Capítulo 2
1428palabras
2023-04-26 10:34
Mis orejas se pusieron rojas y rápidamente me bajé de sus brazos.
—Lo siento...
Aguanté el dolor de la rodilla como pude, la herida me asustó un poco, pero afortunadamente ya no estaba sangrando. Me miró con frialdad en los ojos. Luego se dio la vuelta, subió al auto y se fue.

Me quedé en silencio observándolo con un particular sentimiento de culpa en mi corazón. Hace un tiempo casi le había confesado mis sentimientos y ahora la novia que me había hecho desistir de mi declaración, lo había dejado y se estaba casando con mi padre. ¡Qué ridículo!
Cuando regresé al hospital, ya había anochecido. Llegué a la consulta cojeando y el doctor me la vendó. 
—Mia, ¿has vuelto? Tuvieron que llevar a tu madre a cuidados intensivos —me comentó una enfermera que pasaba por la sala cuando me vio. 
—¿Qué le pasó? ¿Dónde está? —le pregunté, acercándomele con rapidez.
—No tengo idea. De repente tuvo problemas para respirar, así que la están tratando ahora. Está en el quinto piso en la sala de cuidados intensivos.
Mi cabeza se quedó en blanco, y me apresuré hacia el quinto piso, sintiendo que si me demoraba un segundo de más podría perder lo más importante de mi vida. Ni bien llegué, las puertas se abrieron y los médicos salieron con caras solemnes.

—La condición de su madre es delicada. Necesita operarse lo más pronto posible, si vuelve a tener un problema respiratorio, podría ser fatal. 
—No hay problema, ¿cuándo puede operarla? —le pregunté sintiendo que me asfixiaba. El médico tratante agarró el expediente de su compañero para revisarlo antes de darme una respuesta.
—Podemos hacerlo el próximo jueves, la operación costaría alrededor de doscientos mil dólares.
—Entiendo, haga los arreglos necesarios, pagaré lo más pronto posible.

Bajé al primer piso para revisar el estado de cuenta de la tarjeta de mi madre en el cajero y me descorazoné cuando vi que solo le quedaban tres mil. Yo tampoco tenía mucho dinero después de la consulta que había tenido que pagar ahora.
Regresé a la sala de cuidados intensivos con el corazón en la garganta mientras las palabras del doctor se repetían en mi mente. Quería llorar pero ver a mi madre inconsciente en la cama me dio la fuerzas necesarias para contenerme. 
Saqué mi teléfono y revisé mis contactos hasta que encontré el de mi padre. Me lo pensé por mucho tiempo, pero finalmente salí de la sala y le marqué. 
—¿Mia? —me respondió una mujer fríamente: Madison.
—¿Dónde está mi padre? —le pregunté después de una pausa con rencor. La escuché reírse.
—Estaba muy contento por la ocasión, así que bebió de más y está descansando ahora. ¿Qué es lo que quieres?
—Necesito hablar con él —le dije mientras apretaba el teléfono hasta dejar mis nudillos blancos. Ella se rio entre dientes.
—Puedes decírmelo, no quiere hablar contigo. 
Volteé a ver a mi pobre madre y no pude contener las lágrimas. Mientras mi madre estaba luchando por su vida, mi padre había decidido olvidarla y casarse con su amante. Ni siquiera quería responder el teléfono.
—Mi madre necesita una operación, tenemos que pagar doscientos mil dólares. Por favor, díselo a mi padre cuando se despierte —le susurré derrotada.
—Esta tarde no te dio vergüenza causar un escándalo en nuestra boda y ahora vienes a pedirnos dinero. ¿No crees que estás pidiendo demasiado? —se burló.
—Mira quién habla —le respondí con sarcasmo—. Madison, ¿no crees que la am*nte debería ser menos atrevida? Mis padres ni siquiera están divorciados, ¿qué farsa de boda han tenido?
—Tu padre consiguió el certificado de divorcio ayer, puedes venir y verlo con tus propios ojos o te puedo enviar una foto si no quieres hacerlo —me respondió entre risas.
Me quedé pasmada. Ayer mi madre había estado siendo tratada durante todo el día, yo me había quedado con ella, no hubiera sido posible que hubiera conseguido el certificado. Estaba a punto de refutarle cuando me acordé que los contactos de mi padre podrían haberlo hecho posible.
La boca me supo a cenizas, solo podía sentir odio y resentimiento. Me daba pena que mi madre haya tenido que estar casada con este ser despreciable. Sonreí con amargura.
—No importa lo que pase, no pagarás, ¿verdad?
—No lo haré y estoy segura de que tampoco lo hará tu padre.
La tristeza me ahogó y me alegré de que mi madre todavía estuviera dormida para no tenga escuchar estas palabras. Sabía que si estuviera despierta, le afligiría terriblemente la crueldad del que ahora era su ex esposo y la traición de Madison.
Madison era la hija del chofer de mi padre. El señor era padre soltero así que siempre la traía a la casa. Nos habíamos criado prácticamente juntas y mi madre se había apiadado de ella así que siempre había tenido todo lo que yo tenía. Ahora, veinte años después, su amabilidad había sido pagada de esta manera.
—Mia, quiero decirte que Jayden simplemente te usó para enojarme. No creas que está interesado en ti —agregó con desdén.
Me perdí en mis pensamientos en ese momento, apoyada contra la pared y para cuando salí de mi ensimismamiento, Madison ya había colgado. Jayden solamente me había usado.
Me senté al costado de la cama y me quedé mirando el rostro pálido de mi madre con un gran peso en el corazón. En el pasado había sido la hija de los Clintons y un solo atuendo mío podría haber sido cotizado en millones de dólares, ahora ni siquiera podía pagar unos míseros doscientos mil dólares.
Mientras me estaba comiendo la cabeza con este dilema, mi mejor amiga me llamó invitándome a ir al bar Night. Estaba muy cansada para ir, pero acepté porque sabía que ese lugar no siempre tenía a la mejor gente. No podría descansar pensando en Sophia.
Me acerqué a la mesita para cargar el celular de mi madre antes de irme. Sin embargo, cuando moví el teléfono, este se desbloqueó sin querer y apareció una foto de la boda de mi padre. Cerré la foto para ver de dónde la había sacado y me encontré con que un número desconocido le había enviado varias fotos de mi padre y Madison a mi madre hoy día. Esto me hizo recordar que la enfermera había dicho que mi madre había tenido un ataque el día de hoy. Me enfurecí al entender que esta era la razón por la que había recaído. 
—¿Cuál quería lograr esta persona enviándole estas fotos? ¿Quería advertirle algo o matarla?
Temblando de miedo, no quería que le enviara algo más en su delicada condición. Me dieron ganas de bloquear al contacto, pero quizás mi madre lo conocía. No tuve más remedio que dejarlo en la recepción y pedirle a la enfermera que lo cuidara por el momento. Luego de esto, me dirigí al bar.
Night era una de los lugares más populares de Plotin. La razón por la que era famoso era sus precios ridículos. Cuando encontré a Sophia, esta estaba con las mejillas sonrojadas y con varias botellas vacías a su alrededor.
—Mia, realmente eres una buena amiga...
—¿Por qué tienes que beber tanto? Vámonos a casa, ¿está bien? —le dije mientras la sostenía y le limpiaba las lágrimas.
—No, no, Mia, ¡bebe! —me respondió ella negando con la cabeza y sirviéndome una copa. Me quedé mirándola por un momento mientras consideraba mis opciones y finalmente acepté que no vendría mal olvidar mis problemas por una noche. Suspirando, agarré la copa y me terminé el contenido de un sorbo. La garganta me ardió y mis ojos lagrimearon. 
Continuamos tomando indiscriminadamente, tratando de encontrar un poco de paz al fondo de la botella. Se supone que tenía que estar convenciéndola para irnos, pero ahora ni siquiera podía caminar derecha. 
—¡Lo siento! —grité al impactar con alguien saliendo del baño. La persona se quitó del camino y siguió adelante sin responderme.
Me quedé viéndolo con curiosidad hasta que me di cuenta de que el perfil de su mandíbula se me hacía familiar. ¿Jayden? ¿Estaba tan borracha que estaba alucinando? Sacudí la cabeza para aclarar mis pensamientos y entrecerré los ojos con determinación. Realmente era él y también estaba borracho.
Un punzada de celos en el pecho me hizo recordar las palabras de Madison. ¿Acaso estaba así porque Madison se había casado? Ella me había advertido que pensara que sentía algo por mí, así que me pellizqué el brazo con furia para espabilarme.
Si quería molestarme, entonces podía soportar que se lo devolviera. No sabía era el alcohol o mi enojo, pero quería vengarme.