Capítulo 46
1237palabras
2023-09-23 19:22
— Bebé, perdóname por no poder hacer mucho más por ti - Los ojos de Lillith se habían llenado de lágrimas.
— Mami, tú siempre haces lo que puedes, incluso haces más, pero los tíos de aquí son muy malos, pero te prometo que saldremos de aquí mami, y cada tortura a la que la bruja me somete me vuelve más fuerte.
— Lilibeth, este no es el mundo al que debías de pertenecer - Lillith acaricio el rostro de la pequeña.

— Pero es al que pertenecemos mamá— En ese momento la campana había sonado aquello anunciaba un nuevo entrenamiento, esta vez la que acudiría a ella era Lillith.
— No hagas nada que enoje al Rey - Lillith besó la cabeza de la pequeña niña mientras tomaba sus cosas y se dirigía al campo de entrenamiento.
Los pasos de Lillith se sentían pesados mientras cerraba las puertas de la habitación en dónde se encontraba su hija, el cielo como todos los días desde aquella fatídica noche para ella era gris, ya no había ningún lobo gruñón esperando matar por ella, llevarle la contraria o simplemente hacer que el momento se vuelva acalorado, no había ningún lobo de ojos del Color de los rayos del sol preguntando si quería cachorros o con un juramento que se lo había llevado el viento como la vida de aquel Lobo.
Las lágrimas caían desmedidamente - Ya no llores Lillith, no cuando ella está mirándote desde la ventana - Rombel le acaricio la espalda, la Loba giró ligeramente la cabeza al mismo tiempo que la cortina se movió.
- Todo sería más fácil si él no estuviera muerto, si su cuerpo no hubiera sido calcinado, todo sería más fácil si los poderes no existieran, hoy él estaría conmigo, Lilibeth tendría a su padre y yo a mi pareja.
— Él siempre estará con ustedes Lillith, siempre lo hará, contigo, con ella y conmigo.

— Hubiera preferido morir con él, como lo hicieron todos los miembros de la Hermandad.
— Lillith recordar aquella fatídica noche solo te destruye, saca adelante a Lilibeth cada vez falta menos para que escapemos de este infierno - Murmuró Rombel mientras cada vez estaban más cerca del sitio en donde se llevaría a cabo el entrenamiento, la fragancia de lobos ya estaba combinada con la de los Mestizos.
- Has llegado - la voz de Dean Ashford se había escuchado por detrás de los lobos, Rombel continuó con su camino mientras Lillith se había quedado por delante del Rey, aquel Vampiro dominaba o esclaviza a los Lobos, a los Vampiros de sangre pura además de Gobernar a las Hadas, los mestizos se habían vuelto muy poderosos desafiar los era como morir al instante.
— Quiero que seas mi Reina y no es una solicitud, es una orden.

— Prefiero morir antes que estar atada al hombre que destruyo toda una especie.
- Deberías de estar agradecida, tu amado los protegió de la muerte, su vida por la de ustedes, qué gran acto de amor.
— Hubiera preferido morir que estar hoy aquí— antes de que Lillith agregue algo más, una fuerte bofetada que la hizo caer al suelo fue lo que había recibido de Dean.
— Nadie puede conmigo, no pudo Federico Evans, tampoco Muriel Evans, mucho menos Killian, nadie ha nacido para destruirme, todos son destruidos por mí, así como la maldición mortal que te arrebato al amor de tu vida, la misma que doblegó a unos pocos Lobos sobrevivientes a ser mis esclavos.
La Maldición mortal, era una maldición de fuego que se pagaba con la sangre de un mestizo, el fuego se alimenta del corazón del elegido, mientras él entrega su alma por su verdadero amor, la Maldición mortal había alcanzado el bosque de la manada Rosas de Luna y el Territorio de la Hermandad, acabando con la vida de los lobos que se encontraban cubriendo los perímetros aquellos que habían sido enviados por Killian fuera del territorio habían encontrado la salvación, muchos vivían en otros continentes como humanos.
Se mantienen en total secreto, Dean había hecho hasta lo imposible por encontrarlos, pero no importaba a que tipo de Magia recurra, no había manera sé encontrar a los lobos que Killian protegía, los demás que no pudieron ocultarse fueron atrapados y convertidos en esclavos tanto como los Vampiros de Sangre Pura.
El mundo sobrenatural cada día estaba más deteriorado, los Mestizos tenían el control absoluto con la protección de las Hadas, aquella noche cuando la maldición había sido lanzada, Killian había gritado utilizando hasta la última fuerza que le quedaba, cuando le propinó una mordida a Lillith, no fue una mordida cualquiera, sus colmillos dejaron una cicatriz en él sitió en Donde reposa el corazón de la loba, aquel fue su primer y último acto de amor, Killian le había entregado su alma al fuego que era la Diosa de la Maldición mortal a cambio de la vida de Lillith. Todos habían muerto excepto ella y Rombel, el Congreso había sido destruida, el cuerpo de Killian y el de su padre después de tantos años volvieron a estar juntos, pero esta vez eran para ser incinerados.
Desde aquel día fue un calvario, golpes, quemaduras, latigazos, sótano y entre tanto sufrimiento había nacido el Fruto del amor de Killian y Lillith, la loba nunca olvidará que la Última mirada que ella recuerda de Killian, había sido la primera mirada de su hija.
El tiempo que pasaban eran como horas en el infierno, el Reino de los Licántropos habían sido destruidos, ellos habían perdido su identidad y su fortaleza, al igual que los Vampiros, muchas de las mujeres eran sometidas sexualmente por los mestizos, y aquello se consideraba un culto a la maldición maldita la misma que se había llevado la vida de Killian.
Entre tanto Lilibeth atajaba con fuerza la brújula entre sus pequeñas manos, se percató de que era Luna llena, así que salió de la habitación a estas horas nadie vigilaba, todos estaban en aquella tortura llamada entrenamiento, entonces ella con el anhelo más grande de su corazón se había dirigido a la colina, una colina misteriosa que ocultaba un pequeño lago.
La Brújula había girado en reversa en 3 ocasiones, y la niña había cerrado sus ojos.
Un hombre que portaba una túnica con detalles en Oro se encontraba por delante de ella.
— ¿Otra vez por aquí? - su voz era muy suave mientras la luz de la Luna enfocaba por su corona.
— Solo abrázame como lo haces en cada Luna llena.
Sus pequeñas piernas saltaron hasta la figura masculina que seguía manteniendo de espaldas, pero al sentir a la niña saltando, rápidamente extendió sus brazos y la cargo.
— Eres tan hermosa - Murmuró el hombre.
— Le parezco a mami - fue la respuesta de Lilibeth. — Pero tengo los ojos de papá, tengo tus ojos.
— Su alteza, su prometida ha llegado - Informó un hombre entrando a la habitación.
— Cariño, no puedo ser tu padre, yo formaré mi propia familia— fueron las palabras del hombre mientras la Brújula nuevamente empezaba a girar, pero esta vez de manera correcta.
Lilibeth estaba a la altura de la Colina sollozando - Mi Diosa, ¿por qué mi papi no me quiere? - Preguntó la niña guardando la Brújula del mestizo en su bolsillo, aquel objeto que te permite estar cerca de la persona a quien más quieras ver.