Capítulo 35
1427palabras
2023-07-28 00:02
"¡Ya basta! ¡Detente, Gonzalo!", grito a todo pulmón cuando él se niega a dejar de hacerme cosquillas a los costados. Como descubrió una zona muy sensible justo debajo de mis costillas, me ha estado molestando sin parar durante los últimos minutos. ¡Juro que si consigo una debilidad en él, me voy a aprovechar al máximo! ¡No es justo que este hombre sea tan perfecto!
"Oblígame", bromea en lo que continúa atacando mis costillas sin piedad, a lo que yo me río de manera incontrolable. Lo más probable es que parezca una desquiciada con mis carcajadas, ¡pero es su culpa por hacerme cosquillas!
Le doy una patada en un intento de apartarlo de mí, y él se detiene cuando se da cuenta de que necesito respirar, optando por frotar mis costados en su lugar. Como mis ojos están llorosos a causa de la risa, limpio las lágrimas de las esquinas.
"¡Eres demasiado malvado!", murmuro y lo fulmino con la mirada mientras trato de recuperarme. Él se limita a sonreírme y a abrazarme con fuerza. "Todavía no sabes lo que es la verdadera maldad, te vas a sorprender cuando me veas en mi forma de lobo", bromea, a lo que yo le recuerdo que ya lo he visto y que voy a estar más preparada para la próxima vez. Debatimos sobre su lobo interno durante unos minutos hasta que escuchamos un golpe firme en la puerta de su habitación.
"¿Quién es?", pregunto, pues me parece extraño que alguien de su manada necesite verlo tan temprano en la mañana.
"No lo sé. Dame un minuto", gruñe, se levanta y camina hacia la puerta, a lo que yo observo cómo se mueven los músculos de su espalda debajo de su ajustada camisa negra. Nunca me voy a cansar de admirar a mi pareja.
Cuando abre la puerta, no logro ver quién está al otro lado debido a que Gonzalo me bloquea la vista. Tras escuchar un gruñido masivo, alzo la cabeza para ver lo que sucede, y el miedo se apodera de mí.
Un gran lobo gris nos ruge, y tan pronto como revela sus dientes, noto que son tan afilados como un cuchillo y que su saliva gotea de su boca. Pensé que Gonzalo iba a pelear con la criatura, sin embargo, se queda totalmente inmóvil, por lo que yo me quedo confundida. ¡¿Por qué no hace nada si el lobo está siendo tan hostil con nosotros?!
En ese momento, el lobo se abalanza sobre Gonzalo, clavando sus garras en su pecho y derribándolo como si fuera un bolo.
"¡¡¡Gonzalo!!!", grito de miedo, con la esperanza de que se transforme pronto. Con tan solo echarle un vistazo al lobo gris, sé que Gonzalo lo superaría en tamaño y no representaría un problema para él. No obstante, mi pareja se queda congelado en lo que la criatura lo araña y lo muerde. Entretanto, yo sigo chillando y llorando porque ni siquiera alcanzo a ver el cuerpo de Gonzalo, ya que el lobo lo cubre y hay una niebla azul filtrándose por la puerta.
Busco un arma para defenderme, y tras encontrar una navaja en uno de los cajones del tocador, el lobo desaparece. Dado que se fue, corro de inmediato hacia Gonzalo, encontrándome con incontables marcas de garras y mordeduras en su cuerpo. La herida más grande la trae en el cuello, le arrancaron un trozo entero de su piel, y sus ojos sin vida están mirando al techo. No me queda más que reclamarle al cielo por alejarlo de mí de una forma tan prematura.
Me despierto entre jadeos, miro a mi derecha y me percato de que las sábanas de ese lado están arrugadas y frías. Entonces, caigo en cuenta de que no estoy en mi cama, y los dulces recuerdos de la noche anterior inundan mi mente. Aun así, no puedo sonreír, mi corazón late a mil por hora y las lágrimas corren por mi rostro a causa de aquella horrible pesadilla. Por favor, que alguien me diga que no fue real.
El sueño transcurrió en esta habitación. Me quito las cobijas y me bajo de la cama, sin importarme el frío abrumador que sienten mis pies después de tocar el suelo de baldosas. De inmediato, examino la zona del piso en donde vi por última vez el cuerpo de Gonzalo y dejo escapar un suspiro de alivio al percatarme de que el lugar está vacío.
No fue real, tan solo se trató de un sueño vívido, horrible y aterrador. Miro el reloj al lado de la cama y me percato de que son las siete de la mañana, lo cual significa que dormí un poco más de dos horas y que Gonzalo durmió aún menos. Si fuera en otra ocasión, optaría por volver a dormir, no obstante, ahora mismo necesito encontrarme con Gonzalo y beber un poco de café. No es posible que me duerma después de esa espantosa pesadilla.
Bajo las escaleras y llego a la puerta principal. ¿Dónde estará Gonzalo? Después de vagar por la mansión durante unos minutos, por fin encuentro la cocina, así que entro y noto que no hay nadie, por lo que me inquieta un poco. ¿Dónde habrá ido tan temprano? Me pregunto si le molestará que use su cafetera. Ya conoce mi adicción a la cafeína, por lo que no debería sorprenderle.
Su máquina de café es bastante lujosa y, por supuesto, sé como utilizarla, así que me aseguro de preparar el café extrafuerte para poder despertarme más rápido. Si bien aún me tiemblan las manos del miedo, al menos ya dejé de llorar, creo que estoy progresando.
Después de preparar el café, lo mezclo con un poco de crema y azúcar. Luego, me dirijo al comedor enorme que parece tener capacidad para todo un ejército y elijo uno de los últimos asientos. Justo cuando termino de beber unos sorbos de la taza, escucho unos pasos, por lo que entro en pánico y comienzo a sudar de las manos, pues recuerdo que estoy en una manada. Cuando recién desperté, estaba demasiado cansada para pensar que aquí viven otras personas que no son comunes, sino hombres lobo. ¿Qué van a decir cuando vean a una humana desconocida bebiendo café en su comedor? ¿Gonzalo les habrá contado de mí?
El parloteo se hace más audible a medida que se van acercando. Sé que no me dará tiempo de esconderme en otra parte de la casa. Además, me perdería de todos modos, así que opto por quedarme en el mismo lugar y tiemblo al ver gente entrar a la cocina. Ellos aún no me ven, pues están tan ocupados charlando que no se percatan de mi presencia.
Una cosa destacable de ellos es que lucen muy robustos. Hay siete hombres y cuatro mujeres, todos son sumamente musculosos al igual que Gonzalo. Parece que acaban de regresar de hacer ejercicio, ya que sus pieles brillan bajo la iluminación de la cocina. Los chicos están sin camisas y las chicas portan sujetadores deportivos y pantalones cortos.
El primer hombre se detiene al verme, provocando que las dos personas de atrás choquen con su espalda. Están a punto de quejarse, pero permanecen callados al notar mi presencia y empiezan a observarme con curiosidad.
Para este punto, todos guardan silencio y lucen dubitativos. No sé si piensan que soy una intrusa o si no saben qué hacer conmigo. Continúo mirándolos sin estar segura de cómo actuar y trato de no hacer ningún movimiento sospechoso para que no me hagan daño debido a la confusión o el miedo.
"¡Oigan! ¿Por qué no empiezan a preparar los waffles? ¡Me muero de hambre!", una voz familiar grita desde el pasillo, y de inmediato me relajo. "¿Qué pasa, Iker…?", cuando Cirino se asoma entre la multitud que se amontonan en la cocina, una gran sonrisa se expande en su rostro. Al igual que los demás, se encuentra sudoroso y sin camisa. Si no fuera por eso, le daría un fuerte abrazo ahora mismo.
"¿Triana? ¡¿Qué rayos haces aquí?!", exclama con entusiasmo, corre hacia mí y me propina un fuerte abrazo de oso o, mejor dicho, de lobo. En el instante que mis fosas nasales perciben su desagradable olor, lo empujo para apartarlo. Por suerte, me suelta sin poner resistencia.
"¡Guácala, apestas!", arrugo la nariz con disgusto mientras trato de inhalar aire fresco para respirar mejor.
"¡Nah, tú eres la que apestas!", se queja, y me resulta la respuesta más patética que pudo haberme dado, pero, aun así, me saca una sonrisa. La presencia de Cirino hace que mi ansiedad disminuya bastante.