Capítulo 42
1321palabras
2024-01-09 01:50
Sofía había regresado a la ciudad después de un mes sin ver a su querida amiga Nora y su pequeña Zoe. El sol brillaba en el cálido día de primavera mientras ella caminaba con emoción en las calles de la ciudad, dispuesta a ir a la casa de su amiga. Aunque Nora no tenía la menor idea de su llegada, Sofía estaba determinada a darle una sorpresa inolvidable.
Mientras tanto, Jong había decidido encargarse de recoger a su hermano menor quién había venido de visita y se quedaría unos días en su casa. Conociendo a su hermano, sabía que detestaba esperar, por lo que había llegado al aeropuerto unos minutos antes. Pero decidió esperarlo en el auto.
Sofía, ajena al peligro inminente que se cernía sobre ella, se encontraba despreocupadamente revisando su móvil, cuando de manera sorpresiva y furtiva un sujeto intentó arrebatarle su cartera. Sin embargo, Jong, quien desde el principio había percibido las malévolas intenciones del hombre, decidió actuar como su salvador. Con determinación, abandonó el automóvil y se dirigió decididamente hacia ellos, deteniendo al ladrón en su intento.

—Si no deseas enfrentarte a las consecuencias de una llamada a la policía, te sugiero que devuelvas lo que has tomado —amenazó Jong con voz firme desde atrás.
El ladrón, al escuchar las palabras amenazadoras de Jong, sintió un escalofrío recorrer su espalda y en un arranque de miedo intentó huir. Sin embargo, la agilidad del abogado superó con creces la torpeza del ladrón. Con una rápida y precisa maniobra, Jong agarró uno de los brazos del infractor y lo flexionó bruscamente hacia atrás, aplicándole una llave que provocó una expresión de dolor en el rostro del ladrón.
—¡Suéltame, por favor! ¡Me lastimas! —gritó el ladrón en un intento desesperado por obtener clemencia mientras Jong mantenía su agarre firme e inquebrantable.
La multitud que se había congregado atraída por la escena observaba con asombro y admiración cómo el abogado demostraba su valentía y habilidad para hacer justicia. El coraje y la determinación de Jong eran palpables en cada movimiento que realizaba para mantener bajo control al ladrón.
Sofía, se sentía agradecida y al mismo tiempo molesta por la valentía que intentaba demostrar Jong, mientras los demás parecían admirados por la escena de lucha libre que presentaban en medio de la calle. A medida que otros transeúntes se daban cuenta de lo que ocurría, se acercaban para ver cómo el ladrón era sometido por el abogado.
—¡Está bien, está bien! —se rindió el ladrón soltando la cartera.

Finalmente, Jong decidió liberar al ladrón, pero no sin antes darle un consejo contundente.
—Escucha bien, esto debería ser una lección para ti. Elige un camino diferente en la vida y deja atrás tus acciones criminales. Si vuelvo a verte en problemas, no seré tan compasivo la próxima vez.
El hombre, aún asustado y adolorido, asintió con la cabeza en señal de entendimiento. Sin decir una palabra más, se alejó rápidamente del lugar.
Sofía recogió su cartera del suelo, sintiéndose incomoda de haber atraído la atención de los demás. El abogado se acercó a ella para asegurarse como se encontraba.

—¿Está bien? —su voz la hizo voltear.
Jong se quedó perplejo en el momento en que sus miradas se cruzaron. La belleza de Sofía lo dejó sin aliento y nunca en su vida había conocido a una mujer tan deslumbrante. Su cabello oscuro caía en suaves ondas a lo largo de sus hombros y sus ojos verdes parecían tener la capacidad de atrapar almas perdidas
—Oh sí, descuide, gracias por salvarme —dijo Sofía fríamente, sin mostrar emoción alguna.
Jong frunció el ceño, confundido por su actitud distante.
—No tienes que agradecer. Solo hice lo que consideré correcto —respondió, intentando ocultar su decepción.
Sofía soltó una risa despectiva.
—¿Correcto? No creo que haya sido necesario todo ese alboroto. Podría haberme ocupado yo misma.
Jong la miró con incredulidad.
—Lo siento si no cumplí con tus expectativas de valentía. Pensé que te habías visto en peligro y decidí intervenir.
Sofía rodó los ojos, cruzando los brazos sobre su pecho.
—No necesitaba su intervención. Soy perfectamente capaz de cuidar de mí misma.
Jong suspiró, frustrado y maravillado ante su actitud indiferente.
—Lo siento si te ofendí. No volveré a interponerme en tus asuntos.
Sofía asintió con desdén.
—Así me gusta. Ahora, si me disculpa, tengo cosas más importantes que hacer —dijo, girándose para alejarse.
Estaba a punto de cruzar la calle cuando un niño que corría sin prestar atención la empujó accidentalmente. La fuerza del golpe casi la hace perder el equilibrio y caer al suelo, pero Jong, que estaba a su lado, reaccionó rápidamente y la sujetó con fuerza para evitar que cayera hacia la calle.
Sofía, asustada, se aferró a él sintiendo su corazón latir rápidamente. Todo había pasado tan deprisa que apenas y había podido reaccionar a tiempo. Sin embargo, al darse cuenta de la persona que la había salvado de nuevo se zafó bruscamente de su agarre y lo miró con frialdad.
—Al parecer necesitas a alguien que cuide de ti —murmuró Jong con una sonrisa socarrona.
—No necesito su ayuda —soltó con orgullo.
Jong asintió, divertido por la situación.
—Como quieras —se encogió de hombros.
Sin decir una palabra más, Sofía se alejó, dejando a Jong con una sensación de intriga. El abogado se quedó mirando cómo se alejaba, maravillado por su presencia, preguntándose qué la hacía tan especial y qué ocultaba detrás de esa fachada indiferente. Estaba decidido a descubrirlo, a conocer a la enigmática mujer aunque siquiera sabía su nombre.
Minutos después de llegar en taxi, Sofía salió del vehículo y se dirigió hacia el imponente edificio donde residía Nora. Ascendió elegantemente las escaleras que llevaban al tercer piso y golpeó con determinación los nudillos en la puerta de Nora.
En ese momento, Nora, que aún estaba sumida en un profundo sueño, no había advertido el paso del tiempo debido al agotador día que había tenido anteriormente. Sin embargo, al escuchar los golpes resonantes en la puerta, su hija Zoe, quien había abierto los ojos con curiosidad, no pudo resistirse a la tentación de levantarse de la cama y ver quién estaba llamando a su madre.
Con un esfuerzo, Zoe se alzó para alcanzar la manija de la puerta y la abrió cuidadosamente mientras asomaba su rostro adormecido. Pero, al ver a Sofía parada frente a ella, sus ojos se ampliaron de sorpresa.
—¡Tía Sofía! —exclamó emocionada, lanzándose de inmediato hacia la mujer—. ¡Has vuelto!
Con calidez y cariño, Sofía abrazó a Zoe entre sus brazos, devolviendo su amorosa bienvenida. Luego, se separó suavemente para preguntar por Nora, su querida amiga.
—Hola, cariño. ¡Cómo te he echado de menos! ¿Dónde está tu madre?
—Está durmiendo todavía —respondió la pequeña, incapaz de contener su alegría—. ¿Trajiste regalos para mí?
Sofía sonrió con ternura a Zoe y le dio un sonoro beso en la mejilla.
—Por supuesto, mi princesa. Siempre tengo algo especial para ti.
Juntas, entraron en el cálido hogar y se dirigieron a la habitación de Nora para despertarla con una sorpresa inigualable.
—¡Mamá! ¡Mamá! —gritó Zoe mientras saltaba sobre la cama, emocionada.
Nora parpadeó un par de veces para acostumbrarse a la luz brillante que se filtraba por la ventana. A medida que su mente se despertaba, se dio cuenta de que ya era pleno día. Se sentó rápidamente en la cama, con el corazón palpitando con fuerza.
—¿Qué está pasando? ¿Qué hora es? — preguntó, confundida, al tiempo que observaba a Sofía parada frente a ella, sonriendo con alegría.
—¡Sorpresa! —anunció Sofía, dejando que la emoción impregnara su voz.
Nora se quedó sin palabras mientras trataba de procesar la sorprendente aparición de su amiga en su hogar. Las lágrimas llenaron sus ojos ante la alegría de volver a ver a Sofía, la persona a la que tanto había extrañado en los últimos meses. Era un momento de felicidad inesperada y un reencuentro que habían anhelado durante tanto tiempo.