Capítulo 30
1429palabras
2024-01-02 10:49
Al cabo de un rato, empezaron a hablar del atraco. "Los robos de bancos se dan gracias a un noventa por ciento de coraje. Funciona como la magia", me dijo Thuner después de que el camarero nos entregara un carrito con una pirámide de dulces de chocolates.
Me burlé de él por ser un ladrón de bancos de la nueva era, y por poco me castigaban con azotes, pero lo conmutaron con prohibirme los chocolates. Aun así, logré tomar algunos después de luchar con ellos durante unos instantes. Al final, Júpiter terminó arrojando a Thuner al jacuzzi. Mis Peter Pan rudos tenían un estilo de vida criminal decadente.
Al día siguiente, todos amanecimos con resaca e indisposición. Wuotan y Júpiter hicieron un poco más de vigilancia y practicamos un par de veces. Y esa noche, en plena víspera del robo, mis bandidos se comportaron como monjes: comieron comidas saludables y se acostaron temprano sin que tuviéramos ninguna clase de relaciones s*xuales. Cada uno se encerró en su propio mundo a su manera. Supuse que estaban teniendo conversaciones mentales con ellos mismos.
Algo que mencionó Júpiter me hizo pensar que aquel era su patrón habitual: dos días antes del robo, tendrían una noche desenfrenada para desahogarse; y un día antes, se comportarían de manera decente.
El tiempo pasó volando y llegó el día siguiente. Estábamos de camino al siguiente atraco de otra sucursal del Banco Nacional de la Primera Ciudad.
Thuner los había convencido de que me dejaran cuidar el auto afuera del banco, jurándoles por lo que más querían que yo tenía el valor para hacerlo. Júpiter reaccionó de una forma rara al respecto, como si fuera un mal presagio que tomara el lugar de Sedna en ser la cuidadora del vehículo, aunque solo fuese por esa vez.
A pesar de todo, tuvo que ceder, ya que alguien debía asegurarse de que no hubiera otros vehículos atravesados para el momento de la fuga. Si bien todos aparentaban ser excepcionales en todos los sentidos, en el fondo, ocultaban heridas en sus almas.
Sabía cómo iban a perpetrar el crimen, ya que los cuatro habíamos tenido múltiples conversaciones acerca de los protocolos del Banco Nacional de la Primera Ciudad. Sentí que en verdad los había ayudado a pulir su estrategia. Pese a que sería muy fácil, seguían bastante preocupados.
Thuner robó otro auto para el trabajo, un viejo Thunderbird, aunque esa vez no fue del estacionamiento del hotel. La idea era abandonarlo cuando nos tuviéramos que cambiar a la miniván al otro lado de la ciudad. La camioneta nos estaría esperando, toda equipada con compartimentos.
Y allí estaba, conduciendo a mis muchachos en un auto robado, usando la peluca marrón por encima de mi platinado cabello corto y portando guantes. Tuve que hacerlo porque mis huellas dactilares estaban archivadas por haber trabajado en el sector bancario. Aparte, contaba con mi propio teléfono desechable en el bolsillo. Me sentía como una verdadera ladrona de bancos.
Cunado robaron la sucursal en la que trabajaba, explotaron dos vehículos y colocaron bombas de humo con el fin de crear un gran alboroto para facilitar su huida. Sin embargo, esa vez optaron por el caos de los semáforos. Wuotan había creado unos dispositivos electrónicos que emitían señales para alterar los cronómetros de las luces y así poder controlarlos. Había recorrido por la ciudad para instalarlos en las madrugadas. También habían manipulado las cámaras del estacionamiento trasero.
Al igual que la vez pasada, llevaban sus elegantes trajes de negocios, y Thuner se puso el auricular que le permitía monitorear las comunicaciones policiales. Los dejé en diferentes áreas, ya que Júpiter ingresaría solo primero, y luego Thuner y Wuotan entrarían con vasos de Starbucks como accesorios, simulando ser colegas que salían a tomar un café al mediodía.
Después de dejarlos, conduje una vez alrededor de la cuadra, tal y como lo habíamos practicado el día anterior, y me detuve en uno de los espacios apartados de la parte trasera, casi en un callejón. Era un lugar que habíamos identificado con anticipación.
Dejé que la puerta trasera quedara abierta unos pocos centímetros para que a Thuner y a Wuotan les resultara fácil entrar. Me acomodé en medio de los asientos delanteros para que me fuera más conveniente sentarme en el puesto del copiloto y dejar que Júpiter tomara el volante. De ese modo, también me aseguraba de tener el suficiente acceso al lado del conductor en caso de que necesitara maniobrar el auto por cualquier motivo.
Sería una buena aliada para ellos, pero me desagradaba la idea de nunca poder volver a casa. Eso no era algo que quisiera.
Esperé, con el corazón acelerado y el motor del vehículo encendido.
Algunos clientes del banco entraron por la puerta trasera. La mayoría de las sucursales de ese banco tenían entradas delanteras y traseras.
Calcularon que el robo duraría alrededor de siete minutos y me instruyeron que los llamara si llegaba a ver policías.
Cuando llegó el minuto ocho, comencé a enloquecer. Si bien no entró ningún policía y tampoco oí disparos, muchas cosas podrían salir mal en un robo. De hecho, nunca me había percatado de los riesgos hasta que estuve allí en el minuto nueve, pensando en todos los posibles escenarios.
Y, de pronto, se abrió la puerta y mis tres muchachos salieron caminando, cargando bolsas y portando sus máscaras.
Abrí la puerta del lado del conductor y me deslicé hacia el puesto del copiloto. Júpiter se abrochó el cinturón y todos se quitaron las máscaras antes de que nos pusiéramos en marcha, alejándonos del callejón para salir por la calle principal.
"Perpetramos un segundo robo con éxito, esto debería darle una muy mala publicidad a tu j*dido jefe", comentó Wuotan. "Creo que te pondrás feliz de saber cuánto dinero tomamos esta vez".
Thuner contribuyó: "Muy pero muy feliz, pequeña Aset".
"Me suena a que algunos cajeros traviesos no se molestaron en cuidar sus cajones secundarios", dije.
Júpiter bajó la ventanilla y vimos que un montón vehículos comenzaron a atascar las calles mientras muchos tocaban las bocinas. Las vías más afectadas eran las que daban hacia el banco. Habían elegido al Thunderbird para que los recogiera, y si debíamos correr, tendría que ser con ese auto.
Salimos del distrito comercial sin decir nada. Tenía la sensación de que fue demasiado fácil, pero no quería arruinar las cosas al expresar mi verdadero sentir.
Estacionamos a la vuelta de la esquina donde habíamos dejado la miniván. Aunque fue una maniobra ilegal, ese era el lujo de conducir un auto robado. Entonces, salimos con los maletines y las bolsas llenas de dinero.
Nos dirigimos a unas tiendas departamentales y nos dividimos en dos grupos: Thuner y yo fingimos ser una pareja mirando zapatos, mientras que Wuotan y Júpiter deambulaban por su lado.
Eso también lo habíamos practicado el día anterior.
Todo el plan de fuga era completamente diferente al que habían usado con mi banco. Mis muchachos parecían mucho más preocupados de que vincularan los dos robos que de eludir a la policía por el último atraco.
Me entristeció mucho pensar que después de eso me dejarían con los ojos vendados en una parada de camiones en Nevada. Además, Thuner me dijo que tendríamos que arruinar una vez más mi peinado si no queríamos que descubrieran que fue hecho por una estilista profesional. "Si quieres que crean el cuento de que te mantuvimos sedada y con los ojos vendados durante la mayor parte del tiempo, tu cabello tendrá que lucir como si te lo hubiéramos cortado nosotros mismos", explicó.
Mi único consuelo era que podría conservar el color. La estilista me había dejado un poco de raíces, lo cual daba la impresión de que fuera de un color similar al de los jeans desgarrados.
Por el rabillo del ojo vi a Júpiter dirigiéndose a la puerta que conducía a la calle en la que estaba la camioneta, y luego lo siguió Wuotan.
"Acaban de salir", avisé.
Thuner tomó mi mano y caminamos hacia la salida, salimos a la acera y nos subimos a los asientos traseros de la miniván. Júpiter y Wuotan estaban al frente, como siempre.
Nos dirigimos a la autopista, tomamos una curva y llegamos al noroeste a toda velocidad.
El ambiente se relajó una vez que empezamos a avanzar, y Wuotan se jactaba de lo increíbles que eran perpetrando robos. En definitiva, alardear era uno de sus pasatiempos favoritos.
Thuner contó el dinero, y a juzgar por la cantidad que había, supuse que pronto nos encargarían muchos edredones de Paris Hilton.
Sin embargo, fue entonces cuando empezaron los problemas.