Capítulo 10
1390palabras
2023-12-27 11:00
Wuotan me miró y sonrió con complicidad. Desvié la mirada y me concentré en el panel de botones, probablemente con una expresión tonta. Sentí como si estuviera atrapada en un estado de animación erótica suspendida. No estábamos f*rnicando. Ni siquiera estábamos tocándonos, pero yo sabía tan bien del pie que cojeaban estos hombres, sabía que eran tan calenturientos que hasta el timbre del ascensor me ponía los nervios de punta.
Se abrió la puerta. Thuner me puso una mano en la espalda, salimos del elevador y me guió por el pasillo hasta nuestra habitación.
Júpiter metió y sacó la tarjeta de acceso, y la puerta se abrió.
Mi pulso se aceleró cuando entramos a nuestra habitación: Júpiter, Wuotan y yo, seguidos por Thuner.
O mejor digo, nuestras habitaciones. En realidad, teníamos una suite colosal, con dos alas de habitaciones, y en el centro una sala de estar elegante con un diseño irregular, con enseres de terciopelo y mármol, cortinas de terciopelo y una enorme bañera de hidromasaje.
Júpiter se apresuró a entrar a una de las habitaciones laterales y cerró de un portazo.
Pregunté si él estaba bien.
"Hay que dejarlo solo. Necesita hacer ejercicios y estar un rato en su guarida". Thuner dejó sus maletas y fue hacia donde yo estaba. "Júpiter tiene su propia agenda". Deslizó sus manos sobre mis hombros.
"Entiendo", dije.
Tocaron la puerta, y Thuner disolvió nuestro beso. Un camarero del servicio a la habitación entró con un carrito abarrotado de bebidas alcohólicas, vasos, bocadillos, flores y ropa de cama. "¿Quiere que le sirva algo?".
"No, solo pon el carrito ahí. Y deja la mesa despejada, por si acaso".
El camarero dejó el carrito junto a una mesa de mármol.
Wuotan se quitó las gafas y me miró de un modo divertido que era puramente diabólico, en un 99 %, para ser más exacta. "¿No te parece bien?", me preguntó.
"¿Qué?".
"¿Dejar la mesa desocupada?".
"Supongo que sí", dije.
¡Qué cojones!
Wuotan le dio un par de billetes de cincuenta al camarero. En cuanto la puerta se cerró, abrió la botella y sirvió tres tragos, uno a mí y otro a Thuner. Se bebió el suyo y se aflojó la corbata, mirándome de manera lasciva.
Me puse muy nerviosa. ¿Empezaríamos ya? Yo normalmente me cambiaba de ropa después de un viaje. Supuse que lo haría ahora. O que por lo menos me la quitaría. Bebí un trago de mi güisqui. La garganta me ardió y sentí un abrasamiento en el interior de mi pecho.
"¿Atemorizada?", preguntó Wuotan.
"Un atraco a un banco seguido de s*xo grupal no es parte de mi rutina, eso es todo", dije con valentía.
"Oh, una de las mejores cosas que tienes es tu fingida confianza", dijo Wuotan.
"No es fingida", repliqué.
"A Thuner le gusta tu apocamiento, pero a mí me gusta tu fingida confianza". Me hizo un gesto para que le acercara el vaso, y me sirvió otro trago. "Disfrutaremos desvestirnos".
Me reí nerviosamente. El corazón se me quería salir del pecho. "¡Uf...!".
Wuotan no se rio.
Thuner tampoco lo hizo. Simplemente me miró con esa mirada suya de cazador de mariposa.
No tenía nada que decir, así que me tomé mi trago.
El corazón me latía aceleradamente mientras él se me acercaba y me quitaba el vaso. "Ya basta de hablar. Vamos". Me llevó hasta los asientos principales: los sofás de terciopelo y dos sillas inmensas, y luego se arrojó en un sofá. "Desnúdate".
Wuotan se acercó con su vaso y apoyó los codos en el respaldo del sofá, detrás de Thuner.
Me puse nerviosísima, parada allí frente a ellos dos. "¿Así como así?".
"Esto suele empezar así", dijo Wuotan.
Con las manos temblorosas y el rostro ardiéndome, me desabotoné la chaqueta. ¿Júpiter saldría pronto? ¿Se enojaría porque empezamos sin él, o no le importaba?
"Ya me encanta esto", dijo Thuner. "Me encanta lo nerviosa que estás."
"No estoy nerviosa".
Wuotan adoptó una expresión severa. "Si vuelves a mentir sobre cómo te sientes, habrá problemas. Te castigaremos, Aset. Echamos a un lado el feng shui, pero no creas que somos blandos".
Respiré profundamente. Su tono severo me provocó un temblor en el c*ño. Sentí su fría mirada como algo cortante en mi piel. Apenas podía mover los dedos para abrir los botones de mi chaqueta.
Wuotan no sonrió. Simplemente me miró con su típica actitud ardiente y machista. Me quité la chaqueta y la tiré.
Su expresión no cambió ni un pelo.
Miré a Thuner durante la próxima sesión. Me toqué los pechos como supuse que lo haría una stripper, esforzándome por demostrar que no era una chica nerviosa de una granja de ovejas, aunque en realidad lo era. Me quité la camisa y la arrojé detrás de mí.
"Ahora la falda", susurró Thuner.
Me bajé la falda y me la quité, de modo que solo me quedé con el sostén, las bragas y los zapatos de tacón.
Sentía todo sobre mi piel desnuda: la mirada de los dos hombres, las corrientes de aire fresco que salían de los conductos de ventilación, que no estaban a la vista. Hasta me impactó la luz de neón de un letrero que, en la noche oscura y más allá de la ventana, daba visibilidad a un sitio. Anhelaba que me tocaran.
"Bájate el sostén y déjame verte las t*tas", dijo Thuner.
Respiré hondo y bajé el encaje, lo que les dejaba ver mucho mejor mis s*nos. Daba la impresión de que los estaba ofreciendo en sendas bandejas pequeñas para el placer de estos peligrosos advenedizos.
Se me aceleró el pulso. Me sonrojé, y el rubor se extendió hasta mi pecho.
"Oh, esto se ha puesto bueno", dijo Thuner. "Ahora ven aquí".
Me le acerqué con las piernas temblorosas. Él dejó su bebida, me acercó a su regazo y me hizo sentarme a horcajadas sobre él, con mis rodillas al lado de las suyas.
Me pasó una mano por el pecho, sobre mi p*zón, con suavidad. El cuerpo se me electrizó hasta el c*ño.
Dijo: "Te estás sonrojando y me dan ganas de devorarte como a un pastelito".
Se inclinó y me chupó el p*zón con fuerza, y le dio una sacudida. Cuando estaba a borde del exceso, se detuvo y sopló aire fresco sobre mi pecho. Entonces empezó a torcer el otro, suavemente entre sus dedos.
"¡Oh, Dios mío!". Jadeé.
Pasados cinco segundos, ya no podía pensar con orden. Y ellos lo sabían; yo estaba segura de eso. Eran dos bandidos y aberrados s*xuales.
De repente, Thuner pasó la lengua sobre mi p*zón, que estaba duro como un diamante.
"Creo que me voy a venir", runruneé, agarrándolo por el cabello.
"Aún no". Wuotan se dio la vuelta y metió la mano por la parte de atrás de mis bragas. Me apretó la nalga. Con la otra mano me acarició el c*ño, enviándome ondas de placer a través de la pelvis. "Solo te vienes cuando te digamos".
Oh, entonces, esto iba a ser uno de esos pactos.
Wuotan apretó y masajeó, y me hizo retorcerme. Su toque fue violento y la vez tierno.
Thuner me acarició el estómago, y me mordisqueó y chupó los s*nos.
Wuotan me besó en el cuello mientras metía la mano por la parte delantera de mis bragas, que ahora estaban dentro, tocando mi escurridizo entrepierna. Tomó mi mano y la puso sobre el bulto de sus pantalones. Me agaché para tocar también a Thuner, que gruñó en mi p*zón mientras yo le apretaba el mi*mbro a través del tejido de sus pantalones grises.
Sabía que solo tenía cuatro manos encima de mí, pero daba la impresión de tener una docena tocándome y explorándome, apretándome y provocándome, y haciéndome sentir totalmente feliz. El placer me llegaba a raudales.
Thuner había hablado modestamente de las habilidades de ellos. Nunca supe dónde me palparían a continuación y, finalmente, dejé de seguirles el rastro. Me moví a contrapelo del ritmo de la mano de uno de los dos. Les froté las p*jas a través de sus pantalones, y fue como si estuviera en un caleidoscopio s*xual.
Tenían que quitarse los pantalones.
¿Querrían tener s*xo anal? Yo jamás lo había hecho, pero Aset sí lo haría. Quería darles a estos hombres todo lo que exigieran. Sentí un nuevo placer gestándose en mi barriga al pensar en ellos dándome órdenes y exigiéndome cosas.