Capítulo 13
1500palabras
2023-10-23 16:16
Llegó el día del cumpleaños de Graham, por lo que su familia de China lo felicitó a través de una videollamada. Por su parte, sus dos primos de Los Ángeles, Lesath y Juanjo, le enviaron un correo electrónico. El chico extrañaba tanto a su familia, que llamó a su prima Lesath que en ese momento estaba en pleno rodaje.
A través del celular de Graham, se escuchó una hermosa voz cantando una canción de cumpleaños, la cual compusieron especialmente para él. Así, escuchando cada palabra y melodía con los ojos cerrados, apreció todos los momentos que había vivido con su familia, a la cual no veía desde hacía ya dos años. No obstante, conocía bien a la persona que justo ahora estaba cantando para él: era Lesath. Cuando terminó la canción, la chica le dijo emocionada con una voz jovial:
“¡Feliz cumpleaños, primo! Aunque creo que ya no eres tan joven y todavía no tienes novia”, bromeó.

El chico sonrió. Se suponía que debía llamarlos, pero no podía controlar sus sentimientos viendo a ese par de primos descarados suyos. Justo entonces, activó el botón de video y el paisaje de la playa apareció en su pantalla.
“¡Feliz cumpleaños, primo! Oye, ¿con quién saldrás esta noche? ¿Con la señorita Jacinta Ávila?”. Lesath apareció de repente, al lado de Juanjo.
“¿Cómo sabes que iré con ella?”. Arqueó la ceja desconcertado.
“¡En las redes sociales está todo!”. Juanjo intervino, al tiempo que buscaba algo en su celular. “¡Te leeremos justo lo que dice aquí! '¡Una cita con el hombre más guapo de Londres, @1,000 25!”. Lesath y Juanjo se unieron para burlarse de él.
Leyeron la nota como si fuese esta una carta de amor, y Lesath incluso sostuvo el celular de Juanjo sobre su pecho, mientras se sentaba en una silla de playa con el traje de baño puesto para su sesión de fotos. A Graham le dieron muchas ganas de regañar a Jacinta justo ahora. Esta había cambiado el título, pero había escrito a propósito una pista sobre la dirección y la fecha de su sencilla fiesta.
“Primo, ¿debemos ahora decirle cuñada a la señorita Ávila?”. Juanjo no dejaba de burlarse de él.

Graham estaba feliz de ver a sus primos, aunque fuese solo a través de la videollamada. Era el más grande de ellos y lo consideraban como su hermano mayor.
“Dejen de burlarse de mí. Ella es solo una…”.
“¡Ey! No te pedimos que explicaras nada. Juanjo, ¿lo escuchaste? Trató de explicarnos, ¿a caso es culpable de algo?”, le preguntó Lesath a su hermano menor como si Graham no estuviera escuchando.
“¡Sí! Creo que lo es. ¡Y sabe bien que los abuelos volarían hasta Londres si la embarazara!”. Juanjo destacó esta última palabra como resumen final de su conversación.

Además, ignoraban a propósito a Graham mientras este miraba la pantalla. Ante tal actitud burlona, no pudo evitar negar con la cabeza y sonreír.
“¡Bien! Gracias por sus felicitaciones. Pero cuídense. Alguna vez iré a visitarlos”, se despidió mientras los dos seguían hablando de él.
Cuando regresó a su fiesta, se dio cuenta de que estaban algunas personas que no esperaba ver. Naín y Rita, sus dos asistentes, se habían encargado de las invitaciones.
“¿Qué hacen ellos aquí?”. Miró de reojo a Bagrat que estaba con Reka y se le ensombreció la mirada.
“No lo sabemos, presidente. No estaban en la lista de invitados”, explicó Naín, sudando por la ansiedad, y rápidamente se limpió el sudor al ver que Graham lo miraba fijamente.
“¡Feliz cumpleaños, señor Zhang! Debe estar muy sorprendido de que llegáramos de repente a su fiesta”. Bagrat le sonrió burlonamente y le tendió el brazo.
“¿Por qué debería estarlo, presidente Bermudez? De hecho, estoy muy agradecido de que hayas venido”, respondió Graham sarcásticamente y miró a la mujer agarrada del brazo de Bagrat.
“Ella es mi nueva chica, Reka”, se la presentó con orgullo.
Reka traía puesto un seductor vestido rojo escotado, el cual dejaba a la vista la mitad de sus pechos, y su cabello negro ondulado caía libremente sobre sus hombros.
“¡Feliz cumpleaños, señor Zhang!”, lo felicitó, sonriendo de forma coqueta.
“¡Thiago, ya va a comenzar tu fiesta!”. Jacinta caminó apresuradamente al ver que Reka coqueteaba con él. Así, tomó la mano de Graham y se dio la vuelta. “¡Hola, presidente Bermudez! Tengo que llevarme ahora mismo a mi chico. La fiesta ya va a empezar y sus demás invitados lo están esperando”, declaró. Bagrat frunció el ceño, pero no demostró su enfado.
Cuando se habían alejado lo suficiente de ellos, Graham le susurró al oído: “¡Rescatado por mi hermosa chica!”.
Como no se lo esperaba, Jacinta miró abruptamente hacia un lado, y Graham casi le da un beso. Los labios de este tocaron su delicada y sonrosada mejilla. Se avergonzó tanto por tal acción, que se quedó de pie, en su sitio. Por el contrario, a Graham no le importó y no le afectó en absoluto lo que pasó.
Una mujer que estaba sentada sola en una mesa de la esquina, también vio de lejos la escena. Ella traía puesto un atuendo de su propia creación: un vestido sencillo, sin tirantes, parecido al de un hada, del color del océano y con una abertura no muy grande por encima de su pierna derecha.
Se había alisado su largo cabello castaño y rizado que le llegaba hasta la cintura. Traía un maquillaje ligero y un rubor de tono claro. Era la representación de la sencillez y elegancia.
“No debo dejar que me afecte. Debo acercarme a él”, pensó.
Con esto, agarró su pequeño bolso de última tendencia y caminó con gracia hacia la multitud, y al hacerlo, todas las miradas se posaron en ella.
Algunos hombres no podían dejar de contemplar su suave y delicada clavícula y sus largas y delgadas piernas. La abertura al costado de su vestido era una serena invitación para sus codiciosos ojos.
Graham se quedó estupefacto al ver que sus invitados no apartaban la vista de en medio del comedor, y al darse la vuelta para ver quién era, quedo anonadado.
Los ojos se le llenaron de posesividad y deseo, y la fulminó con la mirada mientras se acercaba a él.
“¡Feliz cumpleaños, señor Zhang! Espero que te guste mi regalo”, dijo Elvira con calma y gentileza.
Luego le entregó una pequeña caja de metal de color azul y blanco.
Jacinta, quien estaba estupefacta, rompió el silencio. “Señorita Hidalgo, ¿cómo es que viniste a la fiesta?”, le preguntó, sonriendo irónicamente.
“Fue debido a ti, señorita Ávila. No sabía que la fiesta de cumpleaños del señor Zhang sería antes. ¡De no haber visto tu publicación en las redes sociales, no me habría enterado y no habría podido venir esta noche!”. Elvira respondió con sinceridad, pero tenía puestos los ojos en el hombre que la había estado mirando.
Jacinta se sorprendió aún más. Había publicado su fotografía en el restaurante para poner celosas a sus amigas, pero no imaginó que eso provocaría una situación tan incómoda como esta.
“Si también me vas a preguntar cómo entré, acabo de mostrarles mi tarjeta de presentación”, continuó ella, provocándola.
“¿A qué te refieres con eso?”. La calma de Jacinta ahora se mezclaba con una emoción indescriptible. Quería abofetear a Elvira y sacarla a rastras del hotel.
“¡Es muy simple! Este es nuestro hotel”. Elvira le guiñó un ojo a la joven y le sonrió cariñosamente a Graham, que se había quedado sin aliento. Jacinta ya no pudo seguir refutando y solo se culpó a sí misma por haberse expuesto tanto.
Graham, cuya ardiente mirada estaba fija en ella, de repente la llevó fuera del hotel. Elvira lo siguió con elegancia, dejando a Jacinta sin palabras. Los invitados que habían mirado con lujuria a Elvira se asustaron mucho, pues creyeron que esta era la mujer del señor Zhang. De pronto se reprocharon por haberla mirado lascivamente hacía un rato.
Graham la llevó hasta una esquina y la miró como si quisiera estrangularla, apretando su pequeño y encantador cuello. “¿Qué haces aquí? ¿A caso estás tan desesperada por verme?”. Tenía los pómulos rígidos y apretaba los dientes.
“¡Sí! ¡Me duele que no me hayas invitado!”, comentó Elvira haciendo un puchero, como si fuera una niña hablando con alguien mayor.
“Señorita Hidalgo, ¿le gusto tanto como para perder su dignidad?”. Graham no podía creer que existiera una mujer como Elvira.
“Si eso significa que me aceptes como tu novia, no me importa. ¡Hago esto porque de verdad siento algo por ti!”. Elvira fue al grano, y no le importó tener el rostro encendido.
Graham se rindió y llamó de inmediato a Naín, a quien le ordenó que llevara a Elvira a casa. Luego volvió al comedor, dejando a la joven estupefacta.
“¡Vámonos, señorita Hidalgo!”, exclamó Naín, haciéndola volver a sus sentidos.
Elvira tuvo que irse, y estaba a punto de comenzar a llorar cuando se dio cuenta de que eso solo mostraría su derrota. “¡Gracias, señor Beltran, pero traje mi auto! ¡Adiós!”. Y salió del hotel con impotencia.