Capítulo 8
744palabras
2023-05-08 11:46
El cuerpo de Maverick se tensó un poco mientras miraba a Giselle, quien se estaba volviendo un tanto salvaje. Pero no la detuvo.
Giselle, cada vez más atrevida, se subió a su regazo y le mordisqueó la manzana de Adán igual que una gatita traviesa.
"Rick", susurró Gloria por teléfono, "Querido... te extraño mucho... ¡Qué más quisiera que esta competencia terminara pronto!"

Maverick pellizcó la cintura de Giselle para luego masajearla suavemente pero con firmeza. "Pórtate bien. Después del cumpleaños de mi abuelo, te visitaré".
"¿De verdad?¡Qué bien! " Gloria al fin sonaba feliz. "¿Me lo prometes?"
"¡Je!" Maverick rio levemente. "Tonta, ¿alguna vez te he defraudado?"
Los besos de Giselle se hicieron más temerarios, mientras su mano descendía hacia los pantalones del hombre, lista para deslizarse dentro.
Maverick tomó la mano de Giselle y habló con calma: "Gloria, tienes que irte a dormir ahora, ¿de acuerdo? No hagas que me preocupe."
"Está bien, Rick. Buenas noches".

Gloria colgó obedientemente el teléfono.
Seguidamente, este tiró el teléfono a un lado y empujó a Giselle al sofá. "¡Parece que necesito darte una lección!"
Su voz era ronca y desbordaba un feroz anhelo de hacerla suya.
Giselle frunció los labios y se rió con picardía.

Intencionalmente frotó su pierna contra él y sedució: "Inténtalo."
¿Cómo podría dejarse seducir tan fácilmente por ella?
Maverick se levantó para tomar su teléfono y le envió a Gloria un mensaje de buenas noches.
Decepcionada, Giselle se enderezó la ropa y bromeó: "Nunca imaginé que fueras tan tierno."
Su tono era de total sarcásmo.
Maverick la ignoró.
Giselle era maravillosa en todos los sentidos, hermosa e increíble en la cama. Pero, lamentablemente, no lograba encajar en la relación.
"Deberías irte." Maverick ya comenzaba a sentir molestia y a perder la paciencia.
Giselle alzó la ceja y se levantó sin más.
De todos modos, ya estaba acostumbrada a su actitud.
Su entusiasmo hacia ella nunca excedía más allá a lo s*xual.
Era consciente de su relación con Maverick, y no sería como esas chicas tontas que lloraban, planeaban y anhelaban un amor verdadero.
Por esa misma razón, pudieron mantener su relación durante tanto tiempo, porque ella entendía sus límites.
Antes de irse, Giselle limpió la habitación con mucho cuidado, sin dejar rastro alguno.
Pero después de que se fue, Maverick llamó a la señora de la limpieza para que viniera y desinfectara completamente toda la casa.
No es que tuviera germafobia ni nada parecido, pero cada vez que venía Giselle, tenía que limpiarlo todo para poder relajarse por completo.
Como era de esperarse, pronto Harrison llamó a Giselle.
Al teléfono, Harrison se escuchaba sumamente furioso. "¡Ven ahora mismo al hospital!"
Giselle acababa de salir de Violet Country Villa y tenía las piernas un poco molidas.
A pesar de eso, subió al automóvil y se dirigió hacia el hospital.
Se notaba que Harrison estaba muy enfadado.
Estaba conciente de que la familia Hawk tenía otra hija. ¿Qué pasaría si llegaba a molestarlo lo suficiente como para no dejarle la herencia?
Realmente no quería terminar como su madre, que lo había perdido todo.
Era casi mediodía cuando llegó al hospital. Giselle se estaba tomando su tiempo, haciendo esperar a Harrison hasta que prácticamente se le puso la cara negra.
La ira se apoderó de él, pero se contuvo porque el señor y la señora Canfield estaban allí y no sería apropiado perder la compostura.
Davina estaba disfrutando con la escena, tanto que ni se molestó en ocultar la sonrisa en su rostro.
Por su parte, Giselle entró en la habitación del hospital con una mirada inexpresiva.
Cuando atacó a Vincent, sabía que esto pasaría y estaba preparada para asumir las consecuencias.
Para su sorpresa el señor y la señora Canfield no solo no estaban enfadados, sino que se mostraron muy entusiasmados, lo que la pilló desprevenida.
"Giselle, querida, ¿ya comiste? Vincent te ha estado esperando, dice que no comerá hasta que te vea."
Su manera de tratarla hizo que el corazón se le acelerara.
Al mirar a Vincent, lo atrapó sonriéndole cínicamente, como si estuviera seguro de su victoria.
Giselle se sintió tan asqueada que estuvo a punto de vomitar. Se dio la vuelta y se dispuso a marcharse.
Sin embargo, la mirada severa de su padre la detuvo en seco: "Ya no eres una niña. Es hora de hablar sobre el matrimonio. El señor Canfield y yo ya lo hemos conversado. Cuando Vincent salga del hospital, fijaremos una fecha y formalizaremos su relación."