Capítulo 9
1373palabras
2024-01-09 00:11
Mientras tanto, Nora en su labor del día, fue interrumpida por una llamada por parte de la niñera quien no solía comunicarse con ella a menos que le hubiera pasado algo a su hija.
Alarmada, atendió la llamada luego de disculparse con la chica que le estaba explicando cómo servir las bebidas calientes.
—¿Bueno? —dijo después de ir un momento a las escaleras de emergencia del edificio.

—Nora, disculpa que te esté llamando en horas de trabajo. Pero es urgente, Zoe se ha lastimado en el parque y no ha dejado de llorar —sus palabras hicieron que Nora se alertara —. La hemos revisado y parece no haberse hecho daño...
—Enseguida voy para allá —emitió Nora sin dejar que la niñera terminara de hablar.
Regresó de vuelta a la cocina y le explicó la situación al chef Elliot quien le permitió abandonar el trabajo por aquella emergencia que le había surgido a Nora.
—Gracias —dijo ella antes de salir de allí.
Caminó a toda prisa por las calles de la ciudad, sintiendo su corazón bombear con fuerza. Imaginar que algo malo pudo haberle ocurrido a su pequeña, le partía el alma de solo pensarlo.
Cómo la guardería no quedaba muy lejos del hotel Beaumont, no le tomó mucho tiempo llegar al lugar donde su hija estaba siendo cuidada.

Cruzó el jardín de la entrada principal yendo hacia la mujer que sostenía a su hija en brazos, mientras la niña lloraba desconsolada. Nora se acercó a ella y cargó a su pequeña dándole el amor de madre que necesitaba.
—No ha querido decirnos qué ha pasado , aunque de seguro te contará a ti —habló Julie, la niñera a cargo de Zoe.
—Cariño, ¿qué tienes? —le preguntó Nora con cariño pero la niña no respondió.
—Quiero irme a casa —susurró Zoe con voz débil.

Nora compartió una rápida mirada con la niñera y esta solo asintió con la cabeza, de acuerdo de que se llevara a la niña.
—De acuerdo, pero primero acompáñame a un lugar, ¿vale? —su hija asintió.
Nora volvió al trabajo junto a su pequeña, quién había dejado de llorar y se dedicaba a observar todo el hotel con curiosidad en su mirada. Aunque su rostro ya no lucía triste, aún quedaban rastros de lágrimas en su carita.
—Mamá...
—¿Sí, cariño? —bajó la vista hacia su hija quién venía caminando a su lado.
—¿Dónde estamos? —inquirió intrigada.
—¿Recuerdas del lugar de trabajo del que te hablé? —la niña asintió, acordándose —. Bueno, este es el hotel donde trabajo.
—¿Un hotel? —fue el turno de su mamá asentir —. ¿Y quiénes viven aquí?
Nora sonrió ante las preguntas de su pequeña, abrió la boca para responderle pero cuando iba a hablar apareció el chef Elliot haciendo que ella se detuviera a mitad del pasillo que conducía a los bastidores.
Él fue el primero en acercarse, notando la presencia de la niña rubia y de grandes ojos azules que lo veían con curiosidad.
—¿Así que tú eres la hija de Nora, eh? —dijo poniéndose de cuclillas para estar a la altura de la pequeña.
—Sí, soy Zoe. ¿Y usted quién es? —preguntó sin vacilar —. No creo que sea amigo de mamá, ella no tiene amigos...
Nora carraspeó incómoda ante lo ocurrente que podía ser su hija. Por otro lado, Elliot sonrió divertido por la sinceridad de la niña.
—Soy Elliot —se presentó el chef y siguió diciendo —. No soy amigo de tu madre, pero no tengo problema en ser su primer amigo.
Le dedicó una mirada a Nora, y esta sonrió con timidez mientras intentaba entender el significado de sus palabras.
***
Nora llevó a su hija al living del hotel, que quedaba ubicado en el cuarto piso del edificio. Estaba arriesgando su empleo al haber traído a la niña a aquel lugar donde solo podían estar los empleados y huéspedes. Sin embargo, al no ver a nadie allí, le pidió el favor al chef Elliot que la ayudara a ocultar a la niña hasta que terminara su turno.
—Este es un lugar seguro —dijo el chef luego de asegurase que no hubiera algún empleado cerca.
Nora y Zoe cruzaron la estancia del living. Aquel lugar era un espacio amplio y confortable que invitaba al descanso y la relajación. La decoración era elegante y moderna, con una paleta de colores neutros y claros creando una atmósfera serena y acogedora.
En el centro del ambiente se encontraba un sofá de gran tamaño y diseño sofisticado, con cojines suaves y mullidos que invitaban a sentarse y disfrutar de una buena conversación o leer un libro.
A su alrededor también había varios muebles como butacas, mesas auxiliares y un mueble de TV. La iluminación era cálida y suave, con lámparas de pie y de mesa que creaban un ambiente acogedor y relajante. Las paredes estaban decoradas con cuadros y obras de arte abstractas dándole un toque de elegancia y estilo al espacio.
—Cariño, te quedarás aquí un momento —habló su madre sentando a la pequeña en uno de los sofás —. Prométeme que no saldrás de aquí, y serás obediente.
—Lo prometo —respondió la niña.
—No tardaré, estaré contigo apenas termine, ¿vale? —su hija asintió —. No vayas a ningún lado y no hables con extraños.
Ordenó su madre antes de salir del living junto a Elliot quien se había mantenido callado. El chef se sentía extraño de haber aceptado ayudar a Nora quien había conocido ese mismo día, pero por alguna razón no había podido decirle que no y aunque estaba pasando por alto las reglas del hotel, no le importaba correr el riesgo de ser regañado por el director.
—Es muy linda tu hija, tiene un gran parecido a ti —comentó Elliot luego de subir al elevador.
—Gracias —ella subió a su lado y sonrió —. Así dicen todos.
El silencio volvió a instalarse entre ellos, se mantuvieron callados hasta llegar al primer piso dónde ambos bajaron del ascensor y se dirigieron a la cocina. Pero antes de ingresar, el chef detuvo a Nora quien ladeó la cabeza mirando la mano de él envuelta en su antebrazo.
Elliot la soltó rápidamente, y llevó su mano a la nunca nervioso por lo que estaba por hacer.
—Disculpa que te pregunte, pero... ¿estás casada? —inquirió sin poder evitarlo.
No había sido capaz de ignorar la belleza de Nora, quién llamó su atención apenas la vio. Y sintió curiosidad por saber de la mujer que trabajaría en el hotel.
Por otra parte, Nora se tensó al escucharlo preguntar aquello. Siempre había tenido miedo de cómo iban a reaccionar las personas al enterarse que era una madre soltera que había decidido tener un bebé por medio de una inseminación y no tenía idea de quién era el padre de su hija. Además que había decidido ocultar la existencia de Zoe en la entrevista para evitar preguntas innecesarias respecto a su vida personal.
Nora quería proteger a su hija, y exponerla ante los demás no sería conveniente para ella.
—Bueno... —comenzó a decir pero un tercero intervino.
—Oh, allí está —ambos voltearon al escuchar la voz de un hombre —. Le he estado buscando por todos lados, señor.
Era uno de los comensales, un chico bastante joven y delgado de ojos almendrados.
—¿Qué ocurre, George? —quiso saber el chef.
—Señor, uno de los clientes se ha quejado de su platillo de espagueti, dice que la salsa de ajo es salada y él la ordenó agridulce —explicó el chico.
Elliot suspiró, no era primera vez que ocurría algo parecido.
—Bien, preparé la salsa de ajo agridulce...
—No señor, ha pedido hablar con usted y parece no estar dispuesto a subir a su habitación hasta verlo —habló de nuevo el comensal —. Le he dicho que está ocupado pero no quiere escuchar...
—Vale, no te preocupes. Iré a hablar con él —emitió Elliot caminando hacia el enorme comedor del hotel.
Nora entró a la cocina a continuar su labor, debía terminar de fregar los trastes que cada vez se acumulaban más y más.
De pronto, a su mente vino el repentino interés que aquel chef mostraba por ella. Le parecía extraño todo aquello, pero decidió restarle importancia y se dedicó a concentrar su atención en el trabajo que tenía.