Capítulo 52
1433palabras
2024-01-09 02:21
Al cabo de un rato, Nora se dirigía a la clínica de fertilidad dónde había llevado a cabo su procedimiento de inseminación hace algunos años atrás. Mientras caminaba por la acera, no puedo evitar pensar en todo lo que estaba sucediendo en su vida. Esta había dado un cambio drástico, y por una vez en todos los años estaba sintiendo que era feliz.
Zoe se había quedado con Jeremiah, quién le había dicho que no tenía problema en cuidarla mientras ella estaba en la clínica. Nora le agradeció y prometió volver enseguida.
Pensó en lo que había sucedido horas antes, y se sonrojó al rememorar los recuerdos de aquel beso. Jeremiah era un hombre increíble, y se sentía la mujer más afortunada del mundo. Sin embargo, también estaban esos pensamientos negativos que le decían que esa felicidad era momentánea y pronto iba a despertar del sueño.

—¿Nora?—una voz la sacó de su ensimismamiento.
El Chef se encontraba a metros de ella, mirándola con curiosidad. Llevaba una barba insipiente y su aspecto no era el mismo, de hecho lucía mucho más cansado.
—¿Elliot? —imitó de la misma manera —. ¿Qué haces aquí? ¿Está todo bien?
—Sí bueno... no, la verdad es que mamá ha recaído de nuevo —mordió su labio inferior con fuerza y Nora imaginó lo afectado que debía estar.
Se acercó a Elliot y apretó su hombro dándole el apoyo que necesitaba en ese tipo de situaciones.
—Oh, siento tanto oír esto —dijo con pesar —. ¿Quieres hablar? Tengo unos minutos...

—¿No estás ocupada? —preguntó él sin querer robar de su tiempo.
—No, descuida. Lo que he venido a hacer puede esperar —le tranquilizó y le dedicó una sonrisa débil —. ¿Vamos a la cafetería? ¿Ya has comido?
—No, aún no.
—Bien, entonces me aseguraré de que comas —lo tomó del brazo y se encaminó junto a él hacia la cafetería de la clínica.

Minutos más tarde, después de ordenar la comida. Nora se acercó lentamente, tratando de no interrumpir la enigmática tranquilidad de Elliot. Sus ojos se entrecerraron levemente mientras intentaba descifrar qué podría estar pasando por la mente de su amigo. ¿Habrá tenido algún problema su madre? ¿Estará en peligro? La incertidumbre se apoderó de ella y decidió romper el silencio.
—¿Elliot? —susurró Nora, su voz cargada de preocupación.
Él levantó la mirada, un destello de sorpresa atravesando sus ojos. Parecía abrumado. Una pequeña arruga de confusión se formó en su frente mientras intentaba recomponerse.
Nora depositó su bandeja con cuidado sobre la mesa, sentándose frente a él. Observó detenidamente el rostro de Elliot, intentando leer entre líneas. No pudo evitar preguntarse qué le pudo haber pasado a la madre de Elliot para que volviera a recaer.
—¿Estás bien, Elliot? —le preguntó notando cómo sus palabras flotaron en el aire, aguardando una respuesta que no parece llegar.
Él suspiró, como si la pregunta hubiese despertado en él una realidad que había preferido ignorar.
—No, no lo estoy —respondió Elliot finalmente, su voz cargada de melancolía —. Siento que pronto estaré completamente solo en este mundo si no tomo la decisión correcta.
Nora sintió un escalofrío recorrer su espalda al escuchar sus palabras. La tristeza en la voz de su amigo era inconfundible, y su corazón se apretó al verlo en ese estado. Desde que lo había conocido, Nora había admirado la seguridad y determinación de Elliot para enfrentar los desafíos de la vida, pero ahora parecía que un halo de dudas y descontento lo rodeaban.
—¿Qué quieres decir, Elliot? —murmuró, su voz apenas audible —. ¿Es por tu madre? ¿Qué te han dicho los doctores?
Lo miró, esperando pacientemente a que él se abriera, deseando poder ayudarlo de alguna forma. Elliot tomó aire, su mirada perdida en el vacío.
—Le quedaba pocos meses de vida, Nora. Ya es muy tarde, la enfermedad ha avanzado —dijo al fin, tragando el nudo que había en su garganta —. No sé que hacer, sabía que sucedería, pero no creía que fuera tan pronto.
Aquello la tomó por sorpresa, Nora sintió como su corazón se encogió al oír al Chef.
—Lo lamento tanto, Elliot. Y entiendo que sea difícil de procesar, no es un noticia que queremos escuchar —emitió cubriendo su mano, dándole consuelo.
—¿Por qué tiene que ser así... la vida? es tan injusta que no entiendo porque debemos sufrir tanto si al final todo termina de la misma manera —comenzó a hablar, desesperadamente buscando las palabras correctas para describir su confusión interna.
Mencionó cómo se había sentido atrapado en la monotonía de su rutina, cómo había dejado de lado sus sueños y pasiones en busca de la comodidad y la estabilidad para su madre. Admitió que había perdido su conexión con la esencia misma de su ser, y se sentía perdido en un mundo que no parecía pertenecerle.
Nora lo escuchaba atentamente, sintiendo el peso de las palabras de Elliot resonar en su interior. Comprendía los sentimientos de su amigo, y sintió compasión por él. No sería nada fácil acostumbrarse a la ausencia de alguien que siempre había estado para él.
—Tristemente no tenemos la capacidad de controlar lo que sucederá en la vida. Escapa de nuestras manos poder solucionar una situación referente a la muerte. Pero tienes que ser fuerte, y dedicarle el tiempo que te queda junto a tu madre.
—Lo haré, pienso aprovechar cada segundo que la vida me está regalando junto a ella —la determinación en sus palabras lo hicieron sonreír débilmente —. Cambiando de tema, aún no me has dicho a qué has venido.
Nora suspiró, llevando la vista a la ventana.
—Hace cinco años vine a esta clínica a un procedimiento de inseminación, para concebir —reveló en voz alta —. Y el doctor me ha citado, supongo que debe tratarse de alguna información importante.
—Oh —se limitó a decir Elliot, sin esconder la sorpresa en su voz —. Disculpa si soy entrometido, pero ¿puedo preguntarte al respecto?
—Claro, no hay problema.
—¿Quién es el padre de Zoe? Nunca lo has mencionado —indagó con intriga.
—El padre de Zoe es un donante anónimo. Decidí tener un hijo por mi cuenta, sin un compañero —respondió Nora con tranquilidad, notando la sorpresa en la expresión de Elliot.
—Wow, eso es... valiente. No muchas personas estarían dispuestas a hacer eso.
Nora asintió con gratitud ante el elogio de Elliot. Aunque no le había dicho la razón por la que había elegido tener un hijo.
—Fue una decisión difícil, pero no me arrepiento. Zoe es lo mejor que me ha pasado en la vida y no cambiaría nada —agregó con una sonrisa melancólica.
Mientras tanto, Elliot reflexionaba sobre las palabras de Nora. Jamás se habría imaginado que una mujer tan joven como ella estuviera tan segura de su decisión.
Minutos más tarde, salieron de la cafetería entrando a la clínica donde cada uno tomaría diferentes direcciones.
—Nora, agradezco mucho tu compañía y siento mucho haberte interrumpido con mis problemas
Nora sonrió y le dio un abrazo rápido.
—No, Elliot. Significa mucho para mí poder ayudar de alguna forma. No dudes en decirme si necesitas algo, ¿De acuerdo? —él asintió, agradecido.
Ambos se despidieron y Nora se encaminó por el pasillo de la clínica hacia el consultorio del doctor Smith. Al entrar, se encontró con una enfermera a la que reconoció al instante, la misma joven que estuvo presente durante el procedimiento de inseminación ese día.
—Buenas tardes —saludó cortésmente.
—Buenas tardes, señora Nora. Adelante —la invitó a tomar asiento en una de las sillas de metal—. ¿Cómo ha estado? ¿Y la pequeña niña, cómo se encuentra?
—Hemos estado bien, gracias. Zoe ha crecido mucho y es una niña muy inteligente —respondió Nora, esbozando una sonrisa al mencionar a su hija—. Doctor, ¿a qué me ha citado?
—Oh sí, tengo algo importante que discutir con usted, pero antes me gustaría presentarle a mi hija, Sheyla —la susodicha simplemente sonrió, aunque Nora notó que la expresión no parecía del todo genuina.
De hecho, era una sonrisa tensa, y Nora no pudo pasarlo por alto.
—Sí, creo que la recuerdo —comentó Nora, dirigiendo su mirada al doctor Smith.
—Bueno, resulta que recientemente descubrí que el donante de esperma que utilizamos en su procedimiento no pertenecía a los donantes anónimos, sino que era una muestra de esperma criopreservada. Aunque esto no supone ningún problema, considero que es mi deber como médico asumir la responsabilidad de mi error al no percatarme antes —explicó en tono calmado y sereno.
Sin embargo, para Nora, la información que acababa de recibir aún estaba siendo procesada. No comprendía por qué, después de tanto tiempo, el doctor Smith le revelaba aquello.