Capítulo 13
1134palabras
2024-01-22 09:48
La semana lejos de Rodrigo se le pasó bastante rápido a Raelynn, sumida en las compras con vistas a la ceremonia nupcial, una despedida de soltera planificada y celebrada casi sobre la marcha, y un cursillo acelerado acerca de las bodas estadounidenses impartido por Lyla y algún que otro amigo. Eligió a la propia Lyla como dama de honor, por supuesto, y empaquetó todas sus cosas organizadamente para que la empresa de mudanzas se las llevara a California.
Un trío de guardaespaldas la seguían a todas partes, e incluso intimidaron a su jefe cuando este se negó a aceptar su dimisión por no haber avisado con treinta días de antelación. Le parecía como si estuviera rompiendo con todos sus vínculos vitales, incluido el lugar al que había catalogado como su hogar durante los últimos cuatro años. Cabe recalcar que, en el momento de enumerar todo lo que iba a echar de menos en su ebrio discurso de despedida de soltera, hizo especial hincapié en lo mucho que añoraría a los caimanes.
Estuvo puesta de cafeína toda la semana, llamando a Damien todas las noches para asegurarse de que el plan de secuestro iba viento en popa para resultar lo más creíble posible. Se había gastado una soberana fortuna en contratar a los secuestradores, por no hablar de todos los gastos que conllevaba la boda, como el vestido más elegante que se pudo permitir y los regalos para sus damas de honor.
Le sorprendió que casi todas sus amigas aceptasen cuando les pidió que fueran sus damas de honor con tan poca antelación, y no dudaron en reservar vuelos exprés para estar en Californio el día indicado.
"¡Una boda en la playa con un multimillonario! Por supuesto que estaré allí como un taco, chica. Estoy seguro de que tu prometido tiene amigos ricachones a raudales que encima estarán como un tren... ¡Qué ganas!" Ese tipo de respuesta fue la más frecuente que recibió por parte de sus conocidas.
Sus padres llegaron al San Francisco International Airport dos días antes de la boda. Ella pudo al final reservar un vuelo que llegara aproximadamente a la vez que el de ellos para poder estar allí a su llegada, pero la escala de Denver a San Francisco sufrió un retraso, por desgracia.
"¿Dónde demonios estás?", la llamó Rodrigo, con voz más hosca imposible.
"En Denver, ¿por qué? ¿Qué es todo ese ruido que se oye?"
"Parece que tu papaíto se ha traído a todo tu país consigo en el avión para asistir a la boda. ¿Cómo es que no has cogido un vuelo más temprano para estar aquí ya? Más te vale no hacerme esperar demasiado..."
"Eh..., no sé si lo sabías, pero en la humilde ciudad en la que vivo no hay precisamente una enorme disponibilidad de vuelos que digamos, ¿sabes? Y menos cuando se reservan con una semana de antelación... Ah, y por si acaso no estabas enterado, tampoco hay vuelos directos a San Francisco."
"¿Y a mí qué me cuentas? Es tu culpa por haberte ido a vivir al culo del mundo. Estoy a punto de perder la cordura con tu familia aquí... Si no estás aquí para cuando terminemos de comer, me largo."
"Nadie te ha pedido que te espetarás en el aeropuerto. ¡Es más, por mí como si no te veo el careto más, ni hoy ni nunca!"
"Yo tampoco estoy aquí por amor al arte, pero bueno... Tus padres parecen estar más idos que tú, que ya es decir."
"Pues te aguantas, majo. Ay, calla un momento... Casi me pierdo el anuncio de megafonía de mi vuelo por tu culpa. La próxima vez, te robaré el jet privado.", le soltó, para acto seguido colgarle con la palabra en la boca.
Se fue corriendo al baño, donde se maquilló aprisa y corriendo antes de ponerse su ropa más resultona y los tacones de aguja con enganches.
**********************
"¡Ahí está, ahí está!", exclamaron sus primos pequeños, echando a correr hacia ella para abrazarla mientras su hermana la saludaba con un frío 'hola'.
"¡Hace dos años que no nos vemos!", la abrazó luego Raelynn, ignorando su actitud distante.
"¡El fuego artificial ha aterrizado!", se pronunciaron la madre y la tía de Raelynn mientras la apretujaban en un abrazo conjunto, quejándose de lo desnutrida que estaba.
"¿Entonces es por esto que nunca activas la cámara en las videollamadas...?", le levantó su madre el cabello de los hombros, negando con la cabeza a modo de reproche por que la chica hubiese combinado el color oscuro con los resaltes acaramelados.
"¡Papá!", logró zafarse del ultra-agarre de una de sus tías para huir hacia su padre.
"¿Qué te ha pasado en la muñeca? ¿Por qué tienes la mano vendada?", le remangó el brazo izquierdo el hombre, preocupado.
"No me digas que has vuelto a ir a esas clases tuyas de karate... No ha roto muchos platos esta niña, pero huesos... la tira.", le comentó su madre a cierto individuo que la estaba mirando con suma diversión. Raelynn parpadeó un par de veces, para a continuación volver en sí cuando alguien la pellizcó.
'Con tanta contaminación acústica, no me he dado cuenta siquiera de que había un tipo así de alto ahí.', pensó. Mientras esperaban, su madre aprovechó para desvelar públicamente casi la totalidad de los secretos más íntimos de Raelynn al público que la escuchaba.
"Deja de dar la chapa con mis asuntos privados, mamá. Y en cuanto a esto, simplemente me da cosa ir enseñándolo por ahí, por eso lo he cubierto...", justificó, al tiempo que se desataba el vendaje para revelar el deslumbrante anillo.
Se oyó una retahíla de aspavientos, seguida interjecciones y expresiones como '¡Lo tienes en el bote, está claro!', '¡Vaya tela marinera de pedrolo...!', entre otras.
"Espera, vamos a sacarte una foto con jiju.", la empujó uno de sus primos hacia Rodrigo, refiriéndose a este último, su cuñado. Luego, le arrebató el bolso y se alejó para abarcarle con el marco de la cámara. "Acércate la mano a la boca, que se vea bien el anillo. ¡Decid 'patata'!" Les inundó un flash.
"Parece que tienes mil primas..., y todas tan cotorras como tú. ¡Qué pesadilla...!", le murmuró Rodrigo, aprovechando la cercanía. "Las madres de estas chicas tampoco tienen nada que envidiarte, la verdad."
"Siempre puedes huir de tu propia boda, si quieres. Es más, yo te animo a ello.", le sugirió ella, pisándole el zapato con su tacón de aguja.
No se había puesto en contacto con ella de ninguna manera durante toda la semana, a pesar de que ella sí que le había echado de menos de manera casi obsesiva. Se indignaba consigo misma ante este hecho, y también por cómo el pecho le bombeaba violentamente al él rodearle la cintura con el brazo incluso antes de que sus primos se lo pidieran.