Capítulo 28
763palabras
2023-05-30 17:51
Harrison frunció el ceño y habló bruscamente: "Mírate, hablando como una persona grosera y sin educación. ¿Pareces a una dama adinerada? Si alguien más te viera así, la reputación de la familia Hawk se arruinaría. ¡Vuelve a tu habitación y reflexiona sobre tu comportamiento!"
El rostro de Davina se enrojeció con ira reprimida. Quería arremeter contra Giselle, pero no quería provocar más a Harrison. En lugar de eso, apretó los dientes y le lanzó una última mirada fulminante a Giselle antes de subir las escaleras.
Giselle se quedó en su sitio, alisándose el cabello que Davina le había jalado.
Hace solo un momento, no fue capaz de esquivarla y recibió una fuerte bofetada en la cara. El dolor ardía implacablemente.
Sin embargo, Giselle ya estaba acostumbrada a ese tipo de dolor.
Harrison estaba molesto mientras la miraba: "¿Te hace falta dinero?"
Giselle hizo una pausa intentando enderezar el cuello de su camisa y alzó la mirada dando una sonrisa burlona. "¿Hace cuánto tiempo que no me das dinero? ¿Ya lo olvidaste?"
La expresión de Harrison fue de desaprobación: "Eres adulta y tienes que aprender a valerte por ti misma. ¿Cómo puedes culparme por no darte dinero?"
Lo que dijo era cierto.
Pero si Harrison tratara a todos por igual, Giselle no tendría motivos para quejarse.
Siempre tenía mucho dinero a la mano y nunca era tacaño a la hora de gastárselo en Gloria. Le organizaba fiestas extravagantes que costaban cientos de miles de dólares.
Gloria estaba acostumbrada a las mejores cosas de la vida, desde la comida que le servían hasta la ropa que llevaba. Incluso sus bolsos llegaban a costar seis cifras.
¿Y Giselle?
Ni siquiera podía comprar un par de zapatos de cinco cifras a menos que usara la tarjeta de Maverick.
Como la conversación había llegado tan lejos, Giselle puso de lado la cortesía y lo confrontó directamente. "¿No te sientes culpable por decir eso? Gloria también es una adulta, y sin embargo le compraste autos y mansiones de lujo. Todos los meses le dabas cientos de miles de dólares. ¿Por qué no le dijiste entonces que fuera independiente?"
"¡Gloria es diferente a ti!" Harrison se justificó con confianza: "Aun cuando no le dé nada, ella sabe cómo ganarse esas cosas por sí misma."
Giselle no pudo evitar reírse con ira.
Se rió de su estupidez al pensar que Harrison le daría importancia a ella, a su propia hija.
Levantó la cabeza y con la mirada desafió a Harrison. "Sí, Gloria es tu gema preciosa. Es la bailarina principal en la compañía de ballet, lo que te honra. En cambio, yo soy una inútil lisiada, que te avergüenza..."
La voz de Giselle se quebró y continuó: "Pero recuerda que también dediqué más de diez años al ballet."
Al decir esto, Giselle clavó su mirada en los ojos de Harrison.
Esperaba que este se sintiera culpable y se compadeciera.
Sin embargo, todo lo que pudo ver en sus ojos fue rabia y descontento, y nada más.
"¡Ja!"
Giselle se rió entre dientes con malicia y se giró subiendo las escaleras.
Cuando se dio la vuelta, las lágrimas que había estado reprimiendo durante tanto tiempo se derramaron y rodaron por su rostro.
¡Nada de lágrimas, nada de llantos!
Giselle apretó los labios, repitiéndoselo a sí misma.
No pudo contenerse más cuando regresó a su habitación. Se desplomó sobre la cama y hundió la cara en la almohada. Su llanto ahogado se extendió por toda la habitación, acompañado del viento frío que entraba por la ventana y la helaba hasta los huesos.
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Al día siguiente, Giselle volvió a su acostumbrada actitud indiferente, con el rostro perfectamente maquillado.
Aún no había bajado las escaleras cuando escuchó el eco de risas en la sala.
Las sirvientas la llenaban de elogios: "Gloria es increíble. ¡Dominó la competencia, sin duda será la campeona!"
Giselle bajó la escalera y miró rápidamente al proyector de la sala.
En la pantalla, Gloria presentaba una rutina de baile en solitario.
Era 'La muerte del cisne'.
Giselle ya lo había interpretado anteriormente.
Observaba a la elegante figura que bailaba en la pantalla cuando, de repente, sintió un doloroso calambre en su pierna izquierda.
A pesar de que había muchas personas en la sala, nadie la notó.
En la familia Hawk, Giselle siempre había pasado desapercibida, incluso las sirvientas tenían el poder de gritarle órdenes.
Apretando los dientes por el dolor, Giselle tomó su cámara y se fue.
Anoche recibió una solicitud de trabajo de un cliente que estaba dispuesto a pagarle más por ir al aeropuerto y tomar unas cuantas fotos.