Capítulo 35
746palabras
2024-01-11 13:21
Fernando arqueó las cejas y preguntó: "¿Esperabas a otra persona?"
Luego le mostró a Elisa la leche que había traído: "No me dejarás beber contigo a la noche, y tampoco me dejarás prepararte café en la mañana. Tal vez podamos tomar un refrigerio a medianoche".
Elisa quiso negarse, pero tenía hambre, y su estómago gruñó, traicionándola.
El sonido fue una respuesta en sí misma. "Gracias", dijo, sintiéndose avergonzada.
No podía ser tan ingrata de continuar negándose en esa situación.
Se apartó a un lado para dejar entrar a Fernando mientras le agradecía.
Sin embargo, Fernando simplemente dejó la leche en la entrada y le dijo: "Bébela y duerme temprano".
Se detuvo unos segundos y posando en ella sus intensos ojos marrones, dijo: "Buenas noches, mi futura novia".
Con eso, Fernando se despidió con la mano, se dio la vuelta y salió al pasillo.
Elisa estaba un poco sorprendida. Observó cómo desaparecía Fernando por la esquina, luego volvió adentro y cerró la puerta.
Tenía que admitir que, más allá de que fuera un mujeriego, ese hombre no estaba tan mal.
El malestar estomacal por tanto vino podía ser remediado fácilmente por esa leche tibia que le habían traído.
Había sido tan considerado el gesto, que la mayoría de las chicas se sentirían conmovidas.
Desafortunadamente, Elisa era una excepción.
Ella sólo se sentía conmovida por ese momento, no tenía pensamientos por él más allá de eso.
Después de que Elisa bebiera la leche, su estómago mejoró. Se lavó los dientes y se fue a la cama, quedándose dormida de inmediato.
Al otro día, la joven se despertó temprano, sin necesidad de la alarma del reloj.
Tampoco lo necesitaba, en jornadas laborales, su reloj biológico trabajaba a la perfección.
Agarró una chaqueta y se la puso. Cuando fue a preparar el desayuno, miró la taza que estaba sobre la mesa, se sonrió al verla y continuó hacia la cocina.
Gracias a la leche que le había llevado Fernando, esa noche había dormido excepcionalmente bien.
Camino al trabajo, el tránsito había sido retrasado por un accidente, y estuvo atrapada en el tráfico durante más de diez minutos.
Tenía una reunión a primera hora de la mañana, por lo que había decidido salir más temprano de su casa.
Esperaba poder llegar a tiempo, sin embargo, esas cosas no podían predecirse.
Pero como había salido antes no estaba tan apurada, así que abrió la ventanilla y se apoyó en su mano a esperar que el camino se despejara.
Fabián vio a Elisa unos metros más adelante en su auto, y le dio la impresión de que estaba bastante tranquila.
Llevaba una camisa blanca de cuello redondo, su cabello dorado y rizado caía sobre sus hombros. Tamborileaba con sus dedos en el volante, totalmente hermosa y serena.
Desde que se habían divorciado, no la veía para nada triste, a decir verdad, cada vez que la encontraba la observaba más alegre y calmada.
Esa mañana temprano, Fabián había despertado viendo las fotos de Twitter de Fernando llevando a Elisa a su casa.
Algunas personas decían haberla visto subir a su auto y conversar dentro durante más de diez minutos, antes de que la joven saliera y entrara a su casa.
No era que Fabián se levantara para mirar ese tipo de rumores, sino que Hugo le había pasado las imágenes por mensaje.
Sin embargo, la leve y tranquila sonrisa en el rostro de Elisa realmente lo molestaba.
Se preguntaba si ella estaría tan deseosa de buscar a otros hombres.
Ya le había advertido que Fernando tramaba sus propios planes y no era buena persona, y aun así ella decidió acercarse a ese hombre.
‘¿Por qué me voy a preocupar por una mujer tan est*pida?’, murmuró Fabián para sí mismo.
Miró hacia otro lado con su mirada inexpresiva, deprimido por los atascos del tránsito y sus sentimientos.
Bajó la cabeza y encendió un cigarrillo. En ese momento, Elisa levantó la vista y lo reconoció.
Ella no esperaba ver el auto de Fabián tan cerca de él, por lo que se sorprendió.
Entonces, sacudió la cabeza, no pudiendo creer la mala suerte con la que había arrancado su día.
Intentó mirar hacia otro lado, haciendo caso omiso a su casual encuentro y al tránsito.
A las nueve en punto, llamó Lucía: "Señorita Marques, ¿asistirá a la reunión de hoy?"
"Sí, dile al Sr. Baker que estoy atrapado por el tráfico. Estaré allí en diez minutos".
"Sí, Señorita Marques".
Justo cuando colgó, el camino comenzó a despejarse.