Capítulo 13
1516palabras
2023-04-26 11:06
—Sí, fui yo, esta vez te estoy advirtiendo, ¿quién sabe lo que sucederá después?
—¿Estás loca? ¡Casi matas a Grace! ¿Qué te pasa? ¡Madison, cómo puedes ser tan despiadada! —le grité mientras la sacudía de los hombros.
—Todo esto sucedió por tu culpa. Firma el divorcio y nadie más tiene que sufrir. ¿Por qué no lo haces?

—¡Madison, eres una desvergonzada! No tendrás a mi esposo, ni mi casa. Si quiero, puedo volver en cualquier momento —le respondí con disgusto mientras apretaba los puños.
—¿Qué quieres decir? —me preguntó con confusión. Mi ira era tanta que mis mejillas se tiñeron de rojo.
—¿Qué estás esperando? ¿Qué te mande un itinerario de mis movimientos? La señora de la casa no le debe ninguna explicación a la amante.
Deliberadamente enfaticé la última palabra para que entendiera su posición. Ella me fulminó con la mirada, pero esta batalla la había ganado yo. Regresé al hotel, empaqué todas mis cosas y tomé un taxi a casa.
Bajo la mirada sorprendida de Hailey, me dirigí al dormitorio principal con mi maleta. Había intentando alejarme, pero no había solucionado nada. ¿Por qué tenía que ser yo la que escapara?
A la mañana siguiente, alguien tocó a la puerta. No había dormido bien, así que me desperté al instante. Cuando Jayden me encontró en la cama, se me quedó mirando con las cejas enarcadas.

—¿Has vuelto?
—¿Qué? ¿Estás decepcionado de que no sea Madison? —le pregunté con desdén. Ni siquiera quería pensar en lo que habían hecho los días que no había estado.
Parecía haberse quedado en el hospital por la noche porque se veía cansado. No me explicó nada más, agarró una muda de ropa y se fue al baño. Decidí que era de alistarme también, así que me cambié y comí el desayuno. Antes de irme, Jayden me detuvo.
—Yo te llevaré al trabajo —me dijo, quitándome la llave del auto. Quería negarme, pero al ver la mirada de odio de Madison, acepté gustosa.

—Está bien.
Rápidamente lo seguí y me subí en el asiento del pasajero.
Mirando el tráfico fuera de la ventana, de repente pensé en lo que sucedió anoche y me volteé para preguntarle si sabía quién había sido el culpable del accidente. No me atreví a decirle directamente que había sido Madison, sin evidencia concreta, seguramente diría que estaba hablando tonterías.
—No, el lugar donde estaba el auto de Grace era un punto ciego —me respondió pellizcándose la nariz. 
—Entiendo.
Me quedé un tanto descontenta al darme cuenta de que Madison había planeado todo perfectamente. Luego de ello, nos quedamos en silencio el resto del camino.
—Mia, ¿por qué no renuncias? Si quieres trabajar, te conseguiré un puesto en Eastern Star —me preguntó una vez me bajé del auto. Levanté la mirada con sorpresa.
—¿Para qué?
—Nada, ve a trabajar, te vendré a recoger en la noche —me respondió evitándome la mirada. Me sorprendió su actitud, así que le aseguré de que podía regresar sola. Mi auto estaba en el estacionamiento de la empresa.
Esta inusual amabilidad no dejó de dar vueltas en mi cabeza durante todo el día. No me gustaba que con un simple gesto pudiera distraerme tanto. Me había lastimado tantas veces, pero seguía prendida como una adolescente.
Cuando llegó la hora de salir, Emma me recordó que hoy teníamos una cena de confraternidad y que todos teníamos que asistir. No tuve otro remedio que aceptarlo. La reserva se había hecho en un restaurante cercano y después de varias rondas de brindis, Andrew salió un rato a la terraza para respirar aire fresco.
—Asegúrate de que el señor Williams está bien, ha tomado demasiado —me pidió uno de mis colegas empujándome. Acepté ir a verlo, ni bien salí, lo encontré caminando de un lado a otro y a punto de tirar varias cosas al piso. Me le acerqué rápidamente y le pregunté si quería irse a sentarse a otro lado.
—Sí... —respondió con la mirada perdida mientras ponía una mano sobre mi hombro. Lo llevé hacia el jardín y lo ayudé a sentarse en una silla. Me iba a alejar cuando me agarró de la muñeca.
—Mia...
—¡Señor Williams, suélteme! —le pedí mientras movía mi mano violentamente, pero no lo hizo. Había cierta decisión en sus ojos.
—He pensando en cortejarte, en serio.
—Está borracho —le respondí después de un momento en silencio mirándolo estupefacta. Andrew se echó sobre el respaldar de la silla y se me quedó mirando.
—Mia, sabes bien que Jayden no te ama. 
Sus palabras se clavaron en lo más profundo de mi corazón. Era verdad lo que decía, era tan cierto que hasta un completo extraño se había dado cuenta. Controlé mis emociones y estaba a punto de responderle cuando alguien me abrazó por detrás. Levanté la cabeza y miré hacia atrás para encontrarme con mi esposo. 
—¿Qué haces aquí? —le pregunté con el ceño fruncido.
—Me parece ser que al señor Williams le gusta demasiado interferir en el matrimonio de otras personas —entonó con la mandíbula apretada y fulminándolo con la mirada. Traté de calmarlo, explicándole que estaba borracho.
—Señor Christian, déjeme hacerle una pregunta, si realmente la amara, ¿por qué escondieron su matrimonio por tantos años? —le preguntó el otro con una sonrisa de suficiencia poniéndome nerviosa.
Me gustaría escuchar algo tierno o lindo, pero sé que Jayden nunca dirá nada de esa índole.
—No es de su incumbencia nuestra vida privada, deje de perseguir a mujeres casadas —le advirtió fríamente antes de darme la vuelta y dirigirme al ascensor. Ya que tenía las piernas tan largas, no me fue fácil seguirle el ritmo y llegué jadeando. El hombre aprovechó ese momento para encararme con ira.
—Dijiste que no necesitaba recogerte porque podías irte a casa por tu cuenta.
—No podía simplemente no asistir. Esta reunión es importante para la empresa —le expliqué mientras trataba de recuperar el aliento. Siempre estaba participando de estas fiestas, solo que esta vez no le había mandado un mensaje con anticipación.
El ascensor fue directo al primer piso, me agarró de la muñeca y salió. Cada uno de sus movimientos lo hacía enojado, y no le importaba si podía seguirlo o no.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan fuera de tus casillas? —le pregunté también enojándome. Me ignoró y me jaló hasta su auto.
—Métete.
Lo fulminé con la mirada, pero le hice caso. Me abroché el cinturón y salió disparado a la calle. Me asusté ligeramente así que me aferré al cinturón.
—¿Estás loco? ¿Por qué conduces tan rápido?
Me ignoró de nuevo y siguió conduciendo de forma imprudente. No entendía porque estaba tan exaltado. Jayden siempre había sido una persona bastante calmada. 
Hice memoria, pero Andrew no había hecho nada tan terrible, había sido sincero cuando había dicho que mi esposo no me amaba. No tenía problemas con esa aseveración porque era verdad al final de todo. ¿Por qué sino estaba tan enojado?
De todos modos, no podía seguir trabajando con Andrew, así que le envié un correo con mi carta de renuncia. Ni bien se lo notifiqué, Jayden desaceleró. Las llantas rechinaron contra el asfalto y el auto se detuvo frente a la casa.
—Sal del auto —me ordenó esta vez, pero no me moví. 
—¿No puedes hablarme más amablemente? —le pregunté con cinismo. 
—Mia, ¿cuál es tu relación con ese hombre? —me dijo con una mueca de disgusto. Me sorprendí ante su duda.
—¿De qué estás hablando? —me quejé, pero antes de que pudiera darme cuenta, había bajado mi asiento y me había agarrado del cuello. Se inclinó hasta que sus labios rozaron mi oído.
—Te estoy preguntando si te has acostado antes con él —me dijo lentamente y el estómago se me fue al suelo. Mi visión se nubló. Realmente quería otorgarle mi corazón completo, pero no tenía sentido si no creía en mí. Había decidido creer que había tenido relaciones sexuales con otro hombre basándose en las palabras de un borracho.
Me levantó la falda y sentí la temperatura de su mano sobre mi piel desnuda. Sus movimientos eran directos al grano.
—¿Estás loco? Él y yo solo somos compañeros de trabajo, ¡suéltame!
No quería que me siguiera tocando, no de esta forma, pero me besó abruptamente y no pude resistirme. Nuestros dientes chocaron, pero no me soltó hasta que me quedé sin aliento.
—No te soltaré, porque quiero que me digas que fue lo que hiciste en ese viaje de negocio. ¿Por qué lo abrazaste frente a la casa de mis padres?
Su rostro bajó por mi rostro hasta mi cuello, lamiendo todo en su camino y dejando mi piel en llamas. Sus dientes se deleitaban con la suavidad de mi cuerpo y su aliento quemaba.
—Dime cuál es la relación que tienen —me pidió mientras perdía el control de mi cuerpo. 
—¿Para que me molesto en explicarte si no me vas a creer? —le pregunté con burla apretando los puños. Al parecer mis palabras lo irritaron, así que me agarró burdamente de la cintura y me presionó contra su cuerpo.
—¡Déjame ir, m*ldita sea! —grité cuando sentí su calor sobre el mío.