Capítulo 13
2215palabras
2023-07-17 14:35
De pie, recargada en la puerta, permanezco congelada en mi lugar. No tengo idea de qué hacer o qué decir, pues jamás un chico había estado en mi habitación. Luchando contra mis miedos, me decido a hablar antes de que Gonzalo quiera irse.
“Siento mucho lo de Emilia, y lo de mi madre. Bueno, realmente lamento mucho toda esta situación en general”, me disculpo. “Jamás esperé que vinieras y tuvieras que presenciarlo. Me refiero a que es demasiado…”. Mis palabras se desvanecen al ver que Gonzalo se levanta de mi cama y camina hacia mí. Lo único que puedo hacer es mirarlo fijamente mientras se avanza, y él no se detiene hasta que está a unos cuantos centímetros de mi cuerpo. Apenas hay suficiente espacio entre nosotros, pero sigue la ilusión de que estamos separados porque no nos tocamos. Creo que olvidé cómo respirar, pues en cuanto estuvo cerca de mí tomé aire, y aún no he exhalado.
Él me mira con sus hermosos ojos grises, que son los únicos que pueden darme una pista de lo que está pensando ahora.
“No te disculpes”. Toma mi mano y me lleva hacia mi cama. Es casi cómico el hecho de que esté en mi casa, y en mi habitación, pero que sea él quien me guíe y me haga sentir más cómoda. Supongo que se debe a que se trata de él.
Sentándose en el borde de mi cama una vez más, tira suavemente de mi mano para que me siente a su lado. Sin embargo, no la suelta, sino que la acaricia suavemente de un lado a otro con el pulgar de manera tranquilizadora. Eso se siente bastante bien y hace que me calme aún más.
“Respira, Triana”, susurra Gonzalo, con lo que por fin dejo escapar el aliento que he estado conteniendo. ¿Cómo es que no me había dado cuenta de que no estaba respirando? Es una necesidad humana básica, pero estando cerca de él, todo parece menos importante.
No me doy cuenta de que estoy mirando nuestras manos unidas hasta que él levanta mi barbilla para que lo mire a la cara. Al igual que antes, no me suelta. Su palma descansa contra mi mejilla, y yo no hago nada para retirarla.
Me mira por un instante más, antes de volver a hablar. “Supongo que te sientes nerviosa de que esté aquí”.
¡D*monios! ¿Cómo lo sabe? Quizá sea mi expresión lo que me delata, pero no tengo idea de cómo luce mi cara justo ahora y, por lo tanto, tampoco sé cómo cambiarla. Si él supiera lo rápido que late mi corazón en este momento…
Temiendo decir algo vergonzoso, asiento con la cabeza.
“Lo imaginé. Escucha, no quiero que te pongas nerviosa al estar conmigo”. ¡Vaya!, ¡como si pudiera estar tranquila al estar a su lado!
“Para que lo sepas, yo también estoy nervioso”, dice. “Solo siente mi corazón”.
Gonzalo toma nuestras manos unidas y las coloca contra su pecho, justo encima de su corazón. Mi mano queda atrapada entre el calor de sus pectorales y su palma, y por un momento me resulta difícil no concentrarme en los músculos que están por debajo de su camisa. ¡No quiero ni pensar cómo se ve sin ella puesta!
Cuando me calmo lo suficiente como para prestar atención a su corazón, veo que tiene razón. Sus latidos parecen estar tan acelerados como los míos.
“¿Pero cómo?, ¿por qué…?”. Niego con la cabeza.
“Es por ti, Triana. Estar cerca de ti me pone nervioso, y yo no suelo ponerme así”. Entonces comienza a inclinar muy lentamente la cabeza hacia adelante y me quedo quieta, dejando que tome las riendas. Parece que entre más se acerca a mí, más rápido late mi corazón y más vueltas da mi cabeza. Luego, cuando su nariz roza la mía, me levanto de golpe, y aparto mi mano de la suya. Ahora que estamos lejos el uno del otro, puedo pensar con mayor claridad
“No”, digo, más para mí que para él, y comienzo a caminar por mi habitación, intentando encontrar una razón por la que está actuando así conmigo. Él es un completo caballero. Es educado y amable, divertido y coqueto, entonces, ¿por qué me elegiría a mí? ¡Parecía tan inesperado! Nos acabábamos de conocer y ya sentía todo tipo de cosas por él que no debía sentir, sobre todo tan pronto. No salimos ni es mi novio, pero a pesar de ello, considero que es el hombre más atractivo que he visto en mi vida, incluso considerando los de las revistas y de la televisión. Entonces, ¿por qué, de todas las mujeres que matarían por estar con él, me eligió a mí? ¿Por qué a la chica tímida y de aspecto normal que ni siquiera sabe quién es?
“¿No?, ¿qué cosa?”, pregunta Gonzalo, mirándome confundido y preocupado desde mi cama.
“Lo de tú y yo juntos”, le susurro, y sinceramente no espero que me escuche. Sin embargo, debe tener un oído sobrehumano, pues en cuanto declaro esto, él se levanta y me inmoviliza contra el tocador con su cuerpo. Sus pupilas se dilatan de modo que la mayor parte de sus ojos se ven negros, y solo hay una pequeña astilla del azul grisáceo a la vista. Honestamente, se ve enojado.
“¿Por qué d*ablos no?”, gruñe, apretando la mandíbula con fuerza como si se estuviera controlando a sí mismo. Luego me sujeta de la cintura, sosteniéndome con firmeza. Suelto un grito de sorpresa que se convierte en un gemido ahogado, cuando sus manos comienzan a acariciarme de los costados. Mi cuerpo está completamente en contacto con el suyo, y puedo sentir todos los fuertes músculos de su cuerpo tensándose contra mí. Me mira como si pudiera saber lo que pienso, y eso me obliga a responderle para complacerlo.
“Tú y yo, no podemos ser, no tenemos sentido”, empiezo, y en respuesta, él gruñe por lo bajo. Jamás había escuchado un sonido como el que emitió, sin embargo, creo que es realmente sexy. ¡M*ldita sea, ¿por qué pienso eso?
“Gonzalo”, continúo. “Eres increíble. No solo eres alto y guapo, sino también muy amable y extrovertido. Por eso considero que es imposible que quieras estar con alguien como yo. Nosotros…”. Gonzalo me interrumpe, acercándose todavía más a mí.
“No me digas cómo actuar. Nada me impide hacer lo que quiero, y te quiero a ti”.
Y antes de que pueda decir otra palabra, su boca desciende sobre la mía.
Me besa con una pasión inigualable, y que hace que en lo único que quiera pensar, sea en él. En sus manos sujetando mis costados, en su colonia que huele a cedro y pino, y en sus labios, que se mueven expertamente contra los míos. Succiona mi labio inferior con su boca, y luego lo muerde un poco y lo suelta para ir por más. Dejando de lado la precaución, me abrazo a su cuello y acortó aún más la distancia entre los dos.
Él inclina la cabeza hacia un lado, lo cual profundiza nuestro beso, y cuando agarro su cabello, Gonzalo emite un gemido bajo. Eso me da confianza: ¡en verdad me quiere a mí! Antes de él, he besado a otros chicos, no a muchos, pero tengo un poco de experiencia. Ninguno de esos besos fue como este, y jamás había sentido mariposas en el estómago, ni quise que se quedaran ahí por horas y horas. Tengo sentimientos muy profundos por él, y no me había dado cuenta de ello hasta ahora, y él me muestra lo mismo al besarme de esa forma tan sincera y auténtica. Es imposible que no crea que me quiere. Pero me temo que desea más de lo que puedo darle.
A regañadientes me alejo, y apoyo mi frente en él, respirando hondo y recuperándome del beso. Luego, mirándolo a los ojos, hablo. “Fue increíble”.
“Sí”, se ríe Gonzalo, acariciando mi espalda.
“Escucha, Gonzalo…”.
“No empieces”, me interrumpe, poniendo uno de sus dedos sobre mis labios para evitar que hable. Eso me sorprende, ya que no tiene idea de lo que voy a decir.
“Ese beso fue j*didamente increíble, y sé que piensas lo mismo, así que no me digas nada de por qué no puedo quererte. Eres perfecta, hermosa, inteligente, divertida y en verdad quiero tratarte más. Sé que nos acabamos de conocer, pero si me das una oportunidad…”.
Lo interrumpo con un beso, que fue corto, pero que logró que dejara de hablar.
“No sabías lo que iba a decir, Malhumorado”, lo llamo por su apodo, haciendo que frunza el ceño y que parezca un adorable cachorro.
“¿Malhumorado?”.
Me muerdo el labio para contener la risa, pero no funciona, y comienzo a carcajearme. “Sí. Te puse ese apodo porque la primera vez que te vi, parecías malhumorado. Tenías cara de tipo duro, y pensé que serías malo. Pero luego, cuando me miraste, de repente parecías más gentil y feliz. Eso me sorprendió…”.
“Nunca podría estar de mal humor contigo”, sonríe. “Sobre todo cuando besas así”.
Debo poner mi mano sobre mi boca para sofocar un poco el sonido de mi risa. Ahora que Emilia está por dormirse, no debo hacer demasiado ruido para que pueda hacerlo. Si la interrumpo, mamá me matará.
Al girar la cabeza, finalmente me doy cuenta de que estoy contra el tocador de mi habitación, el mismo del que Emilia tiró la bola de nieve. A lo largo de todo este mueble hay otros globos de nieve del mundo; de todos los lugares a los que mi mamá ha viajado por su trabajo. Emilia tenía razón, pues el de ciudad V era uno de mis favoritos. Era de tamaño mediano y en medio tenía una góndola, en la cual estaba sentada una pareja. En lugar de nieve, había copos de oro que llovían de la superficie cuando la sacudías, rodeando a los enamorados.
“Por lo que veo, tienes muchos globos de nieve”. Gonzalo toma el más cercano a él, que resulta ser uno del Estado A. Cuando lo sacude, provoca una ráfaga de nieve dentro del globo, y es fascinante ver que el oso pardo del interior, desaparece debajo de ella.
“Tengo más en el armario. Es una colección que comencé con mi mamá cuando era pequeña y nunca me detuve”. Al ver cada uno de ellos, podía recordar cuántos años tenía y el momento en que me lo regalaron.
“Sí que has viajado”, murmura Gonzalo, mirando las bolas de nieve de la cómoda y las de mi escritorio.
Me río de su comentario. “Todo lo contrario”.
Gonzalo inclina un poco la cabeza, dejando el globo en su lugar y enfocando toda su atención en mí.
“¿A qué te refieres?”.
Aquí va la parte vergonzosa. “Eh, yo solo he estado en dos lugares. Soy originaria de ciudad F y hace unos años me mudé aquí. Colecciono globos de nieve porque mi madre es azafata, y a dondequiera que va, me compra uno”.
Gonzalo no deja de mirarme, haciendo que me sonroje. Comienzo a pensar que se reirá de mí por tener una tonta colección de lugares en los que nunca he estado, pero su burla jamás llega. Por el contrario, una suave sonrisa se dibuja en su rostro.
“Bueno. Creo que tendremos que cambiar eso. ¿A dónde te gustaría ir, si pudieras ir a donde quisieras y si el dinero no fuera un problema?”.
“Eso es fácil”, respondo al instante. “A ciudad V, en el país I. Es increíble cómo usan los botes para viajar a todas partes. No suena genial si piensas en el cambio climático, pero sigue pareciéndome hermoso. ¡Ah, y me encantaría saber cómo hacen las hermosas esculturas de vidrio locales!”.
Gonzalo me sonríe todo el tiempo mientras hablo, y cuando termino, responde: “Te llevaré”.
¿Qué? ¡D*monios! ¿Dice que me llevará a Venecia?
Me río nerviosamente. “Esa es una buena idea, pero no creo que alguna vez pueda ir. Quizá cuando termine la universidad y pueda conseguir un trabajo con un salario mejor que el de la cafetería…”.
“Te dije que el dinero no era un problema. Te llevaré en mi jet privado”. Se inclina para besarme lentamente, y sus manos regresan a mis caderas. Quiero reírme de su absurda declaración, pero mi risa se ahoga cuando sujeta mi cintura. Como sus manos son tan grandes, sus dedos se extienden por mi espalda y sus pulgares llegan hasta debajo de mi ombligo. Gonzalo intenta retroceder, pero cuando lo tomo de los brazos, sus labios se curvan ligeramente antes de sumergirse de nuevo.
No logro saciarme de él. La primera vez que nos vimos fue en la cafetería y hablamos con Alpidio y Cirino durante horas, por lo que llegué a conocerlo bastante bien. Luego, nos enviamos mensajes de texto por mucho tiempo, y en la cena de esta noche, me llamó «pequeña» y «amor» y se puso muy sentimental. Al principio, pensé que solo estaba coqueteando, pero ahora creo que en realidad, por alguna razón loca, le gusto.
Mis manos suben por los grandes músculos de sus brazos y se quedan sobre sus hombros. Estoy a punto de inclinar la cabeza para profundizar el beso cuando él retrocede bruscamente y va hacia la silla del escritorio. Me quedo jadeando, pero Gonzalo parece indiferente. ¿Cómo puede estar tan sereno luego de ese beso? ¿Por qué se detuvo?