Capítulo 64
1769palabras
2023-05-29 13:30
La miré y le dije: "Señorita Lopez, el Oscar a la mejor actriz debería ser para usted. ¿Quiere que vuelva a reproducir la grabación?"
Su madre frunció el ceño y me miró con cara de pocos amigos. "¿Qué grabación?"
"Mamá, es que..."
Pero tan pronto como dijo esto, se le pusieron los ojos en blanco y perdió el conocimiento.
La madre entró en pánico. "¡Llama a una ambulancia, una ambulancia...!"
La expresión de Jayden cambió, se acercó y recogió a Susan del suelo. "Sra. Lopez, yo la llevaré al hospital."
"Vale, sí... Está bien...", farfulló la interpelada, para acto seguido seguirle afuera del despacho. Cuando pasaron por mi lado, la mujer no se olvidió de detenerse un instante para abofetearme la cara con todas sus fuerzas. A continuación, declaró con severidad: "Si le pasa algo grave a mi Susan, ¡jamás dejaré que te vayas de rositas!"
Reculé hacia atrás dando trompicones, mientras los veía alejarse con premura.
Había público presenciando la escena, pero yo hice como que no los veía, recogí el móvil del suelo y me incorporo. Soportando como pude el dolor acuciante que sentía en las vértebras cercanas al trasero, fui caminando de regreso hacia el despacho del presidente para allí entrar en el baño.
Me puse frente al espejo, y allí estudié mi maltrecho reflejo, con el cabello desordenado y un espectacular manchón de sangre que decoraba mi mejilla. Vaya pintas...
Por más que me lloraban los ojos, me recompuse todo lo que pude con tal de no derramar lágrimas.
En efecto, un niño sin su madre era como un hierbajo sin raíces en la tierra.
Incluso el mismo hombre que me habló de volver a estar juntos por la mañana no dudó en socorrer a la mujer que casi me arruina la vida. para luego dejarme en la estacada sin ningún escrúpulo.
"Solo te tienes a ti misma, Mia, nadie más se va a preocupar por ti."
Abrí el grifo, puse las manos en cuenco y me la eché en la cara. Aguanté el dolor, me lavé la sangre del pómulo y luego me arreglé el cabello antes de salir.
Mi celular sonó, y vi que se trataba de una llamada entrante de Jayden. Después de haber llevado a Susan al hospital, ¿ahora quería interrogarme?
Me costó mucho coraje reprimir mi tristeza, pero finalmente saqué fuerzas de flaqueza y tomé el teléfono. "Señor Christian.", saludé.
Me llega entonces una voz tranquila desde el otro lado, a partir de la cual no conseguí discernir su estado de ánimo: "Espérame en la empresa."
Por mucho que por llamada sonase sereno y firme, en persona ya sería otro cantar en cuanto a toda la ira que debía de estar conteniendo.
Respondí con un simple 'vale', para a continuación colgar y volver a sentarme en mi escritorio, todavía aturdida por lo sucedido.
Vi caer la noche a través de la ventana, y yo era la única que quedaba ya, sola en el enorme despacho del presidente. El silencio era tan fúnebremente estático, que me aceleró el corazón, paradójicamente. El minutero del reloj crujía una y otra vez, mientras que su compañera reposaba, lúgubre y certera, sobre el número nueve.
Fue entonces cuando sentí una leve punzada en el estómago, cosa que me recordó que no había cenado nada aún.
Saqué mi celular con la intención de pedir algo a domicilio, aunque toda la tensión sirvió para arrebatarme el apetito. De hecho, me costaba respirar de lo congestionado que notaba el pecho.
Llamé a Jayden en su lugar, para preguntarle si al final podía volver o no, pero tenía su móvil no daba llamada.
A lo mejor no venía...
Caminé hacia la ventana y eché un vistazo a la colorida ciudad. Cuanto más escrutaba la vida que colmaba el exterior, más se entristecían mis adentros.
Yo no contaba con esos pilares, esas personas en los que los demás siempre se apoyan.
Te echaba de menos, mamá...
Y a ti, hijo o hija mía, no pude verte salir y debutar en este mundo tan bello como cruel.
A veces me preguntaba si, en caso de haber nacido, eso habría supuesto un chute de esperanza para mi vida.
Las lágrimas brotaban ya de mis ojos, incapaz de evitarlo...
"Vamos a mi despacho, Mia.", escucho la aterciopelada voz de Jayden a mi espalda, de pronto.
El corazón me dio un vuelco, y rápidamente me sequé las lágrimas antes de girar sobre mis talones y seguirle.
Él se paró frente al sofá, se dio la vuelta y me miró. "¿Te duele?"
Al detectar el olor a desinfectante de hospital que desprendía su cuerpo, retrocedí medio paso de manera inconsciente. "¿Qué?", solté, desconcertada.
"Que si te duele aquí.", reiteró, alargando la mano hacia mí para rozar la herida de mi mejilla. Aspiré aire súbitamente, sin poder evitar la mueca de dolor.
Sacó entonces un botiquín del baño, para luego agarrarme de la muñeca y ayudarme a que me sentase en el sofá. "Deja que te trate la herida al menos, ¿sí?"
Tomó un bastoncillo de algodón, lo sumergió en el desinfectante y me lo acercó.
Pero yo me eché para atrás casi inconscientemente, "Sr. Christian, no tiene por qué hacer eso."
Sus movimientos eran rígidos, y la expresión de su rostro lucía sería y con los labios bien prietos. "Pues entonces te llevaré al hospital, no vaya a ser que se te infecte."
No sabría explicar muy bien por qué, pero la situación me resultó relativamente hilarante en mi mente. "Solo quiero que me diga para qué me ha llamado, y después de eso me volveré a casa."
Se fue con Susan en brazos cuando más lo necesitaba, sin siquiera mirar atrás mientras me dejaba plantada. Y teniendo eso tan reciente, ¿qué hace preocupándose tanto por mí ahora?
Echa mano de un cigarrillo de su pitillera, al tiempo que se recuesta sobre el sofá. Sin embargo, se demora jugueteando con el mechero entre sus dedos, sin decidirse a encenderlo. "Susan me ha acaba de contar en el hospital todo lo que ha ocurrido hoy por la tarde."
"¿Y bien?", inquiero con sequedad.
O sea que otra vez le da prioridad al testimonio de los demás antes que al mío, ¿verdad?
Me miró con un par de ojos sin fondo, y al cabo de unos segundos susurra, en voz muy baja: "Quiero escuchar tu versión."
Vaya..., pues esto sí que era un milagro. Por una vez me iba a dejar defenderme de las difamaciones y malentendidos; algo bien raro, desde luego.
Encendí la grabación y arrojé sin mucho cuidado el teléfono sobre la mesa de centro. Una vez concluyó el show, me pronuncié: "Pues eso es todo. Casi me violan esa noche, y ella era la instigadora."
Él frunció el ceño ligeramente, con un aire entre calculador y frío. Tras unos instantes de aparente reflexión, se me dirigió con estas palabras: "¿De dónde has sacado esta grabación, Mia?"
Vi el cambio en su expresión, o al menos eso creí discernir, porque mis ojos no estaban muy allá. "¿Importa eso, acaso?", respondí yo.
Tras por fin encenderse el dichoso cigarrillo que tenía en su mano, agregó en voz baja: "Por más arrogante y egocéntrica que considere a Susan, dudo mucho que sea capaz de llegar a tales extremos."
Entendí al instante lo que quería decir: que sospechaba que la grabación fuese falsa.
De hecho, la gente opinaba lo mismo que él, porque también pensaba de ella que era soberbia y vanidosa, pero no así de manipuladora. Así pues, resultaba impensable que alguien como ella, que ni siquiera sabía cómo ocultar sus propias emociones, pudiese caer en tales vilezas de manera clandestina.
Sin embargo, yo escuché claramente a Ethan llamarla cuando me encontraba en la casa de Clinton.
Miré por la ventana y alcé la comisura de la boca levemente. "Entonces, ¿insinúas que esta grabación no es más que un montaje mío para calumniarla?"
Pero él siguió fumando, sin contestar. De repente extendió la mano hacia la mesa y agarró mi teléfono.
Me quedé atónita, y antes de poder adivinar sus intenciones, me lo devolvió. "Sea un montaje o no, no hay necesidad de que esa grabación exista."
Todavía enmudecida por sus acciones, me fui al almacenamiento en la nube con una sospecha en mente, y al entrar ahí en mi móvil, comprobé que acababa de borrar el archivo de la grabación.
Por mucho que me hubiese esperado su escepticismo, no me imaginaba en absoluto que fuese a recurrir a aquello. ¿Cómo podía defender a Susan de esa manera...?
Levanté la mano y le abofeteé la cara automáticamente. Debido a la emoción del momento, no pude evitar temblar y espetarle con rabia: "¡Te odio, Jayden!"
Y es que esa era ni más ni menos que la verdad. Te odié, una y otra vez te odié, siempre alejándote de mí y abandonándome ante el desamparo más cruel.
Te detesté, sobre todo porque me diste unas falsas esperanzas esa misma mañana, para luego tirarlo todo por la borda sin remordimientos.
Pero él no estaba enojado, sino que me asió la muñeca súbitamente, sin yo tener tiempo para retirarla antes que la alcanzase. Comenzó a frotarme la piel de mi muñeca suavemente con su pulgar, como si estuviera pensando en algo, y al rato me preguntó con frialdad: "¿Recuerdas lo que dijiste aquella noche en el Hotel East, mientras te aferrabas a los bajos de mi pantalón y suplicabas que te salvase?"
Fruncí el ceño, estupefacta. "¿Qué?"
Pero él prosiguió: "Dijiste que, si te salvaba, me lo compensarías sin lugar a dudas."
Se me hundió el alma en el más hondo de los abismos, previendo su jugada.
Hice todo lo posible para retirar mi muñeca hacia atrás, pero fue inútil. Levanté la cabeza hacia arriba, en un intento de reprimir mis lágrimas de despecho. "Imagino que quieres que deje ir a Susan para compensarte por tu ayuda."
Fue una afirmación, no pregunta.
Me sentí extremadamente desolada, tanto que llegué a sospechar que lo que me dijo esa misma mañana podía formar parte de un ruin plan suyo.
"No es el momento de romper lazos con la familia Lopez, Mia.", me consuela él, al tiempo que acariciaba mi pelo con unos manejos relativamente tiernos.
Yo ya no opuse resistencia, sino que me limité a mirarle un instante y manifestar: "Está bien, me comprometo a ello, pero lo haré a cambio de que tú me prometas una cosa."
Probablemente no esperaba que yo accediese a su propuesta tan rápido, y esto quedó claro al ver su inmediata reacción de seriedad cuando me miró. "Dime.", pidió él.
"Que me dejarás volver a Brown's Group."