Capítulo 30
1086palabras
2024-04-22 10:53
LEVI IBA camino a casa cuando recibió una llamada de Gianna. Ella le avisó que no podría ir a casa esa noche porque su sesión de fotos sería hasta las tres de la mañana, y le pidió que la recogiera mañana a las ocho, a lo que él accedió, ya que tenía algo que hacer con Emma.
Al llegar a casa, todo estaba en silencio. Miró su reloj de pulsera mientras subía las escaleras. Ya eran las ocho menos cuarto y su juego empezaría a las once. Tal vez primero necesitaría tomar una siesta.
Cuando subió al segundo piso, se detuvo y miró hacia el lado oeste, donde estaba la habitación de Emma, y lanzó un profundo suspiro. Se preguntó qué estaría haciendo ella: acaso se sentía feliz porque él ya era suyo en matrimonio o quizá también estaba sufriendo. Sacudió la cabeza. Ella nunca merecería una oportunidad. Ella sabía que su matrimonio estaba j*dido desde el principio.
EMMA ESTABA peinándose frente al espejo cuando su teléfono vibró. Vio quién llamaba y era Layla. Quería hacerle una videollamada. Entonces, dejó el peine y contestó mientras apoyaba el celular en el espejo.
“¡¡¡¡¡¡Chica!!!!!!”, gritó Layla al verla. Ella estaba comiendo unos bocadillos en su cama.
“Hola”, respondió Emma, mientras seguía peinando su largo cabello.
“¿Cómo estás? Lamento no haberte llamado en los últimos días. Ya sabes, tengo mucho trabajo que hacer”.
Emma asintió y sonrió, pero no con sinceridad, lo que Layla notó de inmediato.
“¿Estás bien? ¿Tuvieron una pelea de pareja?”, preguntó Layla exageradamente, lo que hizo reír un poco a su amiga.
“No sería una pelea de ‘pareja’, Layla, porque solo es un amor unilateral. Y hasta ahora estamos bien”, respondió con la verdad a medias. Sabía que ella estaba en contra de su matrimonio, pero, como su amiga, la apoyaba.
Layla abrió otra bolsa de chips de plátano mientras se recostaba en su cama y le respondía. “De acuerdo. Por cierto, me dieron tres días libres y estaba pensando que tal vez podría visitarte para pasar dos días juntas porque el día restante lo usaré para mi descanso de belleza”, advirtió y soltó una risita.
Emma esbozó una sonrisa, esta vez genuina, mientras la emoción iluminaba sus ojos. “¿En serio? ¿Cuándo?”.
“Reservaré un vuelo para mañana a primera hora y tal vez esté allí por la tarde”.
“¿Quieres que vaya por ti?", preguntó. Agarró su teléfono, se levantó, caminó hacia su cama y se apoyó en la cabecera.
“No. No es necesario, tomaré un taxi. Además, no es tan difícil encontrarte, ¿sabes?”.
Emma dejó escapar una suave risita. “De acuerdo entonces. Mmm… ¿quieres algo en especial de comer? Cocinaré para ti y le contaré a Levi sobre tu visita”, ofreció.
“Mmm...”, Layla puso un dedo al lado del labio mientras fingía estar pensando, lo que hizo que su amiga negara con la cabeza por sus gestos inmaduros.
“Tal vez. Pensaré en ello cuando llegue. Cocinemos juntas. ¿Qué te parece?”.
Emma asintió.
“Creo que ya debo terminar la llamada”.
“Sí, yo también me voy a dormir…”
“¡Espera!”, exclamó Layla. “¿Dónde está Levi? Apuesto a que no va a dormir contigo, ¿verdad?”.
“Ah… está firmando unos documentos en su oficina. Llegará a las nueve. Ya sabes, es un adicto al trabajo. Además, desde que empezamos a intentar que este matrimonio funcione, a veces no se siente tan cómodo. Pero estamos bien. Me trata como siempre. Ya sabes, como su amiga de la infancia”.
“Dices que están intentando que funcione, ¿verdad? ¿Significa que te está dando una oportunidad?”, preguntó Layla.
Ella asintió y trató de mostrar una sonrisa enérgica. “Sí”.
“Eso es genial. Pensé que ya te estaba convirtiendo en una esposa maltratada”.
Emma se rio. “Por supuesto que no. Sabes que estoy bastante decidida en hacer que se enamore de mí. Además, Levi nunca le ha hecho daño a nadie, no me hará daño a mí”, dijo, pero por dentro sabía que era mentira. Solo necesitaba asegurarle que Levi y ella estaban bien para que su amiga no se preocupara por ella.
Layla mostró una sonrisa. “Lo sé. Está bien, voy a colgar. Adiós, chica, te quiero”.
Ella sonrió. “También te quiero. Buenas noches”.
Cuando Layla colgó, Emma llamó a su madre por teléfono para verificar el progreso de la empresa de Levi. Su madre se sorprendió, ya que era la primera vez que la llamaba desde que se había mudado. Emma mintió diciéndole que necesitaba pasar tiempo de calidad con Levi y ser una buena esposa para él; su madre en la otra línea casi dio un grito en el cielo por tanta felicidad. Ella estaba feliz de que Levi tratara bien a su hija.
Incluso preguntó si ya le darían nieto pronto, lo que hizo que Emma frunciera el ceño y se enojara, pues sabía que Levi no quería tener un hijo con ella, porque no la quería.
Lo único que Levi siempre había querido era hacerla sufrir.
También habló unos minutos con su padre, quien le hizo las mismas preguntas que su madre. Emma terminó la llamada cuando dijo que ya tenía sueño.
Estaba a punto de acostarse cuando sintió un cólico en la parte baja del abdomen. Miró el reloj digital sobre la mesa y sus ojos se abrieron de par en par al ver la fecha.
“¡M*erda!”, maldijo mientras entraba corriendo al baño y, en efecto, tenía razón: ¡Acababa de llegarle su período!
Inmediatamente tomó una ducha tibia, a pesar de que había hecho lo mismo hace unos minutos.
¡Maldición! ¿Qué le iba a decir a Levi? El hombre quería jugar con ella a las once, pero ahora estaba con cólicos menstruales. Y todo por su período.
Tal vez podría decirle que lo pospusiera hasta que finalizara su período.
De pronto, escuchó que tocaron la puerta apenas salió del baño. Caminó hacia esta y la abrió. Al ver a Levi, jadeó accidentalmente.
“Mmm...”, trataba de encontrar las palabras adecuadas.
“Empecemos ahora…”
“¿Eh?”, soltó de golpe y después jadeó. “¿P-Podemos…”
“¡Maldita sea! ¿Por qué tengo que tartamudear?”, pensó sin hablar.
“¿Qué?”, preguntó Levi mientras se cruzaba de brazos.
“¿Podemos posponerlo?”
“¿Por qué?”
“Estoy en mi período…”
La risa de Levi interrumpió sus murmullos, lo que la sorprendió.
“Es un juego de mordidas, Emma. Podemos hacerlo sin que te f*lle”, dijo mientras la señalaba. Bajó los brazos y metió las manos en los bolsillos. “Vístete y te veré frente a esa puerta”, agregó antes de darle la espalda. En ese momento Emma deseó que se la tragara la tierra. “¡Maldición! Qué vergüenza”, pensó.