Capítulo 42
760palabras
2024-01-26 14:23
Dos horas antes...
Rodrigo bajó de la terminal de jets privados en compañía de Pío, el especialista en calidad. Luego, abordó un Rolls Royce con chófer para dirigirse a algún lugar donde pudiera asearse y cambiarse de ropa.
"¡Dos autos nuevos y elegantes para la competencia!", exclamó Pío mientras un auto amarillo con franjas negras clásicas y otro rojo con detalles blancos se detenían en la pista.
"¡Perfecto, comencemos!", exclamó Rodrigo al abordar el auto rojo, un superdeportivo de motor central, listo para enfrentar las cuatro millas del circuito con 23 curvas.
Con un peso de 4 mil libras y más de 700 caballos de fuerza, el vehículo no logró completar ni un cuarto de vuelta antes de sobrecalentarse y arder en llamas. Aunque Rodrigo intentó apagar el motor y el encendido al notar las señales de advertencia, fue demasiado tarde.
Bajó del auto tan rápido como pudo, pero el humo tóxico lo alcanzó a unos 30 metros de la explosión. Pío y el equipo de apoyo actuaron rápidamente y lo llevaron al hospital. El paramédico en sitio evaluó su estado mientras sus guardaespaldas aseguraban la zona.
Crispín, el jefe de seguridad, llamó a Álvaro tan pronto como ocurrió el accidente.
"Irá al hospital de San Francisco. El helicóptero está en camino", informó Crispín a Pío y a los paramédicos.
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Raelynn corrió hacia la puerta de la casa, decidida a ir al hospital donde trasladarían a Rodrigo.
"Raelynn, espera, aún no ha llegado", gritó Álvaro desde atrás antes de hacer más llamadas.
"¡¿Un fallo de seguridad?!", exclamó con enojo a Pío y colgó para comunicarse con otras personas.
Mientras tanto, su chófer se estacionaba y esperaba afuera en un Bentley.
"Necesito una investigación exhaustiva desde que se planeó el viaje de Pío a Berlín", le ordenó a su investigador privado.
Raelynn se estremeció al escucharlo. "¿Fue planeado?". Según los fragmentos que logró entender de la conversación de Álvaro con el paramédico, la condición de Rodrigo era crítica.
"Parece que sí. Lo averiguaremos".
El conductor les abrió las puertas del auto, subieron, y emprendieron el viaje hacia el hospital. Durante el trayecto, Álvaro desahogó nuevamente su ira y dio más instrucciones por teléfono.
Después de colgar, miró a Raelynn cautelosamente, tratando de percibir si tenía conocimiento, y expresó: "Parece que los suegros de tu hermana estuvieron implicados en esto".
"Sé que son tus rivales, pe-pero matar... ¿asesinos? Quiero decir, nunca habría imaginado que llegarían tan lejos como para intentar matar a alguien", Raelynn se sintió tan incómoda que no pudo articular una frase coherente, notando la sospecha de su suegro acerca de su posible implicación en lo ocurrido.
"¡¿TÚ TAMBIÉN QUIERES MATARNOS?!", Álvaro le gritó a su chófer por pasar un semáforo en rojo y casi chocar con un Mazda CX-5. "Nadie te ordenó que aceleraras tanto. El helicóptero todavía está en el aire".
Raelynn, avergonzada por la reciente conversación con su suegro, se preguntó si Álvaro tenía la intención de reprenderla, pero él parecía estar utilizando al conductor como vía para liberar su frustración.
Definitivamente, tenía motivos para estar enojado. Primero, por la traición de su padre al aliarse con el padre de Ariana, y ahora, por el ataque hacia Rodrigo. Estaba segura de que se arrepentía de haber hecho alianzas con ella y su familia.
Siempre tuvo una buena impresión de su cuñado, aunque apenas interactuó con los suegros de su hermana. La única información que tenía sobre ellos provenía de su madre, quien mencionó que la asociación de su padre con Álvaro les disgustó mucho.
"Apenas tienes 22 años. ¿Qué sabes sobre relaciones y compatibilidad? No tengo nada que hablar contigo", solía ser la respuesta de Ariana cada vez que Raelynn llamaba para preguntar sobre cómo iba su matrimonio.
Álvaro se mantuvo ocupado con su celular y no habló con ella durante el resto del viaje. Fue entonces cuando Raelynn llamó a Lorenzo y le pidió el número del jefe de seguridad de Rodrigo en voz baja.
A pesar de sus esfuerzos por controlar sus emociones, su corazón latía con fuerza mientras los paramédicos preparaban el equipo para llevar a Rodrigo al hospital.
Las puertas corredoras automáticas se abrieron, llevándose consigo un olor a pastillas para la tos y café quemado. Mientras tanto, el personal de salud corría para reunirse con los paramédicos y la policía. Con las piernas temblorosas, se quedó quieta a un lado, agarrando un pasamanos de metal para mantenerse firme.
Al ver a Rodrigo en la camilla, perdió la compostura. Su camisa azul claro estaba empapada de sangre, y le estaban administrando oxígeno.