiste... ¡Nunca me separaré de ti!"
Acto seguido, Layla rodeó el cuello de Camron y lo besó.
El agua fría empezó a envolver a Layla. Para entrar en calor, tuvo que acercarse al cuerpo caliente de Camron.
El tacto suave y cálido de sus finos labios provocó que a Camron le estallara el cerebro. Le rodeó la estrecha cintura con sus fuertes brazos y se vio obligado a aguantar el intenso y brusco beso de Layla.
Layla se había propuesto entregarse a su esposo y que hoy fueran un matrimonio de verdad. Estaba dispuesta a dejar la prudencia a un lado.
Mientras el mundo seguía su curso, Layla fue introducida con fuerza en la bañera por Camron. La absorbió el agua fría. Abrazó con más fuerza a su esposo como si este fuera su salvador.
El prolongado y ardiente beso hizo que esta percibiera un fuerte olor a sangre.
El aura que desprendía Camron inundó su corazón y sus pulmones, provocando que a Layla se le pusiera la piel de gallina.
Tal vez fue la falta de oxígeno lo que provocó que la mente de Layla se quedara en blanco. Hasta sintió que iba a morir.
No obstante, ella era capaz de arriesgar su vida por Camron. Rodeó su cuello con los brazos.
En el momento en que los pulmones de Layla se quedaban sin oxígeno, con una mano Camron agarró con fuerza la cintura de esta y con la otra se apoyó en el borde de la bañera. Después la sacó del agua fría.
Mientras permanecía abrazada a su esposo y jadeaba con fuerza, Layla temblaba sin parar. No podía abrir los ojos porque le pesaban mucho las pestañas.
Por su parte, Camron se estaba volviendo loco. Como aún estaba consciente, sacó enseguida a Layla del cuarto de baño y cerró la puerta con llave.
"¡Camron!", ella no conseguía abrir la puerta del baño. Se puso a llorar mientras golpeaba con fuerza la puerta y gritaba: "¡Camron, déjame entrar!"
Camron estaba a punto de llegar a su límite. Contactó con Tami y le ordenó: "¡Sácala de aquí! Si no, te voy a despedazar vivo".
Tami, que había permanecido esperando en el exterior, no se atrevió a irse. En cuanto recibió la llamada, abrió a toda prisa la puerta de la habitación y entró.
Layla, completamente mojada, se quedó en la puerta del cuarto de baño. La delgada camiseta dejaba al descubierto su esbelta figura. Tami ni siquiera se atrevía a mirarla, por lo que agarró enseguida el saco que su jefe había dejado al final de la cama y se lo puso a Layla. "¡Señora Walsh, marchémonos!"
"¡No voy a dejar a Camron aquí solo!", exclamó Layla muy fuerte.
Tami rechinó los dientes y contestó: "Puesto que el señor Camron no le pidió ayuda, ¡seguro que confía en sí mismo! Si lo llama así es otro tipo de tortura".
Layla permaneció callada y con los ojos llenos de lágrimas. No sabía lo que debía hacer.
"Señora, si se siente preocupada, ¿por qué mejor no espera un rato en la sala? Si llegara a necesitar algo, sin duda la llamará", afirmó Tami.
Ella estaba desorientada. Contempló el cuarto de baño con preocupación y lo único que pudo hacer fue seguir a Tami hasta la sala.
La puerta de la habitación estaba cerrada y reinaba un silencio absoluto. A veces se oía el quejido sofocado de Camron.
A Layla le dolía mucho el corazón.
Camron declaró que no permitiría que lo abandonara en toda su vida, pero ahora preferiría padecer un dolor tan intenso antes que dejar que ella lo ayudara. Seguramente estaba relacionado con Michael.
Tomó asiento en el sofá afligida, retorció el dobladillo de su ropa con los dedos y le preguntó a Tami en un tono grave: "¿Rechazó mi ayuda porque Michael le comentó algo ayer cuando lo vio?"
"No puedo acompañarlo cuando habla con el señor Harper, de modo que no lo sé", explicó Tami con preocupación. Ya que no le convenía que Layla hiciera más preguntas, decidió cambiar de tema. "Esta es la suite permanente del señor Camron. Voy a buscarle un conjunto de ropa. Señora, por favor, no se resfríe".
"Te lo agradezco", Layla le dio las gracias.
Transcurrida toda la noche, Tami recibió a las seis y media de la mañana una llamada de Camron, pidiéndole que fuera a ayudarlo.
Camron tenía la voz ronca y débil.
Tami fue tan rápido como pudo. Se puso en pie y entró corriendo a la habitación, con Layla detrás.
En cuanto Tami sacó a Camron de la bañera, Layla se apresuró a sujetarlo por el otro lado.
Tenía el cuerpo congelado.
"Camron...", exclamó ella mientras se aferraba a su esposo.
Se sentía inservible. Sin poder hacer nada, se limitó a llorar.
Estaba tan débil que no fue capaz de hablar. Solo se limitó a agarrar los delgados hombros de Layla para reconfortarla.
Tami sacó prendas limpias y estaba a punto de ponérselas a Camron. Pero Layla agarró antes la ropa y le espetó: "¡Déjame a mí!"
Tami observó a Camron. Al verlo, asintió con la cabeza y salió de la habitación.
Layla le quitó la camisa mojada a Camron. Las terribles cicatrices de quemaduras de su cuerpo eran impactantes. Los ojos de la mujer reflejaban lástima.
Camron, que estaba recargado en la cama, le hizo una pregunta a su esposa: "¿Tienes miedo?"
Layla observó a Camron con lágrimas en los ojos. Sus dedos blancos y tersos acariciaron con delicadeza la herida. Le preguntó con voz entrecortada: "¿Aún te duele?"
Camron se quedó muy sorprendido. No había previsto que Layla sintiera lástima por él.