Capítulo 35
1075palabras
2024-01-09 00:02
"Tumbados así, parece que nos vamos a desmayar en cualquier momento. Creo... No estoy seguro. ¿Dónde se mete Thuner cuando uno lo necesita?, ¿eh?".
Me acurruqué a su lado. "¿Tienes miedo?", le pregunté.
"No lo sé", dijo. "Ser perseguidos por estos tipos durante tanto tiempo nos ha tenido bajo una ligera tensión, de modo que, hasta cierto punto, este arresto me quita un peso de encima. Lo que no quiero es que nos torturen. Supongo que temo eso por ti".

"¿Crees que eso es lo que va a pasar?".
"No. Han pasado demasiadas horas. Significa que también tienen a Wuotan y a Thuner".
"No", dije, y sentí que me picaban los ojos.
"Si no los hubieran agarrado, ya habrían regresado. Querrían usar partes de mi cuerpo para atraerlos". El silencio se prolongó. "Creo que se acabó. Lo siento mucho".
"Por favor, no digas eso", dije, sintiéndome desalentada.
"Oye". Me besó en la mejilla. "Tú estás bien".

Pero yo tampoco lo estaba. Ninguno de nosotros estaba bien.
"Tengo una confesión", dijo.
"¿Cuál es?".
"Es grande, así que, prepárate".

"Está bien", dije.
"En realidad, no tomamos nuestros nombres de los dioses".
"¿Eh?".
"Bueno, en realidad, no fue así. Los tomamos de historietas".
Cerré los ojos y sonreí en la oscuridad mientras me saltaban las lágrimas. "Eso es tan...". Quería decir tierno, pero no era algo que se le dijera a un hombre en un momento como este.
Oh, mi machote Peter Pan, pensé.
"Me alegra que hayamos comprado uno de tus edredones", dijo. "Espero que no pierdan la granja".
"Yo también", dije. "Se demoraron más en hacer los otros. Parece que están recibiendo muchos pedidos. Espero que les esté yendo bien".
Sentí una lágrima rodarme por la mejilla.
"Estoy seguro de que se quedan con la granja, mejor digo tu granja, suena bien. No creo que sepas hacer queso y artículos de lana y esas cosas. ¿Tus padres era jipis?".
"Más o menos", dije.
"Parece increíble hacer cosas así, esas cosas simples".
"Y eso lo dice el ladrón de bancos".
Después de un silencio largo y desconcertante, dijo: "No siempre lo fui. No siempre fuimos ladrones".
"¿A qué te dedicabas antes?".
"No deberia decírtelo, por si hay al menos una posibilidad de zafarnos de esta", dijo mientras jugueteaba con mi cabello.
Aguardé, con la esperanza de que por lo menos me dijera algo.
"Qué c*jones, te contaré a grandes rasgos", dijo.
"A grandes rasgos, me cuadra".
"Estábamos... A esta altura no estaríamos vivos, llegamos a estar prácticamente muertos".
"¿Todos ustedes estaban en el ejército?".
"Casi aciertas. Digamos que éramos del servicio de inteligencia", dijo. "Wuotan y yo, Thuner no. Él era médico y estaba en el extranjero, trabajando para una ONG, una organización médica voluntaria. Thuner vio algo que no debió, lo rastreó y, al hacerlo, abrió la caja de Pandora. No voy a decir dónde, pero era algo muy grande y pernicioso para algunas personas en el poder. Entonces le ordenaron a Wuotan que lo matara, pero se olió algo y no hizo el trabajo. Y me enviaron a matar a Thuner y a Wuotan, a los dos".
"¿Qué vio Thuner?".
"Eso no es relevante para esta historia. La cuestión es que, al llegar allí, me di cuenta de por qué Wuotan había dudado. Unas horas más tarde, enviaron a otro tipo a matarnos, a los tres".
"¿Qué le sucedió?".
"Thuner lo mató. El tipo nos estaba dando una paliza, pero no sabía de lo que Thuner era capaz. Este nerdo, este médico, estaba metido en un lío, y ni siquiera vimos en qué momento se apareció, inesperadamente. Y le cortó la cabeza al hombre".
Estuvo en silencio por un rato, con la respiración entrecortada.
"Pero eso j*dió a Thuner. Se le veía el horror en los ojos mientras miraba al tipo tendido a sus pies, sin la mitad de la cabeza. Y nosotros tres, de repente, firmamos nuestra sentencia de muerte. Nos perseguían todo el tiempo. Éramos nosotros contra el mundo, literalmente hablando. Fuimos a París y conseguimos identidades de trabajadores invitados, y luego anduvimos clandestinamente. Estuvimos unos años en Rabat, Marruecos, de donde es Wuotan. Nos las arreglamos, tuvimos la ayuda de unos amigos de la inteligencia. Sin embargo, por las cosas que habíamos hecho, siempre teníamos tipos siguiéndonos el rastro, para matarnos. Nos hicimos competentes en dar golpes a los bancos, como un modo de ganar dinero fácil. Necesitábamos mucha plata para andar por ahí sin ser detectados. Wuotan es muy ducho en la tecnología, además de ser un profesional de operaciones psicológicas. Yo soy el estratega, y Thuner tiene agallas. Tenía sentido regresar a Estados Unidos".
"¿Ustedes no pueden hacer un trato, en virtud del cual su secreto se haga público si mueren? Es decir, como una póliza de seguro para que no los maten".
"Eso solo funciona en las películas. Aset, piensa en lo que pasa en el mundo. Mira toda la mi*rda que la gente se niega a creer, o que saben y olvidan. Para ellos, es mejor matarnos, y fin de la historia".
"Entonces, ustedes no eligieron ser ladrones. Están huyendo".
"Pero nos tenemos el uno al otro. Somos una familia".
Apoyé la cabeza en la pared de metal, preguntándome cómo sería estar en esa situación.
"Tú has sido capaz de apaciguar a Thuner", añadió.
"Realmente no crees que podamos salir de esta caja, ¿verdad?".
"Siempre hay una posibilidad", dijo.
"¿Me estás dando un rayo de esperanza?".
"Sí".
Sonreí en la oscuridad. "Sabes que eso lo echa todo a perder, ¿verdad?".
Me pasó un dedo por un lado de la cara. "Imagina que estás debajo de una cascada en este momento, repirando el aire dulce y fresco mientras el agua fría corre sobre tu cuerpo y te cae en la boca". Pasó dos dedos por el costado de mi cabello. "Fresca y dulce".
"¿Puedo tomarme también un vaso grande de limonada?".
"¿Mientras estás bajo la cascada?".
"Me encantaría, Júpiter".
"Tú siempre quieres estar en misa y en procesión".
"Así es".
"Pero sí. Un vaso grande de limonada bien fría para beber bajo la cascada, en el aire fresco".
"Oh, ¡qué rico!". Apoyé la cabeza en su hombro. Hacía un calor opresivo que parecía despedir ondas.
Me tocó la mejilla. "Está prohibido dormir".
"No estaba durmiendo".
"Sí estabas".
"¿Y por qué no hacerlo?", dije. "¿No será mejor dormir?".
"No sé", dijo. "Nunca he cocinado así. Pero quiero que te quedes", dijo.
Me acurruqué junto a él. " Yyo quiero quedarme".