Capítulo 63
1751palabras
2024-01-09 02:57
Al día siguiente, Nora se dirigía a una de las cafeterías más concurridas. Ese día se había despertado más temprano de lo habitual para llevar a Zoe a la guardería, aunque la niña había insistido en acompañarla, su madre se negó. Consideró de suma seriedad lo que Sheyla necesitaba decirle, y por eso no le pareció adecuado que su hija estuviera presente.
Al entrar en el local, varios pares de ojos se posaron en Nora, lo que la hizo sentir incómoda al llamar tanto la atención. Se preguntó si no había escogido la mejor vestimenta y si estaba fuera de lugar con aquel lujoso abrigo que le había regalado Jeremiah. La verdad era que no estaba segura de si debía usarlo o no ese día, pero no tenía otra opción ya que en su armario no había otro abrigo abrigado que la protegiera del frío otoñal.
Cohibida, se dirigió hacia la mesa al final del local, pasando al lado de varios hombres que la observaban sin disimulo. Nora apretó su bolso con fuerza mientras sentía las miradas clavadas en su espalda.

Odiaba sentirse desprotegida y expuesta, sobre todo en público. En el pasado, había tenido una mala experiencia que no deseaba recordar, pero lamentablemente había dejado una marca en ella. A pesar de haber asistido a terapia y haber superado aquel trauma, no podía evitar sentir ansiedad frente a otras personas, especialmente si se trataba de hombres.
Afortunadamente, Sheyla llegó minutos después de que Nora entrara en la cafetería, lo que hizo que se relajara al no estar sola.
—Hola, espero no haberte hecho esperar tanto —dijo la chica mientras se sentaba frente a Nora.
La castaña negó con la cabeza.
—Descuida, llegué hace poco —respondió.
—Gracias por venir. Imagino que debes tener mucho por hacer y estar aquí podría suponer un gran riesgo para tu empleo —su rostro mostraba un poco de culpa.

—Oh, no, no te preocupes, he pedido el día libre —le informó Nora—. Además, quería saber qué es eso tan importante que tienes que decirme.
Sheyla pareció buscar las palabras adecuadas para comenzar a revelar aquella verdad que había descubierto hacía semanas. No sabía si su padre era consciente de aquel documento que Sussan tenía en su habitación, documentos que había descubierto la noche anterior mientras buscaba pruebas en contra de aquella astuta mujer. Estaba segura de que nadie sabía de la existencia de aquel oscuro secreto, y si lo había ocultado, debía haber alguna razón detrás.
—¿Recuerdas el día que visitaste la clínica por primera vez? —preguntó Sheyla mirándola.
El rostro de Nora se transformó en confusión.

—Sí, claro. Me atendió el doctor Smith en su consultorio —contestó—. Pero ¿por qué lo preguntas?
Sheyla mordió su labio inferior con nerviosismo. Se había convencido de que contarle la verdad a Nora era lo mejor, pero en ese momento se sentía un poco mal por traicionar a su padre. Sin embargo, era importante para ella mantenerse libre de mentiras y secretos. Además, necesitaba encontrar la manera de alejar a Sussan de su padre.
Decidió relatar todo desde el principio.
—Ese mismo día se realizó una criopreservación de semen. El doctor Jones realizó el proceso y me encargó guardar el frasco en el laboratorio. Pero estaba tan nerviosa en ese momento que no me fijé al caminar y caí al suelo. Por suerte, no rompí el frasco, aunque cometí un pequeño gran error —confesó, su rostro delatando la culpa que sentía—. En aquel entonces, mi padre no le iba bien en la clínica mientras los demás doctores tenían éxito; él solo obtenía malos resultados con los procedimientos de inseminación. No había logrado ayudar a una pareja de recién casados, uno de ellos era estéril y el otro aparentemente había sufrido tres abortos espontáneos.
Aquello llamó la atención de Nora, la situación de la pareja de la que hablaba Sheyla le resultaba familiar. No pudo evitar recordar a su hermana y cuñado, que habían pasado por lo mismo.
Le parecía que se refería a Irena y Oliver.
—¿Conoces sus nombres? —preguntó curiosa.
—No estoy muy segura, pero según nos informaron, fallecieron en una de las construcciones de la familia Beaumont —respondió Sheyla.
Nora estaba convencida de que eran ellos, se trataba de Irena y Oliver. Le producía intriga lo último que Sheyla había mencionado y solo podía preguntarle a qué se refería exactamente.
—¿Recuerdas quién estaba a cargo?
—Según tengo entendido, Jeremiah era el encargado. Pero al comprar materiales de baja calidad, una parte de la casa se desplomó, ocasionando la muerte de la pareja —explicó la muchacha—. Me enteré por las noticias, ¿no las viste?
Nora negó con la cabeza y de repente recordó al hombre que la había consolado aquella noche del incidente. Se cubrió la boca con la mano, sin poder creerlo. ¿Cómo no se había dado cuenta antes?
Era difícil de asimilar, no podía comprender por qué todo parecía derrumbarse cuando pensaba que su vida estaba mejorando. Pero ahora se enteraba de algo que nunca hubiera imaginado.
Comenzó a negar repetidamente.
—No, debe haber un malentendido. Jeremiah, él no... —murmuró afligida, tragó el nudo que se había formado en su garganta y miró a Sheyla—. ¿Dices que salió en las noticias? ¿Recuerdas qué programa era?
—Umm, no. ¿Por qué? —respondió Sheyla.
Nora negó, fingiendo solo curiosidad. Sin embargo, se estaba conteniendo para no tener un colapso mental en ese mismo momento.
—Solo necesito confirmar algo, pero en fin, ¿era todo lo que ibas a decirme? — preguntó impaciente por marcharse a casa y buscar en las noticias de años atrás.
La muchacha se acomodó en la silla, colocando las manos encima de la mesa.
—No, en realidad hay más por hablar, pero antes debes prometer que no le dirás a mi padre que he sido yo quien te lo ha contado. Por favor —pidió Sheyla casi suplicante y Nora asintió en acuerdo—. Jeremiah estuvo en la clínica el mismo día que tú, y fue él quien se realizó el proceso de criopreservación. Es decir, es el dueño de aquel frasco que llevé equivocadamente al consultorio donde mi padre estaba realizando tu procedimiento de inseminación.
Nora quedó sin habla, con los ojos abiertos de par en par, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Jeremiah, el hombre que había consolado de ella aquella noche, resultaba ser el dueño del frasco que contenía su esperma. La sorpresa era indescriptible.
—¿Estás segura de lo que estás diciendo? —preguntó Nora, con la voz entrecortada.
Sheyla asintió con seriedad.
—Sí, hablo en serio —afirmó avergonzada—. Fue un malentendido, confundí los frascos y entregué otro por error. No puedo evitar sentirme responsable por todo lo que ha pasado...
Nora no fue capaz de prestar más atención a lo que decía la muchacha, sentía que el mundo se le venía encima. Todo tenía sentido ahora. La conexión y el cuidado que había sentido por parte de Jeremiah no eran producto de la casualidad, sino del lazo que los unía sin que ninguno de los dos lo supiera.
Tragó saliva y se esforzó por mantener la calma.
—Dime, ¿Lo sabe Jeremiah? —quiso saber Nora.
Sheyla suspiró y pareció perderse en sus pensamientos por un instante antes de responder.
—Lo sabe, Jeremiah está al tanto de lo que ocurrió. Sin embargo, no tiene idea que eres la persona que quedó embarazada por el procedimiento —la miró esperando cualquier reacción de parte de la castaña, sin embargo, esta parecía estar procesando todo.
Nora asimiló toda la información, sintiendo una mezcla de emociones difícil de describir. Por un lado, aún quedaban muchas incógnitas por resolver. ¿Por qué Jeremiah había decidido realizar el proceso de criopreservación justo el mismo día que ella? ¿Qué tenía que ver él con la muerte de Irena y Oliver?
Por otro lado, sentía una extraña conexión con él. Ahora sabía que no había sido una coincidencia que sus caminos se cruzaran. Había algo más, algo que no podía explicar con palabras pero que sin duda había cambiado su vida de manera irreversible.
Decidió que necesitaba respuestas, necesitaba saber la verdad.
—Debo irme, estaré en contacto contigo. Y gracias por haberme dicho —intentó sonreír pero el gesto salió un poco tenso.
—Entiendo si estás conmocionada por todo, también lo estaría. Pero creo que necesitabas saberlo —emitió la muchacha notando lo afectada que se veía Nora.
—Gracias.
Se despidió de Sheyla y se dirigió rápidamente a su casa, dispuesta a investigar a fondo lo sucedido. Las noticias eran su siguiente parada, necesitaba encontrar aquel reporte que mencionaba la trágica muerte de Irena y Oliver.
La imagen de Jeremiah se había instalado en su mente. No podía dejar de preguntarse quién era realmente ese hombre del que se había enamorado y qué significaba su presencia en su vida. Pero estaba decidida a descubrirlo, sin importar las consecuencias.
Por otra parte, aquel mismo día, Jong había recibido una llamada de parte de Elliot. Aquello le había sorprendido al abogado, quien se mostró intrigado por saber a qué se debía su inesperada urgencia por reunirse con él. Después del trabajo, condujo hacia la dirección que le había enviado el Chef. No le llevó más de diez minutos llegar al lugar, aparcó el auto y se encaminó hacia lo que parecía ser un restaurante cerrado.
Estaba por golpear los nudillos en la madera, sin embargo, la puerta se abrió mostrando a un Elliot completamente diferente al que conocía. Su rostro lucía mucho más desgastado, como si no hubiese dormido en días.
Jeremiah le había mencionado el delicado estado de salud en el que se encontraba la madre de Elliot. Por lo que no era necesario preguntar por qué tenía ese aspecto. El Chef lo invitó a pasar y se encaminaron hacia una estancia vacía.
—¿Quieres algo de tomar? Aunque solo tengo café —ofreció mientras caminaban hacia el interior del local.
—No, gracias. Estoy bien —dijo Jong, sus ojos explorando todo el lugar—. ¿Es tuyo?
—Sí —afirmó Elliot.
—Debió de ser un gran negocio —comentó el abogado, dándose cuenta de lo desgastada que lucía la tapicería de las paredes—. ¿Por qué cerró?
—Fue difícil mantenerlo, mi madre decidió que era lo mejor para poder pagar las deudas que teníamos en casa —explicó el Chef, soltando un suspiro melancólico.
—Oh, entiendo.
Un silencio se instaló entre ellos, Jong intentando desentrañar las incógnitas de su mente, mientras Elliot buscaba las palabras adecuadas para hablar. No había tenido el valor de contarle a Jeremiah la verdad sobre su familia, y había huido en cuanto tuvo la oportunidad de revelarle que eran hermanos.