Capítulo 22
884palabras
2024-04-22 10:44
EMMA SE DESPERTÓ TEMPRANO. Le daba mucha flojera levantarse, pues todavía le dolía ahí abajo. Tampoco era que le hubieran hecho nada del otro mundo, sin embargo... él la había penetrado sin decirle nada.
Además, por mucho que quisiera acurrucarse en la cama, sus obligaciones como esposa la esperaban. Miró el reloj de pared pegado a la pared: eran las 5:12 de la mañana. Bueno, al menos no necesitaba poner su despertador digital en el buró junto a su cama, porque nunca dejaba de despertarse a las cinco de la mañana.
Se levantó y tendió su cama antes de darse un regaderazo. Caminaba hacia la escalera cuando se encontró con Levi.

«¡Qué guapo se ve de traje!», pensó sonriente, como si lo de la noche anterior no hubiera pasado.
"Buenos días", lo saludó, mientras comenzaba a bajar las escaleras, ya que Levi seguía siendo su marido, y sentía que debía respetarlo.
"¿Que quieres para desayunar?", le preguntó, tratando de iniciar una conversación civilizada.
“Solo un café y pan, pero no hace falta que me sirvas. Solo sírvele a Gianna cuando se despierte”.
"En caso de que no lo sepas, sigo siendo tu esposa y no una especie de sirvienta de Gianna", contestó cortante. Había recurrido a toda su fuerza de voluntada pora no referise a Gianna como p*rra o p*ta, pues estaba segura de que Levi la cachetearía si lo hacía. Podía tolerar que la torturara en la cama, pero no esas horribles cachetadas que le había dado la primera vez que insultó a esa cualquiera.
“Entonces, divorciémonos, Emma. Así no tendrás que servirle ni a Gianna ni a mí”.

"Sabes que no puedo darte el divorcio”, respondió ella, viéndolo directamente a los ojos, antes de seguir bajando las escaleras.
Estaba a punto de entrar a la cocina, cuando Levi la agarró del brazo y la giró violentamente hacia él. “Entonces haz lo que te digo. ¿Entendiste?", le lanzó, en un tono que sonaba más a advertencia que pregunta.
Ella forcejeó para liberar del agarre, lo que consiguó clavándole el codo en las costillas. Acto seguido, se alejó lo mpas que pudo de él.
"¡Emma!", soltó él. Sin embargo, ella lo ignoró y siguió su camino hasta la cocina. Abrió el refrigerador. Cuando estaba a punto de agarrar la jarra de vidrio, una mano la jaló del pelo y la arrastró hacia atrás. Intentó zafarse de la mano de Levi, pues parecía que una vez más quería lastimarla.

Sus suposiciones resultaron correctas. Antes de que pudiera reaccionar, la mano de su esposo se impactó contra su mejilla izquierda. Sintió que las lágrimas inundaba sus ojos: podía soportar cualquier clase de tortura o humillación durante el s*xo, pero no en su vida diaria.
Él todavía la tenía agarrada del pelo cuando Gianna apareció.
"¿Y ahora qué hizo?", preguntó la recién llegada, caminando hacia la infeliz pareja. Esa fue la señal para que Levi soltara a su esposa.
Al instante, Emma se secó las lágrimas que caían sobre sus mejillas y se peinó con las manos. Al darse cuenta de que Gianna la miraba, se volteó. Necesitaba alejarse urgentemente de esos dos. Reconocía que cualquier intento suyo era en vano: incluso si cocinaba, Levi no probaba bocado. De hecho, durantre todo el tiempo que llevaban juntos, él solo había probado en tres ocasiones su comida. La primera vez había sido durante el almuerzo, para pedirle que se mantuviera alejado de él mientras comía. La segunda vez fue durante su segundo día de casado y prácticamente se había repetido la escena del día anterior. Sin embargo, la tercera vez fue especial: coincidía con la llegada de Gianna a su vida.
Emma estaba a punto de salir, pero una voz la detuvo.
“¿Qué le hiciste a mi prometido?”, la cuestionó Gianna.
«¿Su prometido? ¿Qué le pasa a esa tipa? Él es mi marido», pensó la mujer, quien no daba créditov a lo descarada que era la amante de su marido. No le importaba que se hubieran conocido primero, pues a fin de cuentas se había casao con ella.
"No le hice nada", respondió, encarando a la intrusa. Había usado un tono tranquilo, aunque por dentro le hervía la sangre y lo único que quería hacer era cachetear a esa muj*rzuela.
Como no estaba contenta con la respuesta, Gianna se acercó a ella. Por su parte, Emma buscó a Levi, quien veía atentamente la escena, pero no parecía que tuviera intenciones de intervenir.
“¿Estás siendo dura con él?”, la provocó la amante.
"¿Dura con mi esposo?", se burló la mujer. No podía creer que la p*rra se atreviera a preguntar algi así, especialmente porque cuando entró su marido la estaba violentando.
"¡Cómo te atreves!", chilló antes de abalanzarse sobre ella. La jaló del pelo y la cacheteó, pero Emma devolvió los ataques.
De repente, Emma sintió que una gran fuerza la tiraba a piso. Alzó la mirada y notó a su hombre abrazando a esa p*ta, mientras que a ella la miraba con desaprobación.
"¿Por… qué?", susurró.
Gianna chillaba como si Emma la hubiera golpeado muy fuerte y lloró sobre el pecho de Levi. Emma sintió un gran dolor al ver a su hombre consolando a esa cualquiera.
A pesar de lo adolorida que estaba, se levantó. Con la poca dignidad que le quedaba, se alejó de esos dos.