Capítulo 35
1582palabras
2024-01-09 01:32
—Ven, cariño. Es hora de irnos a casa —dijo Nora, extendiendo los brazos para que la niña pudiera levantarse—. ¿Quieres que te cargue?
—No, quiero que Elliot me cargue, estoy demasiado cansada para caminar.
La madre, preocupada por enseñar a su hija a valerse por sí misma, trató de intervenir.
—Princesa, podrías caminar tú sola, ¿no crees?
Sin embargo, Zoe hizo un puchero y extendió sus brazos hacia Elliot, dejando clara su preferencia.
—No importa en absoluto. Estoy encantado de cargarla —dijo el chef, poniendo una mano en el hombro de Nora, lo que provocó que Jeremiah soltara un bufido de molestia.
Era evidente que el chef estaba aprovechando cualquier oportunidad para tocar a Nora, y esto causaba celos en Jeremiah. Aunque no quería admitirlo.
—De acuerdo, si no te importa, sería apropiado llevarlas a casa. A estas horas, será difícil encontrar un Uber disponible —dijo el director y Elliot asintió de acuerdo, pero Jeremiah se adelantó ofreciendo llevarlas mientras luchaba contra los celos que invadían su corazón —. Vamos, las llevaré a casa.
—Oh, le agradezco, señor —Nora aceptó con gratitud la oferta del director, agradecida por su amabilidad.
Se despidieron de Elliot y se marcharon del lugar. El Chef se sintió un poco desilusionado mientras veía el auto alejarse, suspiró profundamente y se dirigió a su coche. Lo encendió yéndose por la dirección contraria.
Por otro lado, Nora se encontraba absorta en sus pensamientos mientras observaba el paisaje pasar velozmente por la ventanilla del auto. Sus ojos, pesados por el cansancio acumulado, se aferraban a mantenerse abiertos hasta llegar a casa.
Ladeó la cabeza, observando al director mientras conducía en silencio.
En el asiento del conductor, Jeremiah dirigió su mirada hacia Nora, percatándose de su atención fija en él. Esto no pasó desapercibido para él, y decidió romper el silencio.
—¿Hay algo que quieras decirme? No has dejado de mirarme —le inquirió, sorprendiéndola con su pregunta directa.
Nora apartó rápidamente sus ojos, sintiendo cómo sus mejillas se encendían por la vergüenza. Carraspeó incómoda antes de responder.
—Eh, no. Bueno, sí... —tartamudeó, tratando de aparentar tranquilidad—. Quiero agradecerle por todo. Por el trabajo que me ha dado.
El director lanzó una rápida mirada a Nora antes de volver la vista al frente.
—No es nada. Como te dije antes, creo que tienes talento y no quería dejar que lo desperdiciaras lavando platos —comentó con sinceridad, antes de atreverse a preguntar—. Pero me intriga saber por qué aceptaste el trabajo si eres buena en la cocina.
Nora suspiró y bajó la mirada a sus manos, entrelazando los dedos mientras buscaba las palabras adecuadas para responder.
Se permitió ser sincera con él.
—Durante estos cuatro años ha sido realmente difícil encontrar empleo. El simple hecho de ser madre soltera no generaba una buena impresión, y eso me limitaba en las oportunidades laborales. Así que terminaba aceptando trabajos que no satisfacían realmente mis habilidades, pero al menos nos permitían subsistir —explicó, recordando con tristeza los momentos de lucha y sacrificio que había tenido que atravesar para cuidar de su hija. Un atisbo de melancolía pasó por sus ojos, pero hizo un esfuerzo por mantener una sonrisa en sus labios —. Sin embargo, estoy contenta con los logros que he obtenido hasta el momento.
Jeremiah asintió en silencio, procesando la información que Nora había compartido con él. Comprendió un poco mejor la situación en la que ella se encontraba y admiró su fortaleza para salir adelante.
—Entiendo —fue lo único que logró pronunciar.
Se preguntaba qué había pasado con el padre de la niña, sin embargo decidió no inmiscuirse en los asuntos privados de su empleada.
A medida que avanzaban por las calles de la ciudad, Nora volvió a fijar sus ojos en Jeremiah. Su mente divagó por un instante, mientras analizaba detenidamente la apariencia del director. Desde su nariz respingada hasta su mentón marcado, adornado por una incipiente barba que añadía seriedad a su rostro, Nora no podía negar que consideraba a Jeremiah atractivo. De hecho, lo encontraba mucho más atractivo que a Dylan.
Sin embargo, se recordó a sí misma que, a pesar de su apariencia física, eran dos personas completamente diferentes. Jeremiah, con su carácter serio y recto, contrastaba con la personalidad más relajada y divertida de Dylan.
Pero un completo imbécil. Le recordó su subconsciente.
Aunque Nora no podía negar que había una parte de ella intrigada por descubrir más sobre el director, también sabía que su enfoque principal debía ser su hija y su bienestar. No tenía tiempo ni energía para distracciones románticas en su vida en ese momento.
Con ese pensamiento, Nora desvió su mirada hacia el paisaje que se desplegaba ante ella, permitiendo que la somnolencia se apoderara finalmente de su cuerpo. Mientras el auto continuaba su camino hacia su hogar, Nora se sumergió en un sueño reparador, sabiendo que al día siguiente enfrentaría nuevos desafíos y oportunidades.
No supo exactamente en qué momento había arribado a su hogar, pero al abrir los ojos se encontró con unos orbes azules que la miraban con curiosidad. Nora parpadeó varias veces y giró su cabeza para observar a Zoe, quien aún dormía plácidamente en el asiento trasero.
—¿Cuándo hemos llegado? —inquirió Nora, echando una mirada hacia los lados mientras se erguía en el asiento.
—No ha pasado mucho tiempo. He intentado despertarte, pero te veías tan cómoda durmiendo que no he querido interrumpirte —respondió el director, echando un rápido vistazo a la niña, que comenzaba a moverse en el asiento—. Sin duda, están agotadas.
—Un poquito, sí... —cubrió su boca con un bostezo y lo miró con gratitud—. Muchas gracias por traernos, señor.
—De nada. Ha sido un gusto.
—Bueno, nos vemos mañana. Por favor, conduzca con precaución —se bajó del automóvil y abrió la puerta trasera para alzar a su hija en brazos.
Sin embargo, al percatarse del evidente cansancio que Nora mostraba, Jeremiah ofreció su ayuda para cargar a la niña. Sosteniéndola con cuidado, la condujo al interior del acogedor hogar que permanecía sumido en una suave penumbra.
De repente, las luces se iluminaron, inundando el espacio con su resplandor. Jeremiah no pudo evitar que sus ojos deambularan por todo el lugar, que, aunque pequeño y sin el espacio suficiente para dos personas, se mostraba impecablemente ordenado y reconfortante.
—¿Dónde se encuentra su habitación? —indagó, y Nora le señaló una puerta de tono rosado.
Dirigiéndose hacia allí con paso decidido, Jeremiah accedió al dormitorio de Zoe, un espacio repleto de juguetes que coloreaban el ambiente.
En una esquina de la habitación, un pequeño escritorio de madera exhibía lápices de colores, cuadernos en blanco y papeles llenos de garabatos infantiles. La silla a juego, con su respaldo curvado y cojín acolchado, invitaba a Zoe a sentarse y dejar volar su imaginación mientras dibujaba y pintaba sus mundos imaginarios.
En otra parte de la habitación, un amplio armario con puertas corredizas ocultaba vestidos de princesa, disfraces de animales y conjuntos coloridos para momentos de juego y diversión. Cada prenda estaba cuidadosamente ordenada y organizada, lista para ser elegida por la pequeña Zoe en sus aventuras diarias.
Colocó cuidadosamente a la pequeña en la cama que estaba adornada con sábanas de algodón suave en tonos pastel. Alrededor de ella, cojines de diversos personajes y animales de peluches. Jeremiah agarró la manta y cubrió a la niña con ella.
Desde el umbral de la puerta, Nora lo observó, sintiéndose extraña ante la sensación que aquel gesto despertaba en su jefe hacia su hija. Se acercó a él para darle las buenas noches a la niña, quien mantenía los ojos cerrados.
—Dulces sueños, cariño —le susurró, dejando un tierno beso en la frente de la pequeña. Ambos abandonaron la habitación—. Muchas gracias, señor.
—No hay de qué. Me marcharé para que puedan descansar.
Nora acompañó a Jeremiah hasta la puerta y se despidió de él, mientras él le dirigía una última mirada antes de subirse al auto y alejarse.
Nora cerró la puerta y suspiró, todavía asimilando lo que acababa de presenciar. Era palpable la conexión entre ellos, y esa noche su jefe se había mostrado pendiente de ellas. Lo había conocido como un hombre serio y distante, pero esa noche pudo ver una faceta completamente diferente de él. Incluso con su hija.
Se dirigió a la habitación contigua, donde se encontraba su habitación. Se recostó en la cama, luego de darse una ducha rápida y cerró los ojos tratando de conciliar el sueño, sin embargo era
incapaz de sacarse de la cabeza la imagen de Jeremiah cargando con cuidado y ternura a su hija. Era evidente que había algo más allá de la frialdad que solía mostrar. Hubo momentos en los que Nora había pensado que era imposible que pudiera preocuparse por alguien más que no fuera él mismo, pero esa noche se dio cuenta de lo equivocada que estaba.
Recordó todos los momentos en los que Jeremiah había sido amable con ella, aunque muchas veces le costaba reconocerlo. Había momentos en los que notaba su mirada posada en ella, cargada de cierto interés. Pero siempre volvía a su faceta fría y distante, como si no quisiera dejar que nadie se acercara demasiado.
Nora se quedó pensando en todo lo sucedido durante el día, tratando de entender mejor a Jeremiah. Había algo en él que la intrigaba, algo más allá de ese muro que siempre parecía tener. Decidió que iba a descubrirlo, iba a encontrar el modo de llegar a conocerlo y descubrir qué se escondía detrás de esa fachada de indiferencia.