Capítulo 62
1550palabras
2024-01-09 02:50
Sussan forzó una sonrisa y se acercó al señor Russell y Jane. Cambió su expresión mostrando una más alegre.
—Bienvenidos, me alegra mucho tenerlos aquí —miró a los recién llegados.
—Gracias por la invitación —dijo el señor Russell con una sonrisa, su rostro demostrando el objetivo por el que había venido—. ¡Jeremiah! pensé que no te volvería a ver después de la propuesta que te hice.
Comentó mientras se acercaba para abrazarlo. Jeremiah se tensó y apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando los brazos del señor Russell ya se habían alejado de su cuerpo.
—Padre... —susurró Jane mirando con reproche a su padre.
—Tuve que convencer a Jane para que me acompañara hoy, así que espero que me des una respuesta a la propuesta, ¿eh? —le señaló con el dedo mientras reía.
Jeremiah mordió el interior de su mejilla, conteniéndose para no marcharse de una vez por todas. Había aceptado cenar con su madre creyendo que era la ocasión perfecta para presentarle a Nora y Zoe, no pensó que habría más invitados presentes. Pero una vez más su madre había jugado sucio.
—Supongo que mi madre no les comentó nada —le dedicó una rápida mirada y Sussan apretó los labios en una fina línea—. Le agradezco mucho su interés en mi negocio, pero debo declinar su oferta, señor.
Las cejas se alzaron en sorpresa, el señor Russell no esperaba recibir aquella respuesta.
—Vaya, parece que tienes una buena razón para rechazarla, ¿no es así? —preguntó Russell con intriga.
Jeremiah asintió y, tomando la mano de Nora, la miró fijamente.
—Ellas son la razón por la cual rechazo su oferta, señor Russell. Espero que me entienda —se disculpó con él y se dirigió a la mesa, dispuesto a tomar asiento junto a Nora y Zoe.
Sheyla, quien estaba al otro extremo de la mesa, había reconocido a Nora desde que había entrado al lugar. Pensó que el destino había estado a su favor aquel día. Se incorporó de la silla y se acercó a la castaña.
—Hola —dijo Sheyla, haciendo que Nora volteara a mirarla—. No sé si me recuerdas, trabajo en la clínica de fertilidad.
Sheyla mostró su fotografía con el uniforme azul para que Nora pudiera acordarse. Los ojos de Nora se ampliaron llenos de sorpresa.
—Oh, sí. Eres la enfermera que estaba en el consultorio ese día —dijo Nora, asintiendo.
—Soy Sheyla, por cierto— se presentó sonriente.
—Nora, es un placer —dijo Nora y extendió su mano para estrecharla con la de la muchacha.
—Desde hace semanas he querido conseguir tu número, pero no lo encontré en los registros de la clínica. La verdad es que necesitaba contactarme contigo cuanto antes.
La preocupación se instaló en el rostro de Nora.
—Debe ser muy urgente, ¿no? —la miró expectante—. Dime ¿qué ocurre?
Antes que Sheyla pudiera hablar, el sonido de una campanilla inundó la habitación. Ambas dirigieron la vista hacia Sussan, quien sostenía una copa en sus manos llamando la atención de los presentes.
Sheyla se levantó de la silla para ir a ubicarse en su asiento, pero antes de alejarse de Nora le susurró al oído.
—¿Te parece que conversemos mañana? Sería más cómodo y prudente decirte en un lugar menos ruidoso —con disimulo le entregó una tarjeta con sus datos personales.
Nora miró el nombre en la tarjeta, notando el apellido de la muchacha. Se preguntó si era pariente del doctor Smith, pero justo en ese preciso instante el dueño de sus pensamientos entró al comedor.
Le sorprendió verlo allí.
—Oh, cariño, ahí estás —dijo Sussan mientras entrelazaba su mano con la de él.
Jeremiah frunció el ceño, confundido ante lo que veía. No entendía que estaba sucediendo.
—¿Hay algo que deba saber, madre? —inquirió con seriedad.
—Por supuesto, querido. Es la razón por la que los he invitado hoy, quiero que conozcan a mi prometido —señaló al hombre junto a ella y Sheyla bufó, ganándose una mirada de recriminación por parte de su padre.
—Aún no veo el anillo en su dedo, señora Sussan —comentó Sheyla ignorando a su progenitor.
Todos parecieron notar la tensión que había entre ellas, pero solo permanecieron en silencio. Sussan la miró fijamente, deseando cerrarle la boca a aquella malcriada, sin embargo, simuló una sonrisa forzada.
Una risa escapó de sus labios, fingiendo gracia ante las palabras de la muchacha.
—Oh, linda, eso es irrelevante cuando lo que realmente importa es el amor que nos tenemos —emitió, dedicándole una mirada a su prometido.
El doctor Smith asintió, sintiéndose un poco confundido al escuchar a Sussan. No tenía idea de que le contarían a todos sobre el compromiso que aún no habían formalizado.
¿Por qué lo había soltado de repente? Se preguntó el doctor.
Unos aplausos se oyeron por parte del empresario, el señor Russell se había levantado de la silla y sonreía con gran emoción.
—¡Vaya, felicidades a los dos! —exclamó el señor Russell, cortando con la tensión que había en el ambiente—. Esperamos gustosamente la invitación a la ceremonia.
—Claro, sería un honor tenerlos como invitados —expresó Sussan, mientras le dirigía una rápida mirada a su hijo—. Querido, también espero que estés ese día. He decidido que tú y Jane sean mi caballero y dama de honor. ¿Qué dices?
Jeremiah la observó por unos segundos, deduciendo que su madre tramaba algo y que aquel compromiso no parecía ser real. No obstante, se limitó a sonreír al notar que los demás lo estaban viendo atentamente.
—No creo tener problemas, madre. Pero al menos me hubiera gustado saber que estabas comprometida. ¿Lo tenías bien guardado, no? —trató de sonar relajado, aunque aquella noticia había removido algo en su interior.
Sussan le sostuvo la mirada a su hijo, notando el efecto que había causado en él. Sin embargo, no le dio importancia a los sentimientos que sintió Jeremiah al saber de su compromiso. Pensó que no era para tanto, después de todo, era una mujer adulta que no necesitaba la aprobación de nadie, siquiera de su hijo.
—Ay querido, no es para tanto. Ya te has enterado —le restó importancia.
Por otra parte, Jane había llevado su atención a la pequeña niña que jugaba con el borde del mantel. Sus facciones era muy parecidas a alguien que conocía, de hecho, apenas la había visto y a su mente llegó el recuerdo de aquel albúm familiar de Jeremiah.
En el, había una fotografía donde aparecía el padre de Jeremiah y fue entonces cuando se dio cuenta del parentesco entre ellos. La niña tenía unos expresivos ojos azules que solo había visto unos iguales en aquel hombre de la foto.
La voz de su padre la sacó de sus pensamientos.
—¿Tu hijo no lo sabía? Vaya, eres increíble, mujer —habló el señor Russell, negando con la cabeza divertido—. ¿Y qué hay de ti? ¿Estabas al tanto de la vida amorosa de tu hijo?
La miró curioso, pero la verdad es que el señor Russell ya había sacado sus propias conclusiones. Era evidente la falta de comunicación y confianza que había entre madre e hijo.
—Tampoco tenía idea que estaba en una relación, me enteré hace poco —respondió Sussan en defensa—. Al menos debió decirme, soy su madre y lo conozco mejor que nadie. Pero al parecer, ya ha hecho su elección.
Aquello hizo enojar a Jeremiah, era injusto que su madre le exigiera algo que ella misma no había cumplido. Siempre se había sentido como un extraño en casa, y sobre todo para la mujer que le había dado la vida. Desconocía completamente lo que pensaba y quería su madre, por ello, tenían una relación complicada.
Nunca se había comportado como la madre que esperaba, su ausencia en la vida de Jeremiah le afectó mucho. Así que era difícil mantener una conversación sin discutir, no cuando se trataba de lo que era o no mejor para él.
—Es muy diferente, madre. Apenas hemos formalizado hace poco, pero ustedes ya parecen conocerse lo suficiente como para estar seguros del compromiso. Y no, no me molesta que hayas encontrado a alguien en tu vida, si lo has elegido a él es porque es el indicado y no me opondré a ustedes —objetó en defensa y luego se dirigió al hombre—. Ya tendremos tiempo de conocernos mejor.
—Sí, claro —afirmó el doctor Smith, sintiéndose algo intimidado por la actitud de Jeremiah.
Minutos más tarde, todos se disponían a disfrutar de la comida que le habían servido. El ambiente se había relajado al comenzar a contar las anécdotas que el señor Russell se encargó de relatar durante la cena. Aunque, había algo que empañaba la velada, y era la actitud fría y distante de Sussan hacia Nora. A lo largo de la cena, Sussan no hizo más que observar a Nora con desconfianza.
Haría lo que fuera por separarla de su hijo, pero para lograrlo debía idear un plan.
Tras finalizar la comida, todos se dirigieron a la sala de estar para charlar de temas de negocios. Sheyla se disculpó educadamente y se excusó para ir al baño. Sin embargo, sus verdaderas intenciones eran diferentes; deseaba encontrar pruebas que confirmaran sus sospechas sobre los planes malévolos de Sussan, quien había envenenado la mente de su padre en su contra. Con sigilo, se dirigió hacia la habitación de Sussan en lugar de ir al baño, decidida a encontrar la verdad.