Capítulo 10
1409palabras
2024-01-09 00:11
Por otra parte, Jeremiah regresó a la empresa luego de visitar brevemente a su madre quien volvió a sacar el mismo tema de siempre.
Ya estaba cansado de que le dijera lo que debía hacer con su vida, no podía soportar el hecho de que quisiera manejarlo todo siempre. Había aceptado hacer lo que le había pedido, y la complació en congelar su esperma para asegurar darle nietos en un futuro. Pero para su madre, nunca nada era suficiente y se sentía harto de toda aquella situación.
Salió del ascensor echando a andar hacia el living del hotel, su lugar de descanso. Jeremiah necesitaba estar un momento a solas y olvidarse de toda es presión que sentía por su madre por querer nietos.
No estaba en sus planes casarse aún, ni mucho menos tener hijos, pero su madre parecía no respetar su decisión.
Cruzó el living pero inmediatamente su mirada recayó en el desorden que había en el suelo. Se acercó a revisar lo que se movía pero no alcanzaba a ver de qué se trataba.
De repente, dio un respingo al percatarse de la pequeña niña que estaba allí, sentada en el suelo mientras intentaba pintar en una hoja llena de garabatos.
Frunció el ceño, confundido de verla allí.
—¿Quién eres tú? —quiso saber él mirando a la niña.
Zoe se sobresaltó al escucharlo, soltando las crayolas que tenía en la mano. Jeremiah observó a la pequeña niña, sintiendo una mezcla de intriga y curiosidad al verla invadiendo su lugar de descanso. Tenía una mirada expresiva que le daba un aspecto de ternura e inocencia, aunque dudaba si realmente lo era.
—Mamá dice que no puedo hablar con extraños —respondió con su voz chillona.
—No soy ningún extraño, niña. Soy el dueño de este lugar —dijo Jeremiah, manteniendo la mirada fija en ella —. Y en todo caso, ya lo has hecho.
—¿Todo esto es tuyo? —inquirió la niña, evidenciando sorpresa en su voz.
Jeremiah asintió, captando la sorpresa en sus palabras y preguntándose cómo había llegado hasta allí. Sacó su móvil del bolsillo del pantalón, y marcó el número de uno de los de seguridad quien atendió rápidamente la llamada.
—Vengan al living, enseguida —colgó si más y miró a la niña —. ¿Has venido sola?
—No, mi mamá me ha traído —dijo entretenida en sus crayolas.
—¿Y dónde está tu mamá?
—Se ha ido pero prometió no tardar en venir a buscarme —comentó la niña.
Jeremiah no podía creer que su madre fuera tan irresponsable dejando a una niña en un hotel tan grande. Pensó que fácilmente podría perderse.
—¿Cómo es que te ha dejado aquí, sin nadie...? —preguntó más para si mismo, pero luego sacudió la cabeza al percatarse de lo que estaba haciendo —. Olvídalo.
Jeremiah se sintió tonto por estar conversando con una niña que apenas podía entender lo que decía.
Los de seguridad llegaron minutos después, acercándose al living, vieron que el director del hotel estaba junto a una niña. Los dos hombres compartieron una mirada, confundidos de lo que sucedía.
—Señor —habló uno de los de seguridad deteniéndose al frente de Jeremiah.
—Busquen a la madre de esta niña, no puede estar aquí sola —ordenó provocando que Zoe lo mirara.
Los de seguridad se acercaron a la pequeña para llevarla a recepción para que su madre viniera por ella. Sin embargo, la niña puso resistencia.
—¡No! mi mamá me ha dicho que no salga de aquí hasta que ella vuelva —se mostró renuente —. Y ustedes son extraños, no iré con ustedes.
Zoe corrió por todo el living para no ser cargada por ninguno de los dos hombres de seguridad que intentaban alcanzarla. La niña se subió al sofá provocando que Jeremiah abriera los ojos desmesuradamente al ver lo que estaba haciendo en uno de sus sofá preferidos.
—¡Oye niña! Bájate inmediatamente de allí —ordenó pero la pequeña siguió caminando encima del sofá.
Los guardias reaccionaron rápidamente y comenzaron a rodear el sofá, intentando atrapar a Zoe sin dañar el mueble. La niña, con una sonrisa traviesa en el rostro, saltaba de un lado a otro, esquivando hábilmente sus intentos.
—¡No me atrapan, no me atrapan! —decía la niña entre risas.
Los dos hombres de seguridad no sabían que hacer al respecto, nunca antes habían estado en una situación parecida.
Por otro lado, Jeremiah los miró enojado.
—¡No se queden ahí parados! ¡Atrápenla! —gritó Jeremiah, frustrado por la falta de acción de los hombres de seguridad.
Al ver que sus empleados no servían para nada, Jeremiah se acercó al sofá con paso decidido, decidido a poner fin a la travesura de Zoe. Sin embargo, al llegar al lado del sofá, resbaló en un cojín suelto y cayó al suelo con un estruendo.
Zoe aprovechó el momento de distracción y se lanzó hacia la puerta, mientras reía. Los hombres de seguridad intentaron alcanzarla, pero la niña era demasiado rápida y ágil para ellos. Corrió por el pasillo, riendo a carcajadas mientras dejaba atrás a los frustrados hombres de seguridad.
Jeremiah se levantó del suelo, sintiéndose derrotado y molesto. Sabía que debía tomar medidas drásticas para que no volviera a ocurrir de nuevo una situación como esa.
Por otra parte, la pequeña niña corría velozmente por el largo pasillo del hotel, con su mochila saltando de un lado a otro. Con cada paso, su corazón latía rápido de emoción, mientras echaba miradas furtivas por encima de su hombro para asegurarse de que nadie la seguía. De repente, en medio de su carrera desenfrenada, chocó contra alguien inesperadamente. Pero para su alivio, ese alguien la sostuvo con firmeza antes de que cayera de bruces al suelo.
Elliot miró a Zoe.
—Hey, ¿a dónde vas? Tú madre dijo que no salieras del living —habló el chef.
—Unos hombres han querido llevarme con ellos, pero me he escapado —dijo con voz entorpecida.
—¿Unos hombres? —frunció el ceño mirándola confundido.
No entendía de qué hablaba. Zoe asintió.
—¿Dónde está mamá? —inquirió de pronto —. Quiero ir con ella.
—Tu madre está terminando su labor, pero podemos ir un momento a verla ¿sí?
—¡Sí! —sonrió la niña y ambos subieron al elevador.
Mientras tanto, Jeremiah se dirigía hacia su oficina, sintiéndose enojado por lo que había sucedido minutos atrás. No le agradaba el hecho de estar cerca de un infante, los niños para el eran de cierta manera una alergia y prefería mantenerse lo más alejado posible de esos seres traviesos.
Masculló por lo bajo, al sentir el dolor en su espalda producto de aquella caída. Todo había sido culpa de esa niña entrometida. Pensó Jeremiah.
Por otra parte, los dos hombres de seguridad lo seguían cabizbajos, asustados por la repentina decisión que podía tomar su jefe. Semanas atrás los había amenazado con despedirlos si volvían a fallar en su trabajo. Pero pensaron que tal vez su jefe les tendría consideración.
Apenas entraron al despacho del director, Jeremiah los miró fijamente a ambos.
—¡Son unos inútiles, no puedo creer que una niña sea más veloz que ustedes y se haya escapado! —bramó molesto —. Son unos incompetentes que no sirven para nada.
Los hombres se mantuvieron callados, a pesar de los insultos por parte del director del hotel.
—Lo siento señor, no volverá a suceder —habló uno de ellos, arrepentido.
—Descuiden, porque no habrá otra próxima vez —dijo Jeremiah quien ya había tomado una decisión —. Están despedidos.
Declaró con una firmeza implacable. Esas dos palabras resonaron como un trueno en la oficina, dejando a los hombres con un sentimiento abrumador de incertidumbre y preocupación por su futuro.
Sus corazones se llenaron de ansiedad mientras intentaban asimilar la realidad de haber perdido sus empleos y enfrentar las dificultades económicas que les esperaban.
—Señor, no puede hacernos esto... —suplicó el otro hombre —. Tengo una familia que mantener.
—Pues debiste pensar en tu familia y ser competente en el trabajo. Pero han cometido no una, sino vez tras errores que hace que me pregunte por qué los contraté —soltó Jeremiah —. Recojan sus cosas y váyanse.
Con cada paso hacia la salida, los hombres llevaban consigo una carga emocional pesada. La injusticia de la situación les generaba un nudo en la garganta, estaban desempleados y solo les preocupaba lo que sería de sus vidas a partir de entonces.
Minutos después, los demás empleados se enteraron de lo sucedido y comenzaron a rumorear lo que el director del hotel había hecho con los dos hombres de seguridad que trabajaban allí.