Capítulo 7
1828palabras
2023-10-23 14:43
En el Grupo Liu…
Naín corrió a la oficina de Graham para indicarle: "¡Presidente, pospusieron la reunión con el señor Bagrat Bermudez!".
Cuando el joven Liu dejó de firmar algunos documentos y lo observó fijamente, el asistente continuó informando entre jadeos: "Suspendió la junta durante el fin de semana y esta noche planea encontrarse con la señorita Hidalgo".
"¡¿En dónde?!", el magnate preguntó consternado.
"En el palacio Hazzaña, a las ocho".
"Gracias, ya puedes retirarte", le ordenó a su asistente a la vez que se masajeaba las sienes.
"De acuerdo, señor", Naín se fue de inmediato.
«¡No seas tonta, mujer! ¿Cómo puedes ir directo a la boca del lobo?», pensó.
A las ocho en punto de la noche, Elvira llegó al palacio Hazzaña. Conocía a Bagrat Bermudez debido a que era el rival principal de su hermano durante el liceo, aunque nunca fue hostil con ella.
Se habían visto en un total de dos veces: durante la graduación de Ferran y en el desfile de modas de Tabita. Mientras ayudaba a su tía detrás del escenario, vio que el hombre atendió el evento con su novia, quien era una modelo.
Al arribar al lugar del encuentro, reconoció al guapísimo hombre que la esperaba al lado de la ventana. Tan pronto como él la vio, se levantó y estiró la mano para saludarla con un abrazo. Elvira correspondió el gesto y le dedicó una sonrisa.
"Vaya, señorita Hidalgo, ¡te estás poniendo cada vez más hermosa!", Bragat la observó con admiración.
"Gracias, señor Bermudez, también me parece que te has vuelto más apuesto", ella bromeó. "Te reconocí de inmediato gracias a que algunas chicas no dejaban de mirarte. ¡Ni siquiera tuve que buscarte, solo seguí sus miradas!", la mujer añadió a la par que alzaba las cejas.
Enseguida, las risas de Bragat resonaron en las mesas aledañas. "Adelante, toma asiento", acercó una silla a Elvira.
"Gracias", ella se sentó con elegancia y revisó el menú que le entregó el camarero.
Una vez que les sirvieron la comida, Bragat se dispuso a observar cada una de sus acciones: desde cómo usaba los cubiertos hasta su manera de masticar.
«¡Vaya, es demasiado elegante!», se dijo para sus adentros y luego preguntó en voz alta: "¿Y cómo te ha ido últimamente, señorita Hidalgo?".
"Bastante bien. Al igual que antes, he estado diseñando ropa para nuestros clientes", replicó con elocuencia, a lo que Bragat contempló los movimientos de sus irresistibles labios, los cuales le parecían como unas suaves olas que lo invitaban a tocarlas.
"¿Y qué hay de ti? ¿Cómo te ha ido en el trabajo?", Elvira preguntó casi lo mismo.
Los ojos de la joven brillaban de una forma tan bonita que se asemejaban a las flores de loto. Además, notó que sus pestañas tenían un rizo especial al momento de parpadear. Al principio, el hombre pensó que aquellos gestos eran deliberados, sin embargo, a medida que fue pasando el tiempo, pudo notar que se trataba de movimientos completamente naturales.
"Pues, se supone que tenía una reunión con el asistente del Grupo Liu, pero la cancelé para cenar contigo", le confesó con total sinceridad, no veía necesidad de ocultarle cosas.
"Ya veo, conque este encuentro es más importante que reunirte con el asistente de una gran empresa", Elvira comentó, y aunque en sus palabras se escondía un mensaje, Bragat no fue capaz de descifrarlo ni notarlo.
"Bueno, en vista de que solo iba el asistente y no el presidente, no era tan importante después de todo", la arrogancia del hombre se hizo evidente. "¡No debería reunirme con un simple empleado cuando soy el director ejecutivo de mi compañía!", añadió con una sonrisa engreída.
Al escuchar cómo presumía sobre él mismo, Elvira arqueó una de sus hermosas cejas, dejó de comer, lo miró fijamente y pensó: «¡Con razón mi hermano te odia!».
"¿En qué piensas, señorita Hidalgo? ¡Apuesto a que estás de acuerdo con mis opiniones!", le preguntó en un intento de buscar su aprobación. A pesar de que Elvira tenía muchísimas ganas de gritarle en su cara, recordó la educación que le dio su familia. Desde siempre, le inculcaron que debía mantener su elegancia sin importar lo que pasara, incluso si se tratara de una situación en donde ameritaba echarle agua en la cabeza de un descerebrado.
"Creo que todos tenemos derecho a opinar, jeje", Elvira se obligó a esbozar una leve sonrisa.
"Eso quiere decir que estoy en lo cierto, ¿no?", insistió, levantando una ceja de manera expectante.
"¡Sí!", la joven Hidalgo tuvo que mentir para detener aquella conversación tan absurda. Pensaba que el hombre no solo era arrogante, sino también un gran imb*cil.
Justo cuando Elvira se dispuso a idear un plan para escapar de esa incómoda cena, vio una silueta familiar en una de las mesas del restaurante.
"Discúlpame, dame unos minutos, por favor", Elvira se levantó de la silla y caminó a toda prisa hacia el joven que acababa de reconocer.
Bragat se quedó estupefacto y, claramente indignado, la siguió con la mirada. ¿Qué acababa de suceder? ¿Cómo se atrevía a dejarlo solo e ir hacia otro hombre? Nunca antes una mujer lo había humillado de esa manera.
En la otra mesa, mientras Graham se hallaba ocupado en su computadora portátil, una sombra le cubrió el monitor, por lo que se dio la vuelta, alzó la mirada y vio a Elvira sonriéndole.
Él esperaba que la joven le dijera algo, sin embargo, ella solo se quedó parada, con las manos en su espalda y balanceando sus caderas de manera infantil. Le pareció que lucía como una chiquilla adorable que cursaba el jardín de infantes.
"¿Qué quieres, niña grande?", Graham entrecerró los ojos con molestia.
"No me importa si me llamas por ese apodo, ¡pero ayúdame a escapar de aquí, por favor!", le susurró al oído. Dado que el joven Liu aún se encontraba sentado, ella tuvo que inclinarse para hablar con él, y con un gesto discreto, le indicó que mirara hacia la otra mesa con disimulo.
Graham siguió la dirección de su mirada y se dio cuenta de a qué se refería. Pese a ello, volvió a enfocarse en su monitor y colocó la muñeca en el reposamanos de su laptop para seguir trabajando. "¡No lo haré!", se negó con aspereza y prepotencia.
"Señor Thiago, solo por esta vez… Anda, di que sí. Tengo muchas ganas de irme de este lugar", ella siguió murmurando cerca de su oído, hasta le sostuvo de los hombros para añadir intensidad a sus súplicas.
La serenidad en los ojos del joven Liu desapareció para sustituirse por frustración. "Solo vete y ya, no entiendo por qué necesitas que te saque de aquí", le indicó de forma contundente, sin dirigirle la mirada en ningún momento. Como su vista estaba fija en la pantalla, vio a través del reflejo que una persona se acercaba a ellos.
"¿Qué haces aquí, señorita Hidalgo? Aún no hemos terminado de cenar y nuestra comida se está enfriando", Bragat habló de repente detrás de ellos, lo cual hizo que Elvira se sobresaltara. Al ver las reacciones de la chica, Graham no pudo evitar reírse de ella en secreto; aunque apoyó el codo izquierdo en el borde de la mesa y se llevó el puño a su cara para cubrirse la boca, por medio de sus ojos se notaba que traía una sonrisa divertida.
"Em… Es que me empezó a doler el estómago de la nada, ¡creo que lo mejor será que me vaya!", Elvira mintió, y justo cuando estaba a punto de retirarse, Bragat la tomó del brazo derecho con fuerza.
"Si lo que dices es verdad, ¿por qué viniste aquí en lugar de ir al baño?", inquirió en un tono autoritario.
Graham, quien estaba haciendo todo lo posible por controlar sus emociones, dejó escapar una risa acompañada de una tos falsa. Elvira no solo lo escuchó, sino que también alcanzó a ver su sonrisa gracias a lo cerca que estaba de él. No podía creer que aquel idi*ta se hubiese burlado de ella al presenciar la escena. Su rostro enrojeció de ira y emitió un profundo suspiro antes de responder la pregunta de Bragat: "¡Porque pensé que él era un retrete! Por cierto, me divertí mucho esta noche, señor Bermudez. No dudes en contactarme si quieres volver a cenar conmigo. ¡Adiós!", golpeó la mesa al momento de despedirse, lo cual provocó que los hombros de Graham se tensaran. Elvira se dirigió a toda prisa hacia la salida del establecimiento sin darle tiempo a que los dos hombres reaccionaran.
Bragat permaneció inmóvil en su lugar, mientras que el joven Liu se movió con rapidez: tomó su laptop, dejó algunos billetes sobre la mesa y salió del restaurante. Por otro lado, justo cuando Elvira estaba a punto de subirse a su propio auto, casi gritó al sentir y ver que Graham le jaló de la muñeca.
"¡Oye! ¡¿Qué haces?!", la mujer se quedó estupefacta.
"¡Te voy a llevar a tu casa!", Graham respondió y la empujó hacia el asiento del copiloto.
"¡Pero traje mi vehículo y mi cartera está adentro!".
"No te preocupes, tu auto no va a andar solo", Graham procedió a encender el motor.
Cuando la chica estuvo a punto de protestar, vio a Bagrat acercándose a ellos, así que se abrochó el cinturón de inmediato y le indicó al magnate: "¡Vámonos entonces! ¡Date prisa!".
Graham sabía muy bien a qué se debía su cambio de parecer tan abrupto, y era porque aquella bestia se aproximaba a ellos.
"¡M*ldita sea!", Graham golpeó el volante al percatarse de que el motor no arrancaba. Para el instante en que Elvira se dio cuenta de lo que sucedía, el joven Bermudez ya se encontraba tocando la ventana del vehículo, de modo que tuvo que recurrir a una solución rápida para hacer que el insistente sujeto la dejara en paz.
"Señor Thiago, lamento tener que hacer esto, ¡pero ten en cuenta que también tienes la culpa!". Antes de que Graham alcanzara a decir algo, Elvira le tomó de la cara y lo besó en los labios.
Aunque el joven Liu se sorprendió y se quedó inmóvil al principio, le empezó a gustar el contacto con el paso de los segundos. Entonces, sostuvo la cabeza de la mujer con su mano izquierda y, con la otra, la acercó más a él. Cuando cerró los ojos, emitió un jadeo.
Por el contrario, Elvira abrió los párpados y presionó un botón para bajar una de las ventanillas del auto.
Al ver semejante escena, Bragat se quedó estupefacto. Como no podía creer que se estaban besando apasionadamente dentro del vehículo, golpeó la puerta con rabia antes de irse.
Tan pronto como Elvira vio que el señor Bermudez se había ido, empujó a Graham. "¡Ya se fue!".
El joven Liu se sobresaltó y su rostro se volvió sombrío. Cuando intentó encender el auto de nuevo, el motor arrancó, por lo que entrecerró los ojos y pensó: «¿Acaso este vehículo me estaba humillando? ¿Por qué no encendió hace rato?».