Capítulo 53
1104palabras
2024-03-01 00:02
"Lo siento, pero me temo esta tarde lo tiene todo copado a partir de las tres y media."
'Pues menuda suerte... Se viene el despido.'
"¿Y mañana? Por favor, resérvame el primer hueco que haya."

"¿Le viene bien a una de la tarde, en el centro?"
"¡Sí, perfecto!"
"De acuerdo, le pasaré los detalles de la cita a su correo electrónico."
"Muchas gracias. Ah, y no hace falta que se lo reenvíes a mi jefa ni a su secretaria ni a nadie. Estaré allí sin falta."
"Que tenga un buen día, señora Bivens."
La mujer esperó ansiosamente la notificación, y cuando vio que que ella figuraba como único destinatario del correo electrónico con la hora reprogramada de la reunión, al fin se animó a hablar.

"Por favor, llévame de vuelta a mi empresa, Lorenzo. ¿Cómo crees que reaccionará mi jefa si le digo que Scarpellini tenía dolor de cabeza y canceló la reunión?"
"Que no se lo tragará."
"¿Qué? Anda ya... ¿Seguro?"
"Es el vicepresidente de la empresa más rentable de su marido, trabaja como quien respira, y seguramente se ahogaría si no tuviera nada que hacer. Creo que su jefe estaría al tanto de eso y más, viniendo del correo que le ha enviado una empleada de una empresa que sale en la lista Fortune 500."

"Mm..."
Cuando Raelynn llegó a su puesto, descubrió que su jefe se había tenido que ir antes a casa porque le dolía la cabeza.
"¿Cómo...? Bueno, pues... ¡perfecto!", cogió su bolso para marcharse, cinco minutos después de haber entrado.
'Verás cuando el esclavizado conductor que tengo por marido se entere de que mi jefe se ha ido a casa por una jaqueca... Fliparía.'
Mientras conducía hacia casa, fue cobrando consciencia de que le esperarían más burlas y humillaciones por parte de Rodrigo a causa de lo de la noche anterior, así que dio toda la vuelta en el cruce para encaminarse a la casa de Caeli. Mientras, trató de conectar su llamada al Bluetooth.
Tras entretener a los hijos de sus compañeros de trabajo durante horas y cavilar con horror acerca de la idea de tener un bebé ella también, acabó volviendo a su coche a eso de las siete de la tarde.
Condujo hasta un restaurante tailandés bastante apartado, en donde tenía en mente quedarse cenando tranquilamente un par de horas. Con la esperanza de que su marido ya estuviera en su habitación, se detuvo en el aparcamiento de su casa alrededor de las diez y media de la tarde, suspirando.
Abrió la puerta de la casa con sumo sigilo, sorprendida de ver todas las luces encendidas. La tele estaba apagada, y no había nadie en la cocina.
Casi le dio un patatús cuando vio a Rodrigo en el sofá, vestido todavía con su camisa gris y pantalones formales y la corbata colocada aún alrededor de su cuello, pero aflojada. Dormía profundamente con la cabeza apoyada sobre la almohada del respaldo, y ella exhaló aire, admirando su discreta hermosura de cerca.
Preocupada porque no se encontrara bien o le faltaran las fuerzas para subir las escaleras, le puso la mano en la frente con la intención de comprobar si tenía fiebre. Se preguntó a su vez si se estaba tomando sus medicamentos con regularidad y no forzándose demasiado en el trabajo, no fuera a recaer antes de levantar cabeza.
'¿Por qué se habrá quedado dormido así, en el sofá...? No es propio de él, le va a pasar algo en el cuello con esa mala postura que tiene. ¿Qué hago ahora? Tampoco es que pueda llevarle yo en brazo escaleras arriba...'
Después de ponerse la ropa de dormir, bajó otra vez al salón para encontrárselo aún frito. Queriendo apreciar bien de cerca sus facciones, colocó la rodilla entre sus muslos y le despejó el rostro con la mano.
'Qué sonrisas tan dulces y seductores me muestran estos labios siempre...', le pasó un dedo ella por la boca, para luego posar sus propios labios primero en su frente, luego en la mejilla y, finalmente, sobre los labios del otro.
"¡Mi*rda...!" Casi se cayó de espaldas contra el suelo al ver que el hombre abría los ojos de sopetón, sorprendido.
Antes de que ella pudiese huir, el hombre la pilló al vuelo con un pertinaz abrazo.
"E-Es que, he visto... O sea, que tenías un... punto negro, en la nariz..."
El joven la acalló con un beso, el cual se tornó inesperadamente apasionado.
"Puedes besarme cuantas veces te venga en gana, sin necesidad de poner excusas...", le enfatizó en cuanto se separaron para recobrar el aliento, si bien la sonrisa de Rodrigo le robó un poco más de respiración, si cabe.
"No te estaba besando...", cayó ella entre sus brazos ahora, enterrando la cara en su torso superior.
"Deja que te enseñe lo que estabas haciendo, entonces."; la empujó hacia abajo sobre el cojín para luego pegar su cuerpo al de ella.
"No hecho nada parecido a eso...", giró ella la cabeza hacia un lado, poniendo los brazos entre su propio pecho y el de él.
El hombre le plagó las manos de besitos, antes de apartarle el cabello de la mandíbula y mordisquearle suavemente la tersa piel de su cuello, excitándose ante los gemidos y jadeos de Raelynn.
Sus besos voraces y profanadoras caricias hicieron que la chica se dejara llevar por sus deseos internos, gimiendo de placer mientras le rodeaba con piernas y le devolvía besos igual de salvajes. Ella, que siempre perdía sus batallas contra la timidez e inhibiciones de turno, se asombró por actuar con tanto desparpajo.
La ardiente necesidad de sentir más comenzó a recorrerle cada vena y arteria de su organismo, momento en el cual la lujuriosa muchacha creyó completamente que ya había tenido relaciones sexuales con él la noche anterior. Se le escapaba el control de su cuerpo de una manera que no sabía que fuera posible.
Rodrigo también sentía la misma acuciante necesidad, pero entonces experimentó otra cosa aparte que el echó para atrás. Al ver ese lado más vulnerable de ella, le sobrevino un instinto protector sumamente potente, de la mano de sentimiento propio de vulnerabilidad insólito. Era como si ella le hubiese abierto de par en par las puertas a su alma, exigiendo su confianza y amor.
"Lo siento, no puedo hacerlo.", la empujó a un lado, como si la chica le hubiese exigido demasiado, y acto seguido se levantó y subió las escaleras como una exhalación, sin mirar atrás.
Más que sorprendia o avergonzada, Raelynn se sintió dolida. Tomó entonces la rotunda decisión de nunca más dejarle que se acercara tanto a ella, ni física ni emocionalmente.