Capítulo 19
1759palabras
2024-01-09 00:22
De pronto, Jeremiah apareció provocando que Sam abriera los ojos desmesuradamente, como si se fueran a salir de sus cuencas.
Nora notó la presencia de alguien tras ella, y al darse la vuelta se encontró con nada más y nada menos que el susodicho.
Ambos se miraron en silencio, las palabras no dichas flotando en el aire. Nora sabía que no iba a ser fácil salir librada de esa, y maldijo en su interior por haberle seguido el juego a Sam.
—Eh, tengo que volver al trabajo —dijo Sam finalmente, rompiendo el silencio y alejándose.
Nora la fulminó con la mirada, pero la voz de Jeremiah hizo que desviara la vista de la pelirroja que se había fugado y dejado sola.
—¿Por qué razón no querrías involucrarte conmigo? ¿Acaso piensas que soy un mafioso? —quiso saber el director mirándola fijamente.
Ella no fue capaz de sostenerle la mirada por mucho tiempo, y la desvió al suelo.
—Ah no, señor... —se aclaró la garganta, estaba avergonzada —. Todo es un malentendido, yo estaba hablando de otros hombres en general, no de usted en particular. No pienso que sea un mafioso, simplemente no busco complicaciones en mi vida.
Jeremiah la observó con atención, notando su incomodidad. Era evidente que su presencia le infundía temor, por lo que decidió no presionarla más y cambiar de tema. Sin embargo, avistó a lo lejos a Dylan quien venía entrando al edificio y una brillante idea pasó por su mente.
—Ya. Entiendo. A veces es mejor mantener las cosas simple —dijo guardando las manos en el bolsillo de su pantalón, mientras se acercaba peligrosamente a Nora —. No soy un hombre fácil, pero tampoco complicado.
Levantó su mentón, y sus miradas se conectaron. Nora contuvo la respiración por una fracción de segundos, sorprendida del atrevimiento por parte de su jefe.
—¿Q-qué... Está haciendo señor...? —logró preguntar ella sintiéndose nerviosa por la cercanía.
El director ladeó la cabeza viendo a Dylan que los observaba a unos metros de distancia. Este le dedicó una mirada de celos y algo más consumiendo en su interior.
Jeremiah reprimió su sonrisa, satisfecho por haber logrado su objetivo; jugar el mismo juego que había utilizado su primo.
—Nada, solo quería asegurarme que no estuvieras incómoda cada vez que nos crucemos —emitió Jeremiah alejándose de ella —. No te preocupes por lo que dijiste anteriormente, al menos no estás fingiendo que te agrado y sé lo que realmente piensas de mí.
Nora se sintió un poco más relajada al tenerlo lejos. Aunque seguía sintiéndose incómoda por la situación, el director parecía restarle importancia.
—Solo dije lo que pensaba, más no tengo idea cómo es usted realmente, señor —respondió ella con respeto.
—Estás en lo correcto. Nadie me conoce mejor que yo mismo —concordó Jeremiah —. Eres muy honesta, muy pocos expresan su sinceridad igual que tú.
—Me alegra escuchar eso, señor —contestó ella con una pequeña sonrisa, halagada por sus palabras.
Durante unos segundos, reinó el silencio entre ellos. Nora se preguntaba si debía seguir hablando o simplemente retirarse a su trabajo, pero antes de que pudiera decidir que hacer, Jeremiah habló de nuevo.
—Oye, ¿te gustaría ir a tomar un café conmigo mañana? —preguntó con naturalidad haciendo que Nora lo mirara con sorpresa ante la propuesta —. Se trata sobre un trabajo que tengo para ti.
—Sí, claro. Me encantaría, señor—respondió ella con una sonrisa amplia.
Jeremiah pareció satisfecho con su respuesta y se retiró a su oficina. Nora se quedó allí unos segundos más, procesando lo que acababa de pasar. Aunque seguía sintiéndose un poco nerviosa por la situación de hace minutos, y lo torpe e imprudente que había sido de su parte, también se sentía emocionada por haber quedado en ver más tarde al director.
No esperaba que este le invitara a un café para hablarle de trabajo. Sin embargo, su curiosidad y su interés por saber qué empleo le ofrecería pudo más que su incomodidad.
Nora sonrió y se dio la vuelta, encontrándose con Dylan. Este hizo el amago de acercarse, pero ella pasó de largo por su lado alejándose rápidamente hacia la cocina.
Jeremiah se encontraba sumergido en la pantalla de su laptop, concentrado en su trabajo, cuando de pronto su teléfono sonó, interrumpiendo su concentración. Era una llamada del gerente del hotel, Joseph. Jeremiah sabía que si Joseph lo llamaba, debía ser algo importante.
—¿Qué sucede? —preguntó Jeremiah con curiosidad.
—Señor, tengo una noticia emocionante para compartir con usted —dijo Joseph con entusiasmo—. Una de las influencers más importantes ha decidido hospedarse en nuestro hotel durante unos días. Ha solicitado la suite VIP.
Jeremiah asintió mientras escuchaba atentamente. Aunque el vuelo de la influencer aún no había aterrizado, Jeremiah sabía que era crucial mantenerse informado sobre su llegada a la ciudad.
—Manténme al tanto cuando ella esté en la ciudad —ordenó Jeremiah—. Quiero asegurarme de que todo esté perfecto para nuestra invitada. Prepárenlo todo y hagan todo lo posible para impresionarla.
—¡Por supuesto, señor! Nos aseguraremos de que todo esté impecable para su estadía —respondió Joseph con determinación.
Jeremiah colgó la llamada y buscó de quién se trataba aquella influencer descubriendo que era nada más y nada menos que Ágata Davies.
—No puede ser... —murmuró en voz alta mientras miraba la fotografía de la joven pelirroja.
Su semblante, sin duda, lucía diferente. Ya no quedaba rastro de niñez en ella y se apreciaba una madurez que no recordaba. Debía admitir que se había convertido en una mujer hermosa, pero dudaba que hubiera modificado su personalidad.
Se levantó de su silla, tomando su abrigo del perchero cercano. Sabía que era importante causar una buena impresión en esa clienta especial aunque no le agradó el hecho de que fuera ella. Ágata era conocida por ser una chica difícil de complacer y Jeremiah ya había escuchado suficientes historias sobre sus berrinches cuando no conseguía lo que quería. Además, los padres de Ágata habían sido amigos íntimos de su abuelo Malcolm, lo que significaba que Jeremiah tenía la desdicha de conocer perfectamente a esa chiquilla malcriada.
Jeremiah nunca había sido especialmente bueno tratando con niños, y tener que lidiar con una niña caprichosa como Ágata solo había aumentado su desagrado hacia los infantes. Sin embargo, sabía que como director del hotel, era su responsabilidad asegurarse de que todos los huéspedes, incluyendo a los más exigentes, se sintieran bienvenidos y satisfechos durante su estadía.
Con determinación, Jeremiah salió de su oficina y se dirigió hacia el vestíbulo del hotel, listo para enfrentar el desafío de complacer a Ágata y garantizar que su estadía en el hotel fuera lo más placentera posible. Sabía que no sería fácil, pero estaba decidido a hacer todo lo posible para superar las expectativas de la joven influencer y demostrar por qué su hotel era el lugar perfecto para hospedarse durante los días que estaría en la ciudad.
Aunque esto no significaba que iba a complacer cada uno de sus caprichos. No si estos estaban fuera de su alcance.
En el pasillo, Jeremiah se cruzó con su tío Geoffrey, quien al verlo se tensó. Sabía que Jeremiah estaba al tanto de lo que había estado haciendo todo ese tiempo. Es por ello que decidió entregar su carta de renuncia antes de que todo saliera a la luz y los demás se enteraran.
—¿No te pedí no volver de nuevo a mi hotel? —espetó Jeremiah con desprecio.
—Vengo a entregarte mi renuncia — extendió el sobre negro y Jeremiah lo miró desdeñoso —. No tengo justificación para lo que hice y sé que no merezco una segunda oportunidad. Pero quisiera disculparme por...
—Ahórrate tu discurso, nada de lo que digas cambiará los malos actos que cometiste. ¿Tienes idea de lo mucho que eso afectará no solo a ti sino también a los demás? Eres un egoísta... —masculló Jeremiah haciendo que varios empleados que estaban cerca observaran en su dirección.
—Baja la voz, por favor. No es necesario que el resto sepa de esto —musitó su tío —. Asumiré las consecuencias y pagaré cada centavo que tomé.
—Debiste pensar eso antes de que me enterara por cuenta propia. Pero creíste que era el mismo tonto que solía ser antes y te saldrías con la tuya, ¿no? —su tío Geoffrey bajó la mirada, sintiéndose humillado —. Te veré en el juicio.
Jeremiah retomó la marcha dirigiéndose al elevador, dejando a Geoffrey solo en medio del pasillo. Dylan, quien había presenciado todo, no dudó en acercarse a su padre y preguntar qué había ocurrido.
—No te preocupes hijo, yo me encargo —dijo Geoffrey pensando en cómo solucionar su situación actual —. Te contaré en casa, ¿vale?
Dylan asintió y vio a su padre irse cabizbajo, intuyendo que algo grave había pasado entre él y su primo.
Por otra parte, Geoffrey aparentó estar arrepentido y apenado por lo que había hecho. Sin embargo, esto no era más que una simple actuación delante del engreído de su sobrino, quien se creía mejor que el resto. Pero no permitiría que Jeremiah manchara su reputación de aquella manera y evitaría ser acusado de un fraude que no admitiría en el juicio.
Apretó los puños con tanta fuerza que sus nudillos se volvieran blancos. Estaba decidido a destruir a su sobrino.
En ese momento, Geoffrey se sentía furioso y resentido por la forma en que Jeremiah lo había tratado. No podía soportar la idea de que él lo viera como un tonto sin capacidad, cuando realmente el único incapaz de dirigir un negocio como ese era Jeremiah. Había trabajado arduamente durante años para mantener su reputación y ahora su sobrino había arruinado todo eso.
Geoffrey sabía que no podía permitir que Jeremiah ganara el juicio y saliera indemne de todo esto. Tenía que hacer algo al respecto para asegurarse de que pagara por lo que le había hecho. Así que comenzó a planear su venganza.
Ya había intentado darle información a los reporteros para dañar la imágen de Jeremiah. Sin embargo, a pesar de todo esto, Geoffrey no se sintió completamente satisfecho. Sentía que todavía había algo más que podía hacer para asegurarse de que Jeremiah lo perdiera todo. Así que comenzó a trabajar en un plan aún más elaborado para destruir a su sobrino de una vez por todas.
Al cabo de un rato, Ágata llegó al hotel en una limusina llamando la atención de los demás huéspedes. La joven bajó del vehículo con ayuda de su chófer y entró al edificio como si fuera un miembro de la realeza. Con ella venían tres guardaespaldas que la custodiaban desde que había llegado a la ciudad.