Capítulo 37
847palabras
2024-01-15 15:29
"Deberías vivir despreocupadamente como Anna. Aún no soy demasiado mayor para ganar dinero y sostenernos, ¿sabes?", dijo Mauricio luego de soltar una risa.
"Pero me gusta ganar dinero", replicó Elisa. Y no mentía.
Cuando era joven, su padre, preocupado por el temor de un posible secuestro, tomó la decisión de mudarse a una casa en un distrito de clase media, considerando que sería lo mejor para la seguridad de la familia. Fue por ello que a los ojos de sus compañeros de escuela, Elisa y su familia parecían personas comunes y corrientes.

Dado que sería extraño que una chica de su posición tuviera tanto dinero, se vio obligada a encontrar una manera de ganar ingresos por sí misma.
Así que empezó a vender rosas durante las vacaciones de invierno y verano con ese propósito.
Su belleza persuasiva resultó ser una ventaja significativa, ayudándola a vender decenas de rosas cada noche.
Durante su etapa en la escuela secundaria, Elisa solicitó a su tío que le enviara ropa elegante desde Nueva York con el fin de comercializarla en su cuidad. Al término de las clases los viernes, montaba un puesto cercano a la escuela con este propósito.
En ese periodo, Anna se unió a ella, y juntas lograron generar ingresos significativos en un año.
Con el transcurso del tiempo, la familia Marques empezó a exhibir ciertos signos de prosperidad. La presión académica aumentó, obligando a Elisa a asumir la responsabilidad de impartir clases diarias a Anna y Luis. Esta situación la llevó a poner en pausa su emprendimiento.

En la universidad, Elisa se especializó en gestión financiera. De no ser por Fabián, habría emprendido un negocio o colaborado con su familia.
El viaje transcurrió sin contratiempos, y eran solo las siete cuando llegaron al restaurante que Anna había reservado.
Su amiga ya los estaba esperando en el salón privado cuando ellos llegaron. "Sr. Marques, ¡se está volviendo cada vez más guapo!", exclamó Ana dulcemente en cuanto ambos entraron.
"¡Hace dos meses que no te veo y te has vuelto mucho más hermosa!", elogió Mauricio mientras tomaba asiento.

Elisa, con una sonrisa, se sentó junto a Anna. Justo cuando tomaba asiento, su amiga le tocó el hombro para llamar su atención.
"Tenemos mala suerte. Vi a Cecilia e Isabella cuando llegué", le susurró.
"¿Ella reservó todo este restaurante?", preguntó Elisa.
"No".
"Entonces, ¿a qué le temes?".
Anna consideró que su amiga tenía razón. No veía posible que Isabella intentara expulsarlas nuevamente.
¡Todos aquí eran iguales!
El principal propósito de Mauricio al venir era visitar a su hija; la inspección era menos importante.
Anna, por su parte, no podía hacer otra cosa que entablar una conversación amena. Ella fue la única que habló durante la comida, y el ambiente siempre fue animado.
Alrededor de las ocho, Elisa, Mauricio y Anna salieron del salón privado.
Los tres apenas dieron unos pocos pasos cuando la puerta del salón contiguo se abrió, encontrándose con Isabella y Cecilia que salían de allí.
La expresión de Cecilia cambió sutilmente al ver a Elisa, pero rápidamente volvió a la normalidad. "Ha pasado mucho tiempo, señorita Marques", le dijo.
"Sí, es cierto. Pensé que no volvería a verte".
En aquel entonces, todo Los Ángeles hablaba de la familia James.
Debido a eso, Fabián sacó a Cecilia de la ciudad al día siguiente del escándalo. Elisa pensó que, sin importar lo que opinara su esposo, Cecilia tendría que vivir en otros estados durante años antes de regresar.
Sin embargo, ella regresó en menos de seis meses, lo que confirmaba que ambos estaban profundamente enamorados.
"Elisa, ¿te estás burlando de mí?", preguntó Isabella sin poder contenerse.
Elisa inclinó la cabeza para mirarla y arqueó una ceja. "¿Decir la verdad ahora equivale a burlarse?".
"Oye...".
Cecilia no quería discutir con Elisa en público, así que intentó detener a la joven. "Isabella...".
Isabella, quien siempre había sentido aversión hacia Elisa, apretó los dientes y espetó: "Por el bien de mi cuñada, no discutiré contigo".
"¿De quién hablas?", preguntó Anna burlonamente.
Al escuchar esas palabras, Cecilia quedó atónita. "¿Importa eso? ¡Lo único que importa es que no es Elisa!", exclamó Isabella.
"A nadie le interesa", expresó Anna, poniendo los ojos en blanco.
Mauricio frunció el ceño ante la situación, y Elisa notó que su padre ya no aguantaba más la situación. "Anna, recuerda que los animales no hablan tu idioma. Pierdes tu tiempo hablando con ellos", dijo.
"Tienes razón. ¡Qué est*pida!", replicó su amiga soltando una carcajada.
Después de eso, Elisa, Mauricio y Anna se retiraron juntos del lugar sin decir más.
Isabella estaba tan enojada que su rostro se enrojeció. "¡¿De quién crees que estás hablando?! ¡Elisa, detente ahí!".
"¿De quién más podría estar hablando?", respondió Anna a lo lejos.
Por un momento, Isabella no pudo decir una palabra. Supo que al hacer esa pregunta, había admitido que ella era el animal con el que Anna estaba hablando.
Cecilia, que estaba a su lado, no se veía bien, pero notó al hombre que Elisa sostenía del brazo. "¿Quién es ese hombre?".
"¿Qué hombre?", preguntó Isabella.
"El que Elisa estaba sosteniendo del brazo".