Capítulo 36
1311palabras
2024-01-09 01:32
Habían pasado semanas desde que Nora comenzó a trabajar con pasión y dedicación en el hotel. Cada día se esmeraba al máximo para ofrecer lo mejor de sí misma en todas las tareas que realizaba en la cocina. A pesar de haber asistido solo a unas cuantas clases, había sido capaz de adquirir un vasto conocimiento culinario. Su empeño no había pasado desapercibido para sus compañeros y superiores, quienes habían reconocido el compromiso y la entrega que Nora mostraba a diario junto al Chef.
Finalmente, había llegado el día tan esperado, el evento anual que se celebraba en el hotel. Todos se encontraban inmersos en los preparativos finales en el lujoso salón donde tendría lugar la magnífica celebración. El ambiente estaba impregnado de una energía frenética y emocionante.
En medio de la vorágine, Elliot se acercó a Nora, quien apenas había tenido tiempo de dar un fugaz bocado a su almuerzo. La expresión de urgencia en su rostro dejó en claro que necesitaba ayuda.
—¿Están listos los exquisitos macarrones, Nora? —preguntó Elliot, colocándose a su lado—. Necesito que me eches una mano para preparar los bocadillos. ¿Podrías hacerme el inmenso favor?
A pesar de que su estómago rugía de hambre y el cansancio empezaba a hacer mella en ella, Nora no podía negarse. Sabía que sus compañeros estaban tan agobiados como ella y que el tiempo apremiaba para que todo estuviera perfecto y a punto para deleitar a los distinguidos invitados que pronto llegarían.
—Por supuesto, dime qué debo hacer—respondió, esbozando una sonrisa amable mientras dejaba de lado sus propias necesidades y se adentró en la tarea urgente que tenía entre manos.
—Gracias —le guiñó un ojo y le explicó los bocadillos que tenía que preparar —. No es muy complicado.
—Bien, haré mi mejor esfuerzo.
Nora había comenzado a mezclar los ingredientes que el Chef le había proporcionado, siguiendo atentamente las detalladas instrucciones que aparecían en el libro de recetas. Nunca antes se había aventurado a preparar unos bocadillos tan elaborados, pero esperaba que fueran todo un deleite para aquellos que los probaran.
Mientras tanto, Jeremiah se encontraba en el salón principal, supervisando que todo se desarrollara según lo planeado por su primo. Debía reconocer que Dylan había superado todas sus expectativas en cuanto a la organización del evento de ese año. Cada detalle estaba cuidadosamente elaborado y los invitados parecían disfrutar de la velada.
—¿Te sorprendo, eh? —la voz de Dylan hizo que Jeremiah volviera su cabeza para mirarlo —. Te dije que mi idea tendría éxito.
Su primo lucía tan elegante como él, vistiendo un impecable traje negro. La diferencia era que uno llevaba corbata negra y el otro de un tono azul oscuro.
—No puedo negarlo, te subestimé —admitió sinceramente—. ¿Ya han llegado los inversionistas?
Dylan soltó un chasquido.
—La señora Charlotte no podrá asistir, pero por suerte contamos con un invitado especial —mencionó, despertando la curiosidad de Jeremiah—. Ya lo verás...
Estaba a punto de decir algo cuando su móvil sonó, así que se alejó un poco de su primo para atender la llamada de su mejor amigo. Se dirigió al pasillo contiguo a la cocina para poder hablar con tranquilidad.
—¿Hola?
—¿Adivina quién estará en el evento? —oyó decir a Jong al otro lado de la línea.
—No tengo ni idea, así que dime ya —exigió impaciente el director.
—Deberías descubrirlo tú mismo, pero...
—Por favor, solo dime de una vez quién vendrá —rogó Jeremiah, cansado de las indirectas.
—Se trata de aquella mujer —no hacía falta pronunciar su nombre, Jeremiah sabía perfectamente a quién se refería.
Sin decir nada más, colgó la llamada y regresó al salón, buscando con la mirada a su primo, pero no lo localizó. Se adentró entre los invitados, tratando de pasar desapercibido para algunos que eran viejos conocidos de su abuelo, Malcolm. No obstante, uno de ellos intentó detenerlo para saludarlo.
—Disculpe, necesito encontrar a alguien para tratar un asunto importante. Quizás podamos conversar en otro momento —se excusó lo más educadamente posible.
Aceleró el paso, atravesando el amplio salón que poco a poco se iba llenando. La mayoría de los invitados eran personas adineradas que habían acudido con el objetivo de mostrar cuánto dinero estaban dispuestos a donar para obras de caridad. Aunque Jeremiah odiaba ese tipo de actitudes, seguía participando en esos eventos únicamente por su abuelo.
Sin embargo, él tenía motivos de peso para llevar a cabo este evento que tenía como objetivo principal ayudar a los niños sin hogar. Los demás invitados simplemente aprovechaban la ocasión para presumir de sí mismos y de su dinero, aspirando a aparecer en los titulares de noticias que se propagaban rápidamente.
Jeremiah estaba absorto en sus pensamientosmientras buscaba a Dylan entre los invitados que ya se encontraban en el salón. No se percató de la mujer que se acercaba en dirección contraria, tropezando con ella y casi derramándole la copa que sostenía.
—Lo siento, no te vi... —su frase se quedó suspendida en el aire al contemplar a la mujer frente a él.
Era Jane.
Su corazón dio un vuelco en su pecho al verla.
—Hola, Jeremiah —le respondió Jane con una sonrisa tensa.
—¿Qué haces aquí? —inquirió con molestia.
—Fui invitada, pensé que lo sabías. Pero parece que Dylan no te informó —respondió ella, desilusionada.
Jeremiah tensó su mandíbula al escucharla. Tenía la sensación de que su primo la había invitado con otro propósito, quizá para arruinar su noche. Y vaya que lo había logrado.
Él agarró su antebrazo y la arrastró a un pasillo apartado, alejándola de las miradas curiosas de los invitados. Se detuvieron y él la soltó como si simplemente tocarla le hubiera quemado.
—¿A qué has venido hasta aquí? —volvió a interrogar.
—Ya te he dicho, Dylan me ha invitado.
—¿Por qué lo haría? Según tengo entendido, no tienes nada que ver con el negocio de tu padre —soltó fríamente.
Jane bajó la mirada al suelo y notó un cambio en la expresión de Jeremiah. Sus palabras la hirieron.
—No tuve elección —susurró, luego fingió una sonrisa un tanto floja—. Mi padre tuvo que viajar por negocios y no pudo acompañarme. ¿Crees que podríamos hablar después?
—¿Para qué? —preguntó bruscamente Jeremiah.
—Me gustaría discutir... nosotros. Quiero disculparme por lo que ocurrió —dijo Jane, y Jeremiah soltó una risa seca.
—¿Lo que ocurrió? —repitió él con amargura—. Pedir disculpas no cambia nada, es demasiado tarde para eso... y no tengo nada de qué hablar contigo. Tu presencia aquí no significa que debamos fingir nada. Así que te pido, con amabilidad, que no intentes cruzar mi camino de nuevo.
Jeremiah expresó con resentimiento mientras se dirigía de vuelta al salón. Sin embargo, Jane lo detuvo.
—Nunca me perdonarás, ¿verdad?
Jeremiah se quedó en silencio, mirando fijamente a Jane. Sintió la rabia hirviendo en su interior y se preguntó si alguna vez podría perdonarla por lo que había hecho. Sin embargo, al observarla más detenidamente, notó una fragilidad en su expresión que no había visto antes. Jane había cambiado, eso era evidente.
En ese momento, su mente era un torbellino de emociones contradictorias. Por un lado, deseaba alejarla de su vida para siempre, dejar atrás el dolor y el resentimiento. Pero por otro lado, aquella mezcla de nostalgia y curiosidad lo atormentaba, reviviendo momentos que intentó enterrar durante años.
Recordó vívidamente aquella fatídica noche, cuando abrió la puerta y encontró a Jane y Dylan juntos. Fue un golpe directo a su orgullo y su corazón. Las imágenes se reprodujeron una y otra vez en su mente, hiriendo su ego y derrumbando su confianza. Y arruinando su relación.
—¿Tienes idea del daño que me hicieron? Jamás olvidaré lo que presencié aquella noche, y nada de lo que digas en este momento podrá reparar la herida causada por tu traición —murmuró Jeremiah con voz baja pero llena de resentimiento.
Jane bajó la mirada, parecía estar luchando contra las lágrimas.