Capítulo 53
1322palabras
2023-08-14 23:01
Me levanto de inmediato para tratar de disipar la tensión, coloco la mano sobre el pecho de mi pareja y lo insto a que mantenga cierta distancia de su «objetivo».
"Vamos, Gonz, su intención no era faltarte el respeto". Retrocede, se voltea hacia mí y exhala de manera profunda por la nariz. "Aunque…", empiezo a decir en lo que me muerdo el labio y juego con los dedos a causa del nerviosismo. "Creo que tiene razón".
Le sonrío en un intento de tranquilizarlo, pues sé que no le agrada que me ponga del lado de Cirino. Su rostro permanece inexpresivo a la vez que espera por mi explicación.
"Es que… no tienes que estar aquí mientras estudiamos. No te sientas obligado a pasar todo tu tiempo conmigo".
Gonzalo hace un puchero con los labios antes de replicar: "Pero eso es precisamente lo que deseo".
El alfa feroz que estaba amenazando a mi amigo hacía apenas diez segundos se comporta como un niño de cinco años ahora. A decir verdad, se ve bastante adorable, y disfruto demasiado su lado empalagoso y gentil, ya que, por lo general, soy yo quien muestra mi lado sensible.
"También me encantaría pasar tiempo contigo, ¡pero eres el líder de una manada de licántropos! De seguro tienes mucho trabajo pendiente. Mejor termina tus labores para que podamos estar juntos más tarde", lo abrazo y hundo mi rostro en su cuello, a lo que él suspira y se relaja un poco.
"Tengo que garantizar tu seguridad", susurra en un tono tan bajo que casi no alcanzo a escucharlo.
"Te prometo que estaré a salvo con Cirino", murmuro sin separarme de su cuello, a lo que él me deposita un beso en la frente y suelta mis costados poco a poco.
"De acuerdo, pero regresaré pronto para ver cómo estás", debido a que cierra los ojos, me quedo confundida. No obstante, una vez que veo a Cirino con los párpados cerrados y un semblante de terror, intuyo que se están comunicando a través del enlace mental. ¡Eso es demasiado injusto para una humana como yo! ¡¿Cómo se atreven a hablar en secreto delante de mí?!
"¡Oigan! ¡No hablen por el enlace mental delante de mí! ¡Es muy injusto!", sacudo los hombros de Gonzalo hasta que abre sus ojos y enfoca su atención en mí. Entonces, me sonríe y me da un beso fugaz.
"Lo voy a considerar", le lanza una última mirada a Cirino antes de retirarse del área para, presuntamente, ir a su oficina o hacer lo que sea que implique el trabajo de un alfa.
Me giro hacia mi amigo, quien parece a punto de desmayarse. "¿Qué te dijo?".
Cirino mira al suelo y sacude la cabeza con fervor. "Nada, no te preocupes".
"¡¿Cómo quieres que me quede tranquila?!", exclamo a la par que la consternación empieza a crecer en mi interior. ¿Qué le dijo Gonzalo como para asustarlo tanto? ¡Además, solo fue por unos escasos segundos!
"Solo me advirtió que te cuidara y me amenazó de una manera muy… creativa".
Ruedo los ojos ante el dramatismo de mi pareja. "Tranquilo, no te va a hacer nada", le digo, pues lo conozco y sé que no lastimaría a sus seres queridos. Si por alguna razón llego a estar en peligro, no sería por culpa de Cirino, y si mi amigo falla en protegerme, Gonzalo no lo castigaría.
Cirino se limita a reírse. Es imposible que Gonzalo ataque a alguien por un error… ¿O me equivoco?
Sigo confundida después de leer los apuntes de Cirino. Aunque no dudo que sea muy inteligente, su habilidad para tomar notas me parece bastante cuestionable. Abro el libro digital de texto y leo la lección de hoy a la par que mi amigo me explica la clase. Después de una hora, por fin termino de repasar los primeros temas. Sin embargo, caigo en cuenta de que no entiendo del todo los conceptos de la última semana. De cualquier manera, no me mortifico demasiado, pues sé que me habían hechizado en esos días.
Comienzo a releer los siguientes temas para refrescar mi memoria. Entretanto, Cirino permanece en el taburete a mi lado mientras revisa su celular. De vez en cuando, se ríe de algo que le resulta divertido y vuelve a guardar silencio. Al cabo de diez minutos, emite un quejido y desliza su teléfono sobre la mesa de granito.
"Bah, estoy aburrido", se queja a la vez que apoya el codo en la encimera y recarga la mejilla en la palma de la mano.
"Lo lamento, Cirino, debo estudiar", me río de su expresión, y aunque está haciendo un puchero, aquello no surte efecto en mí…
Enfoco mi atención en la computadora portátil de Cirino nuevamente, y él me la arrebata de la mesa.
"¡Oye!", me quejo y estiro la mano para recuperar la laptop. No obstante, no sirve de nada porque mis reflejos no se comparan con los suyos. Sin ninguna dificultad, retrocede hasta quedar fuera de mi alcance y sonríe.
"¡Vamos, hagamos algo divertido! No tienes más clases por hoy y habías estado como un zombi durante la última semana… ¡Aah! ¡Ya sé!", Cirino golpea sus palmas y las frota entre sí de una manera siniestra. Sus ojos brillan de malicia en lo que me sigue sonriendo. ¡No, eso no es una buena señal!
"¿Qué tal si le hacemos una broma a Gonzalo?", comienza a reír, me toma de la mano y me arrastra para que subamos las escaleras. Pese a que trato de zafarme, él no se inmuta. Parece que no se da cuenta de mi forcejeo o no le importa.
No tardamos en entrar a una habitación del segundo piso que tiene paredes de color crema y un edredón blanco que cubre la cama de tamaño queen. El cuarto está lleno de detalles y decoraciones del estilo de Cirino. Hay una alfombra de piel sintética en el suelo, el colchón está cubierto de almohadas con diseños texturizados que van desde los tonos azules hasta los púrpuras, todos los muebles son livianos, y el espacio en sí es muy ventilado y limpio.
Me lleva a la cama para dejarme ahí mientras hurga en el cajón de su tocador. Al cabo de unos instantes, saca una carpeta de cinco centímetros de grueso, se sienta a mi lado, la abre y pasa las páginas. No veo más que destellos, ya que hojea demasiado rápido, no obstante, me quedo boquiabierta al percatarme de lo que es: su libro de bromas.
Cada página contiene imágenes y pruebas de bromas que les ha hecho a los demás. En una de las fotografías, noto que es de Alpidio mirando a la cámara con lo que parece pintura rosa cubriéndolo de pies a cabeza; en otra foto, sale el auto de Gonzalo repleto de notas adhesivas. Recuerdo que relataron esa anécdota en la cena de la otra noche.
"¿Qué rayos…?", balbuceo, pues las palabras no salen de forma correcta de mi boca. Cirino se detiene al encontrar cierta sección de la carpeta con ideas para bromas y procede a revisar los planes hasta que hace una pausa y me sonríe.
"Mira, ¿qué piensas de esta?".
Vacilante, tomo la carpeta y leo las anotaciones. Reviso todo el «esquema» de Cirino explicando cómo hacerle una broma a Gonzalo, y no puedo evitar dejar escapar algunas risitas. Aunque me tapo la boca para detenerme, fallo en el intento. Ahora entiendo por qué a mi amigo le divierte tanto esto, me siento más viva de tan solo imaginar la mirada sorprendida de mi pareja si llegamos a concretar la broma.
Me dejo caer en la cama de nuevo, y el suave colchón amortigua mi caída en lo que continúo carcajeándome como una desquiciada. Cirino cierra la carpeta de golpe y me dedica una sonrisa llena de ilusión.
"¿Y bien? ¿Te vas a unir al plan?".
Limpio las lágrimas de mis ojos y le devuelvo el gesto antes de responder: "Por supuesto".