Capítulo 26
2214palabras
2024-01-02 10:41
Desmenuzó un bollo, luciendo apesadumbrado y con un mechón de cabello sobre los ojos. "Sí, una vez", confesó en voz baja. El dolor y la culpa lo afectaba, no logré determinar hasta qué grado, pero estaba segura de que lo hacía. Me levanté y fui hasta donde él se había sentado, puse las manos sobre sus hombros y los masajeé con sutileza.
Thuner suspiró cuando lo toqué de esa forma. Aquel sonido resultó como un alivio, era como si necesitara que alguien empatizara con él. Thuner era médico y, a pesar de que era obvio que amaba a la gente, tuvo que dispararle a una persona o, quién sabe, hasta matarla. Me quedé consolándolo, queriendo borrar el dolor de su interior sin saber cómo.
Él apartó su plato de repente y ordenó: "Vístete, que tenemos recados que hacer".
"Pero Júpiter y Wuotan tomaron la miniván".
Levantó la vista con una sonrisa perversa. "¿Crees que necesitaremos la camioneta para hacer un recado? Ponte ese vestido de verano otra vez".
Entrecerré los ojos, pues Wuotan y Júpiter nos habían dicho que nos quedáramos allí. ¿Por qué Thuner de repente quiso que saliéramos a hacer recados? A pesar de las dudas, fui a ponerme mi vestido de verano y, cuando salí, no lo encontré por ninguna parte, por lo que aproveché para tomarme otra taza de café y visitar la página web de la granja.
En el inicio de la página, se encontraba una foto de nosotras cuatro tomadas de las manos y rodeadas de ovejas. Le había puesto mucho empeño en crearla, la construcción del sitio web consistió en el 80% de mis esfuerzos en seguir tutoriales y el 20%, en descifrar muchas otras cosas por mis propios medios.
Había un apartado donde describía el queso azul artesanal que producíamos. La elaboración de queso en lotes pequeños era un proceso largo y de varias etapas. Supuse que una de mis hermanas se haría cargo de mis partes, quizá fuera Valeria quien se encargara de ello. Cuando entré a la sección de los edredones de lana natural, vi que Valeria había subido el precio de nuestro edredón doble de 280 a 420 dólares. Además, había extendido el tiempo de entrega de entre siete a diez semanas, cuando antes era de tres a cinco.
¿Era porque estaban recibiendo más pedidos? ¡Tenía que ser eso!
Hice clic en el blog y vi una nueva entrada que se había publicado esa misma mañana y que se titulaba «actualización sobre nuestra hermana». Iba acompañada de una foto mía de cuando tenía el cabello rojo y largo.
«Les estamos muy agradecidas a todos por su gran apoyo, oraciones y buenos deseos. Gracias a la amabilidad de la gente, a la que ni siquiera conocemos, nuestra hermana tendrá una prometedora granja a la cual volver. Por favor, continúen orando y estando atentos a ella».
«También estamos muy agradecidas por los pedidos de los edredones que nos han llegado de todas partes. Sin embargo, aún necesitamos a nuestra hermana más que a nada».
«Mérope, si estás leyendo esto, ¡te extrañamos muchísimo! Te amamos y sabemos que te sentías sofocada cuando trabajabas en la granja. Te prometemos que cuando regreses, te lo recompensaremos, y eso incluirá prepararte patatas fritas en todas las comidas; Cécile se encargará de lavar los platos, encontraremos la manera de hacer que viajes por el mundo para que hagas las conexiones que quieras y, por supuesto, ¡jamás dejaremos que vuelvas a trabajar en un banco! ¡Te daremos el trato de Paris Hilton! ¡Por favor, ladrones de bancos, dejen que nuestra hermana vuelva a casa!».
Conocía muy bien cómo pensaba Valeria. El hecho de que hubiera mencionado a Paris Hilton era significativo, pues de seguro se trataba de un código secreto para decirme que había recibido mi mensaje y que entendía que yo era feliz estando lejos. De lo contrario, no se habría disculpado.
Deseaba poder dejar un comentario en la publicación y decirle algo como: «¡No se trata de ti! ¡No te sientas culpable, sé feliz y deja que yo sea libre!».
No obstante, sería demasiado arriesgado.
Aunque me desplacé hacia las publicaciones más antiguas, todas eran mis escritos y artículos sobre diferentes ovejas en el rebaño lechero, en la esquila y todo eso.
Entonces, recordé que nuestro queso Friesago estaba nominado para un premio. Quizá los jueces nos darían un trofeo por lástima.
Veinte minutos más tarde, Thuner y yo salíamos por la parte trasera del hotel, caminamos por el área de la piscina y llegamos a la sección más alejada del estacionamiento.
"Hola, mi amor", Thuner se detuvo frente a un Camaro plateado, sacó un trozo largo y plano de metal de su chaqueta deportiva y lo empujó bruscamente contra la ventana y hacia la puerta.
Jadeé de la sorpresa. "¿Qué estás haciendo?".
"Abriendo la puerta".
"¿Pero qué rayos?".
"Relájate".
"Pensé que eras médico", le dije.
"Sí, soy un doctor con muchas habilidades". Sacó el metal y abrió la puerta. La bocina empezó a sonar y él se metió por debajo del tablero e hizo algo que no pude ver. Tampoco logré detenerlo. Un minuto después, el auto cobró vida con un rugido antes de que él saliera y me sonriera, todo travieso y hermoso.
"No puedo creer lo que acabas de hacer".
Se reclinó en el vehículo y me indicó que me sentara en el asiento del conductor. "Tú vas a conducir".
"¿Qué? ¿Iremos en un auto robado?".
"Sabes conducir carros manuales, ¿no?".
"¡Pero es robado!". De forma juguetona, agarré la parte delantera de su camisa y la tiré un par de veces.
Él puso las manos en mis caderas y me atrajo más a él. "¿Y qué tiene? ¿Cómo es que quieres ser la conductora para nuestro próximo atraco y no estar dispuesta a usar un auto robado?".
"Sabes que puedo conducirlo sin problemas, pero ese no es el meollo del asunto". Me incliné por completo hacia él y lo presioné contra su asiento, dejando caer todo mi peso y disfrutando la sensación de su p*ne en mi pelvis.
Me besó el cuello y explicó: "Conducir mientras cometemos un crimen es diferente a hacerlo en una situación normal. Manejaremos por la ciudad para comprar unos sándwiches. Después de todo, los muchachos necesitan almorzar. Veamos si tendrás el suficiente valor de hacerlo".
"¿Esto es algo que se te acaba de ocurrir? ¿Crees que Wuotan y Júpiter estarían de acuerdo?".
"¿Pretendes quedarte discutiendo conmigo hasta que regrese el dueño del auto? ¿Vas a conducir o no?".
"Por supuesto que sí", accedí y entré, pues siempre me había sentido orgullosa de ser una chica que sabía conducir bien.
"Espera, salte", ordenó.
«¡Ajá, lo sabía! Solo intentaba retarme para ver si estaba dispuesta a hacerlo», pensé y salí del vehículo.
"Quítate las bragas", exigió en voz baja.
"¡¿Cómo?!".
"Más te vale que no te opongas".
Se me aceleró la sangre y se me ocurrió la vaga teoría de que tal vez se tratara de una prueba. Después de todo, la otra chica, Sedna, había conducido para ellos. "Ya verás que puedo manejar en todas y cada una de las condiciones que pueda haber". Acto seguido, me quité mis bragas, se las entregué y volví a entrar. Él las metió en su bolsillo y se subió al lado del copiloto.
Puse en marcha el vehículo y salí de allí de golpe.
"Justo en la primera esquina, dobla a tu izquierda". Sus instrucciones me hizo recorrer a través de unos pocos carriles concurridos antes de salir de esa zona. "A la izquierda de nuevo. ¿Ya habías conducido un Camaro antes?".
"No".
Me miró con suspicacia.
"Que no se te olvide que vengo de una granja, doctorcito", comenté. "Como empecé a trabajar en el campo desde muy joven, tuve que manejar muchos vehículos con diferentes funciones y en diversas circunstancias, con ovejas corriendo por todos lados".
Señaló a la izquierda, llevándome de nuevo hasta una vía de dos carriles. Estábamos recorriendo en círculos.
"Crees que existe una posibilidad de que me quede, ¿verdad? De lo contrario, no habrías hecho que condujera", especulé.
"Nada ha cambiado, pero necesitamos que mañana te quedes dentro del vehículo durante un rato".
"Sería una excelente conductora para ustedes y sé cómo funcionan los bancos, así que puedo serles de gran utilidad. Aparte, también soy una diosa", le sonreí con calma, aunque, en realidad, manejar un auto robado me asustaba. Prefería estar teniendo s*xo con él en el hotel.
"En cualquier caso, no conducirías a modo de fuga, sino que simplemente mantendrías el vehículo en movimiento para que esté disponible en el momento que lo necesitemos. También estarías ahí para avisarnos y advertirnos de cualquier amenaza. Solo lo moverías en caso de que sea muy necesario, y respecto a las fugas: tendrías que dejar que Júpiter condujera una vez que saliéramos del robo".
Se acercó y tiró del cordón que sujetaba el corpiño de mi vestido, aflojando el lazo.
Me reí. "¿Qué crees que haces?".
"Sigue manejando". Sus dedos rozaron mis p*zones, los cuales se endurecieron al instante.
"¡Oye, no me distraigas en medio del tráfico!", aparté sus manos de una sola manotada, quedándome atónita por su imprudencia.
"Será mejor que te concentres". Me desató un poco más el corpiño, de modo que mis s*nos casi quedaron colgando. Me sentía presionada, ya que conducía un auto robado y no quería llamar la atención. Ahora, con lo que me acababa de hacer, me quedé inmóvil como si algo me hubiera atado.
"Creo que te has vuelto loco". En un semáforo, me ajusté el vestido mientras me inclinaba un par de veces. "¡Dios mío!". Entonces, la luz se puso en verde.
"Vete por el carril izquierdo", exigió.
Puse las luces intermitentes y cambié de carril. De pronto, sus dedos se posaron en mi corpiño, aflojando los cordones nuevamente. "Deberías dejarlos así, es parte de la prueba".
Me reí con nerviosismo. "¿En serio se te ha zafado un tornillo?".
"Supongo", replicó. Mi pulso se aceleró cuando colocó la mano en el frente de mi vestido y me tocó el p*zón. Jadeé cuando lo apretó; a esas alturas, mi p*zón estaba tan duro como una roca. En mi interior gritaba, y la exc*tación se disparó a través de mí. Cuando por fin retiró sus exquisitos y provocadores dedos, los bordes de mi corpiño se quedaron frotando contra mis p*zones, lo cual me estaba desesperando.
Continuó guiándome por la ciudad y yo no entendía qué estábamos buscando, ¿acaso quería que encontráramos un lugar en donde ponerme más a prueba? Bajo sus instrucciones, llegamos a una vía de cuatro carriles, con muchos semáforos y tráfico. Sentía que había estado manejando demasiado bien, considerando todas las distracciones.
Entonces, llevó la mano a mi muslo y la deslizó por debajo de mi vestido. "¡¿Qué d*monios?! ¿Qué te pasa? ¿Pretendes que provoquemos un accidente o qué?", aparté su mano y bajé la velocidad.
"¿Eso es un Mississippi?".
"No", susurré.
De nuevo, sentí sus dedos en mi muslo. "En ese caso, no me alejes de nuevo o recibirás más que azotes. No creas que no podemos escalar con nuestros castigos", me advirtió con su característica voz áspera y delicada.
"¡Estamos en un auto robado y solo trato de conducir bien!".
"Aun así, eres capaz de enfocarte en múltiples tareas, ¿o me equivoco? Que no se te olvide que estás en una prueba de habilidades".
Sus falanges ascendieron hasta llegar a mi húmedo centro, presionando a lo largo de mi hendidura. Entonces, empezó con su lento y prolongado vaivén que ya me resultaba típico de él. Me acariciaba como si fuera un músico tocando un violín con su arco. Dejándome llevar por la ola de pl*cer, empujé mi pelvis hacia su mano en un semáforo, ansiando por más contacto.
"Estás demasiado m*jada", comentó, y yo ni siquiera tuve que mirar para comprobar que era cierto. Retiró los dedos y me los metió a la boca. "Vaya, esto es demasiado divertido. Me dan ganas de f*llarte desde hoy hasta el domingo".
"Si quieres, puedo estacionarme en algún lado", propuse.
Me subió el vestido para que mi v*lva quedara totalmente expuesta. "¿Quieres que te f*lle en un auto robado?".
"Sí", suspiré, deseando que volviera a colocar los dedos sobre mí. Cuando el semáforo se puso en verde, él comenzó a tocarme de nuevo, y yo tuve que hacer los cambios de velocidades por encima de su brazo. "Mngh", pronuncié a la vez que él me introducía dos dedos, frotándome el clít*ris con el pulgar en todo el tiempo. "Deberíamos estacionarnos".
"Me encanta verte así, conduciendo mientras estás toda desesperada y vulnerable".
Tragué saliva al tiempo que movía la palanca. En efecto, me encontraba indefensa como nunca antes lo había estado. Era como si él me controlara y como si mi cuerpo estuviera completamente desconectado de mi mente y de la atención que necesitaba para manejar.
Aquel era un juego peligroso y descabellado, sin embargo, no podía negar que me emocionaba de sobremanera.
Entonces, me retorcí un poco en el asiento.
"Te quedarás así hasta que termine contigo", demandó.
"¿Qué pasa si choco?".
"No lo harás".
"¿Qué dirían Wuotan y Júpiter sobre esto?", inquirí.
"Pues, que yo sepa, ellos no están en el auto con nosotros". Quitó los dedos de mi v*gina y me acarició por fuera antes de volverlos a introducir. "WJ…".
"¿Qué?".