Capítulo 33
1661palabras
2023-07-27 11:11
Narradora: Triana.
Después de tener esa horrible pesadilla sobre Gonzalo, no podía dejar de llorar. El sueño me hizo darme cuenta de lo importante que es para mí y de lo devastada que estaría si muere. Por eso, tomo una decisión impulsiva: todavía en pijama, salgo de la cama y tomo las llaves del auto de mi madre, pues sé que no tiene que trabajar mañana. Además, me urge tanto ver a Gonzalo que no me importa tener que ir hasta su manada. Debo encontrarme con él antes de que este terrible dolor de corazón me mate.
Selecciono la dirección que Cirino me envió el otro día, y la ubicación se conecta de forma automática con el GPS. Al cabo de veinte minutos, me encuentro adentrándome a un dosel forestal, dirigiéndome a la mansión. Si bien estuve aquí una vez, no sabía lo que hacía en ese momento… Bueno, ahora tampoco estoy pensando con claridad.

Apago el motor del vehículo y empiezo a correr hacia la puerta principal. Pese a que no sé quién me va a abrir a estas horas de la noche, estoy determinada a dormirme afuera hasta que alguien se despierte y me deje entrar. No quería quedarme de brazos cruzados en mi cama, ya que la imagen de Gonzalo muerto se repetía una y otra vez en mi mente. Se hallaba ensangrentado, y sus hermosos ojos grises estaban sin vida mientras miraba al techo. Necesito verlo para cerciorarme de que en verdad fue un sueño.
Espero que no piense que soy una acosadora por conducir a su casa en medio de la noche. Aparte, no era la opción más segura, ya que no podía ver con claridad debido a las lágrimas que me nublaban la vista. De hecho, ahora mismo sigo llorando.
Llamo a la puerta y espero. Al no escuchar ningún movimiento en el interior, toco una vez más. Aguardo de nuevo, y me voy desesperando con cada segundo que pasa. Sé que todos deben estar dormidos, ¡pero de algo debería servirles sus oídos agudos!
En un último esfuerzo, llamo a la puerta una vez más. En esta ocasión, escucho pasos en el interior, así que rezo para que el licántropo en cuestión me deje entrar y no me lastime… Justo en este instante, me pregunto si no fue mala idea venir.
La puerta se abre de forma abrupta, revelando el rostro enojado de Gonzalo… Ah, es mi malhumorado. Por un instante, parece que está a punto de regañarme, no obstante, su mirada acusadora se suaviza una vez que se da cuenta de que estoy sollozando y temblando. Ladea la cabeza hacia un lado como un cachorro confundido, y admito que sus acciones me alegran un poco, puesto que me alivia verlo vivo y a salvo.
En un abrir y cerrar de ojos, Gonzalo me abraza y me acerca tanto a él que me levanta los pies del suelo. De inmediato, hunde el rostro en la curvatura de mi cuello y me olfatea. Si fuera en otra ocasión, me resultaría extraño y pensaría en la última vez que me duché, sin embargo, ahora solo me concentro en devolverle el abrazo.

Me recargo en él y sigo sollozando, dejando que mis lágrimas de alivio mojen su pecho desnudo. Mientras reúno la suficiente energía para hablar, mi respiración se vuelve un tanto pesada y rápida. "L-lo s-siento…", susurro, concentrando todas mis emociones en mi disculpa. En verdad lamento haberlo ignorado y evitado por ser un licántropo. No es su culpa haber nacido así.
"¡Ssh!", Gonzalo arrulla, acariciándome el cabello de manera consoladora. Sin soltarme, cierra la puerta con su mano libre. Cuando me alza y me sostiene del trasero con uno de sus brazos, rodeo mis piernas alrededor de su cintura. Luego, sube las escaleras con facilidad y sin quitarme las manos de encima. Una vez que llegamos a lo que parece ser su habitación, se sienta en una cama que luce bastante cómoda. El cuarto está ordenado, con decoraciones de tonos verdes y marrones. Si bien no es como me lo imaginé alguna vez, no lo juzgo.
Y así permanecimos por lo que pareció una eternidad, sentados y abrazados. El silencio no resultó incómodo, más bien, me sentía en paz y era como si mi energía se hubiera renovado. Pese a que mis lágrimas cesaron hace mucho tiempo, nos quedamos unos segundos adicionales sin decir nada hasta que es Gonzalo quien toma la iniciativa en hablar.
"Lo siento, Triana".

¿Eh? ¿Por qué me pide disculpas?
"No tienes por qué disculparte, Gonzalo. Más bien, lamento haberte juzgado demasiado pronto. Nunca me voy a perdonar por eso, y lo entiendo si decides…".
De pronto, Gonzalo interrumpe mis palabras: "No digas eso, corazón. Soy yo el que debería rogar por tu perdón. Debí decirte la verdad desde un principio y no esperar a que te enteraras de todo cuando estuvieras en peligro".
"Bueno, tienes razón, había mejores maneras de decirme que eres un licántropo", me río, a lo que él me dedica esa sonrisa tan encantadora que siempre me derrite.
"No me imagino lo aterrador que debió ser para ti. Además de la sorpresa, también estabas herida. ¿Cómo te sientes ahora? ¿Ha mejorado tu concusión cerebral? Recibiste un golpe muy duro en la cabeza, ¿aún te duele?".
Le doy un beso en la mejilla para que deje de hablar, lo cual parece funcionar, aunque me observa con adoración y preocupación al mismo tiempo. "Deja de preocuparte por mí. Descansé el fin de semana y ya no me duele tanto. Estoy bien, Gonzalo".
Me contempla como si quisiera engañarme por mentirle, pero, en su lugar, opta por brindarme otro abrazo. Nunca me voy a cansar de su afecto…
"Es tarde… o, mejor dicho, es demasiado temprano, ya que son las 3:28 A. M.", Gonzalo señala el reloj de la mesita de noche que muestra la hora que indica. "Mejor vamos a dormir y conversamos cuando nos despertemos".
Afianzo mi agarre a sus hombros tan pronto como termino de escucharlo. Todavía estoy demasiado lúcida debido a la pesadilla que tuve y no tengo ganas de revivir otra. Estaba muy equivocada al pensar que se me habían secado los ojos, ya que las lágrimas empiezan a caer de forma incontrolable por mi rostro de nuevo.
"¿Qué sucede, mi amor?", Gonzalo pregunta, visiblemente confundido y preocupado por mi repentino estallido de lágrimas. Me seca las mejillas con los pulgares, haciendo que me den cosquillas cada vez que roza sus dedos con mi piel.
"T-tuve una pesadilla horrible, por eso vine tan tarde. No podía dormir, necesitaba verte", mi última palabra sale más como un quejido. Me aferro de forma vulnerable a Gonzalo como si fuera mi salvavidas.
"Lamento que te haya sucedido eso, mi vida. ¿Y qué fue lo que soñaste? Quizá te pueda ayudar", inquiere como el hombre maravilloso que es. Me limpio la nariz con el dorso de la mano sin importarme que sea asqueroso.
Entonces, procedo a contarle: "¡Fue horrible! Soñé que nos íbamos a encontrar en la cafetería. Cuando apareciste, alguien te apuñaló en el estómago con un cuchillo de plata, ¡y moriste en mis brazos!", ahora chillo con las manos en mi cara, pues los recuerdos aún son demasiados frescos.
Siento una ligera sacudida en mis hombros y tardo unos momentos en percatarme de que es Gonzalo quien me mueve. "Escúchame, Triana, no puedo morir de esa manera. Se necesitaría muchísimo más que una puñalada en el estómago para asesinarme, así que no tienes que temer", sus manos suben y bajan por mis brazos con dulzura, provocándome cosquillas. La sensación de su piel rozando la mía me calma, creo que jamás voy a entender el vínculo de apareamiento…
Parpadeo para removerme las lágrimas, proponiéndome a no seguir llorando, ya que parece que eso le entristece de sobremanera a Gonzalo. "¡Pero era un cuchillo de plata! ¿Acaso eso no mata a los licántropos?".
Gonzalo se ríe de mi comentario, creo que le divierte mi pregunta. "La plata nos quema un poco, pero para un alfa tan poderoso como yo, se asemeja a un bronceado a causa del sol. Sería como pinchar a una bestia con un malvavisco en llamas".
Me río de manera abrupta, sin haber esperado que a Gonzalo se le ocurriera esa divertida metáfora. "Eso es lo que me gusta escuchar", murmura, a lo que yo me sonrojo. Solo él es capaz de hacer que me ponga roja con unas pocas palabras. De pronto, su mirada baja de mis ojos, se posa en mi nariz y se detiene en mis labios. Suele mirarme de esta manera cada vez que quiere besarme. Ah, Dios mío… ¿Me va a besar?
Enseguida, mi pregunta se responde sola. Poco a poco, inclina la cabeza hacia mí hasta que sus labios rozan los míos con pasión, a lo que yo le devuelvo el beso. Todavía no asimilo el hecho de que Gonzalo Hidalgo es el alfa de una manada de licántropos y que está besando a una simple humana como yo. Nuestros labios se separan por unos instantes en lo que me aprieta de las caderas para que quede más cerca de su torso. Ahora, no hay ni un solo milímetro de espacio entre nosotros, de modo que alcanzo a sentir cada uno de sus relieves. Estamos tan unidos que no puedo determinar dónde termina su cuerpo y en qué parte empieza el mío.
Nuestras frentes se unen mientras disfrutamos el momento, es evidente que nos hemos extrañado intensamente. "¿Sabes? Pensé que nunca volverías a hablarme", Gonzalo susurra a la vez que frota su nariz contra la mía de manera amorosa.
"Sería imposible. Solo duré tres días lejos de ti, y mírame ahora, cedí y vine a verte", si bien le estoy diciendo la verdad, sigo sin entender cómo es que desarrollé sentimientos tan intensos hacia él en tan poco tiempo. Es como si nos conociéramos desde toda la vida, pero apenas han pasado unas pocas semanas.
"¿Por qué me siento así contigo?".